domingo, 6 de febrero de 2011

No hubo errores, no hubo excesos

Carlos Almenara
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Las imágenes son impactantes. Siempre resulta impresionante ver imágenes de torturas.

¿Pero qué es lo nuevo? Lo nuevo son las imágenes que presentan con poca posibilidad de desmentida, la prueba de las torturas que se producen allí. Nadie, atento, podría sorprenderse. Quienes han tenido, por cualquier ventanilla, contacto con el sistema penal han escuchado (o peor, vivido) muchos relatos por el estilo.

Por supuesto que este hecho no quita dramatismo a la comprobación fehaciente que un organismo estatal aplica tormentos.

Resulta claramente antiintuitivo entonces, afirmar como el gobernador, que son unos pocos descarriados. Quizá esa aseveración responda a un imperativo de gestión, hay que seguir lidiando con un sistema penitenciario que no se cambia de un día para otro y que ¡vaya si sabe armar líos! Pero ese argumento “pour la gallerie” no debería inducir a equivocación: hay un problema de sistema.

Las fuerzas de seguridad en Argentina tienen en su enorme mayoría, herencias, tradiciones, culturas, claramente antidemocráticas, anticiudadanas, antijurídicas, que son anclaje y causa de la conducta de sus miembros. No son dos o tres “loquitos exaltados” sino cuestiones profundamente arraigadas, que incluso como sociedad muchas veces “naturalizamos”.

Desde las picanas de Lugones (h) en la policía bonaerense de los años ‘30 al D2 de la dictadura, pasando por represiones varias, los casos de “gatillo fácil”, insurrecciones policiales y penales, zonas liberadas con complicidades diversas hasta los discursos actuales de “mano dura”, o la motivación a los policías halagando su espíritu de cuerpo más allá del control político, constituyen un acervo cultural y de valores de las fuerzas de seguridad que no puede terminar en otro lado.

El problema no es de una minoría, el problema es sistémico. No es halagando el espíritu de cuerpo como se lo enfrenta sino mejorando los mecanismos de control. Un funcionario público que lleva un arma y que puede detenernos, no puede ser otra cosa que un profesional sometido a más controles que nadie.
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Tampoco es plausible actuar con oportunismo asignando a la administración política del momento responsabilidades directas sobre el epifenómeno.

Pero sí se puede y se debe identificar discursos que avalan una ideología integrista, entre otras cosas, que realimentan los fundamentos de una cultura policial contraria a la civilidad.

El gran cambio discursivo para la construcción de fuerzas de seguridad democráticas es el discurso de los festejos del bicentenario. ¿Cuál es? Antes que nada, la patria somos todos. Es decir desnaturalizar la sistemática conducta discriminatoria de las policías frente a jóvenes, pobres, inmigrantes y otros grupos.

La policía ha sido convertida en buena medida en un instrumento de clase. Cuida a los ricos y a las clases medias de los pobres y de los jóvenes que les causan espanto. Y aquí sí hay responsabilidad directa de la mayor parte de la dirigencia política miedosa. Porque mientras esta sea la razón de ser no escrita, los hechos ilícitos en las fuerzas de seguridad se seguirán repitiendo. El metamensaje de los populistas de la inseguridad a los policías es “apretalo pero que no te vean”. Bueno, no puede terminar en otro lado. Y de esto sí Jaque tanto como la mayor parte de la oposición es responsable.

La sutileza y firmeza de la presidenta creando un Ministerio de Seguridad para construir una revolución democrática y civil en las fuerzas de seguridad nacionales y la no represión violenta de la protesta social se ubican en las antípodas de la orientación provincial, comenzando con la primera e inolvidable gestión de la cartera de Seguridad.

Podría pensarse, por qué no, que uno de los temas pendientes de la democracia es la reconciliación de las policías con el pueblo. El sistema político es responsable de no inocular odio de clase ni adoctrinamiento de perro guardián en las nuevas camadas de agentes. De lo contrario con filmación o sin filmación estas cosas seguirán pasando.

*Referente de Espacio para la Reparación Social - c.almenara@hotmail.com

La Quinta Pata, 06 – 02 – 11

La Quinta Pata

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