domingo, 16 de enero de 2011

Caballo loco: gran jefe sioux (I)

Mary Ruiz de Zárate

Los Estados Unidos han sostenido tres guerras en el interior de su territorio: la de independencia, la de secesión y la larga campaña dedicada a sojuzgar a las tribus pieles rojas del oeste.

De las tres, la guerra contra los indios es la más bárbara e injusta. Vista desde la perspectiva del tiempo y la distancia, la colonización militar del oeste aparece como una acción de pura brutalidad, una, como a modo de cacería, donde las presas eran seres humanos.

Durante un periodo de tres lustros, los pieles rojas fueron perseguidos hasta sus últimos refugios, exterminados sin compasión y sin distinción de edades y sexo. Un cuarto de siglo después, una raza antaño culta a su modo, hábil y saludable, fuerte, inteligente y valerosa había sido prácticamente borrada de la faz de la tierra y solo subsistían, de sus poderosas tribus, unos pocos ejemplares conservados en condiciones de vida miserable, como curiosidad etnológica.

Los indios americanos se vieron desplazados desde sus fértiles llanos, donde vieron la luz, a los más inexpugnables reductos del Gran Desierto y las montañas Rocallosas. No contentos con ello, cuando la fiebre del oro los acometió, los hombres blancos violaron todas las treguas, desdeñaron todos los acuerdos y allanaron sin escrúpulos las últimas moradas del indio piel roja. La guerra entre las dos razas estalló y fue algo más, algo mucho más duro y cruel que una guerra a muerte. Para los colonos que pretendían levantar sus hogares y establecer su modo de vida en aquellas tierras de promisión, los indios eran un enemigo terrible. Nada ni nadie podía impedir el impetuoso avance de la civilización, encarnada nada menos que en aquellos personajes que eran más fieros, salvajes e incultos que los propios indios.

Las bases para la conquista estuvieron en la larga cadena de fuertes establecida a lo largo de la frontera para protección de los colonos. Al amparo de los muros de los fuertes crecían las poblaciones y se dibujaba la espina dorsal de la pradera y el desierto.

Alrededor de 1842, en Rapid Creek, cerca de la actual Rapid City en Dakota del Sur, en el este de los dominios sioux en medio de los hermosos bosques que crecen en las altas Montañas Negras – Black Hills – allá en el lugar donde los indios van a buscar sus medicinas, allí nació Caballo Loco – Crazy Horse.
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Tenía 10 años de edad cuando Halcón Negro libró su guerra contra los norteamericanos y a sus oídos llegaba, narrada por los notables de las tribus, la lucha terrible de este jefe, que finalmente se había rendido.

Caballo Loco procedía de una tribu que desde su hogar en Illinois había sido obligada, por sus derrotas en la guerra, a asentarse en reservaciones desde Nebraska hasta Oklahoma.

De manera que el oeste no era su tierra nativa y tradicional. Allí en la región que le fue destinada, los sioux levantaron aldeas rodeando lagos y afluentes del Mississippi; cazaban y pescaban, cultivaban el maíz y otros cereales y realizaban su comercio por medio de sus rápidas canoas de cortezas de árboles.

Como siempre en su historia, los sioux estaban separados en varias bandas o facciones. Las tres grandes familias eran los santees o dakotas, los yanktons o nakotas y los totons o lakotas. Caballo Loco era lakota, de la tribu hunkpata de oglala.

Para la época en que Caballo Loco era un adolescente, ya los sioux hacía rato que habían ido adquiriendo una nueva fuerza: el caballo, el cual en su anterior y original morada, desconocían por lo escaso.

Los apaches y los utes fueron los que al comerciar con ellos les habían intercambiado los primeros caballos que tan útiles les serían para la caza y posteriormente, para la guerra.

También habían aprendido de los otros indios la caza del búfalo o bisonte.

Muchos fuertes fueron establecidos por comerciantes como la American Tur Company, que con un agresivo número de hombres de la montaña garantizaban su permanencia.

Comerciantes rivales de la compañía, William Soublette y Robert Campbell, compraron un puesto comercial en el camino que va desde Laramie Creek en la parte norte del Platte River, al este de Wyoming. Esta tienda o trading post era una especie de parador donde hacían escala los viajeros y habitantes ocasionales de la zona situados cerca del fuerte Williams, donde trataron de mantenerse, pero ante la conveniencia de situarse en la ruta de los indios de Nebraska o Wyoming, a los efectos del intercambio con ellos, se desplazaron, de manera que afluyesen a sus comercios todos los que en sus correrías de caza, pasaban por la comarca; como los tramperos, los soldados y emigrantes que iban desde Oregón a California, usando como ruta el Platte River y desde el Missouri, hasta las montañas Rocallosas.

Esta ruta también conectaba a los sioux y a los cheyennes del norte con los arapho, y las otras tribus de la llanura del sur.

Campbell, seduciendo a los jefes, logró que algunas bandas sioux aceptaran su proposición de marchar al sur y el máximo jefe de los oglagas, llamado Bull Bear hizo andar a su pueblo miles de jornadas hasta llegar al fuerte Laramie, lugar escogido como ideal, para sus negocios por míster Campbell, al cual convenía el comercio con los sioux, en pieles y carne.

A esta tribu de Bull Bear pertenecía Caballo Loco, el cual, desde niño, era considerado diferente a los otros de su edad pues era muy serio y reflexivo, y aunque sobresalía en la carrera y en los juegos, acostumbraba a permanecer quieto a la sombra de los grandes árboles escuchando la palabra de los ancianos de su tribu.

Cuando era un mozalbete de 18 años, su padre lo mandaba a llevar al fuerte Laramie las pieles de las piezas cobradas en la caza, para venderlas.

Antes le había aconsejado que el “agua de fuego” como los indios llamaban al whiskey, había destruido al pueblo sioux y que este licor de los blancos era su mejor arma. Que evitara su terrible influencia era su deseo. Caballo Loco, hijo de un sabio y recto hombre, seguía ante los halagos de los corruptores del fuerte, una política de indiferencia y desprecio.

Era gallardo, de altiva presencia: muy alto, de cabellos sedosos y muy negros y su tez, más clara que la de los apaches utes.

Por estas cualidades llamaba la atención de las mujeres emigrantes de Oregón que moraban en el fuerte, las que intentaban atraerle, seducidas por sus modales tan diferentes a los indios que ellas conocían y por su hermosura varonil. A todas las tentaciones que podían brindarle los colonizadores, Caballo Loco volvía la espalda desdeñoso. Ya en él se perfilaba la firme personalidad que lo convertiría en el gran jefe de su pueblo. Por ese tiempo, se casa con una joven, hija de madre sioux y padre cazador de la frontera.

Y, efectivamente, logró ser el jefe y sacar a su tribu de la abyecta vida que llevaba en los alrededores del fuerte, a través de acciones de guerra. Hasta que mediante un pacto, les fueron reconocidos sus derechos, llegando a firmar un tratado con el gobierno de los Estados Unidos, en 1870.

Para lograr esto había aunado a su disperso pueblo y unido a todos los oglagas y a los hunkpatas.

Por el Tratado de Paz y Amistad, establecido entre su nación y los Estados Unidos, los norteamericanos se habían comprometido a respetar su territorio en Dakota y a mantener la inviolabilidad de las montañas Negras, que los sioux consideraban sagradas.

Tras un periodo de paz, la Compañía Comercial del Oeste, interesada con fines lucrativos en invadir el territorio Sioux, hizo circular el rumor de que en las montañas Negras existía oro. La avalancha de aventureros, como peligroso alud comenzó, y los indios, para defender sus tierras, desenterraron el hacha de la guerra (1) .

Las naciones hermanas de los sioux, los cheyennes, los miniconjuns, los sans-ares, los oglagas, los shosshones y los pies negros formaron una poderosa coalición, bajo el mando del viejo e irreductible Toro Sentado – Sitting Bull – que se levantó en armas amenazando con inundar de sangre la frontera.

Todo Sentado era totons también, pero pertenecía a los hunkpatas del norte. Caballo Loco y Toro Sentado se unen y aunque habían crecido y vivido en diferentes partes del país, se alían para la resistencia junto con los sioux del oeste, que quedaban en Minnesota.

(continuará…)
(1) Tomahauk. Originalmente, era un palo con cabeza de hueso, pedernal u otra piedra dura.

Juventud Rebelde, 18 – 03 – 10

La Quinta Pata

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