Con el visto bueno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo cuyo secretario general es obsecuente de los Estados Unidos y la manipulación informativa de los medios de comunicación del poder económico, se ejecuta la agresión contra Libia, en una cobarde acción consumada por una banda de países que en grupo tienen un poderío bélico mil veces mayor que el del ejército del país atacado.
En la madrugada del sábado la ciudad de Ajdabiya, al este del territorio de Libia, había caído de nuevo en poder de los rebeldes, una plebe “ragtags” como les llama la prensa, sin cohesión política. Pero los rebeldes pudieron tomar esa ciudad no por su capacidad de combate, sino gracias a la aviación de la coalición agresora, que se ha convertido en fuerza aérea a favor de la oposición al gobierno de Khadafi, cuyas fuerzas terrestres han sido prácticamente aniquiladas por el poderío bélico de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Canadá.
La agresión se ha convertido de alguna forma en ilegal, desde el momento que la resolución 1973 del Consejo de Seguridad, cuyo mandato era asegurar una zona de exclusión aérea en Libia, se ha transformado en una arbitraria decisión de ataque indiscriminado contra el régimen de Khadafi. Según la resolución, la zona de exclusión aérea, encomendada a la OTAN, era definida para “la defensa de la población civil” interpretación que incluía la destrucción del potencial aéreo de Libia, lo cual se consumó inmediatamente de principiar el bombardeo contra bases aéreas y aviones del régimen.
Pero, sin justificación en la mencionada resolución, los ataques de misiles de los Estados Unidos y bombardeos por los países coaligados, fueron dirigidos contra arsenales militares y últimamente contra tropas del ejército leal al gobierno, en lo que se ha interpretado como una posición unilateral a favor de los rebeldes, que agrupan a sectores diferentes de la oposición al gobierno de Khadafi. Fuerzas rebeldes que no cuentan ni con una coherencia política ni dirección ni adiestramiento militar, lo cual los tenía ya al borde de la derrota en la batalla de la importante ciudad de Benghazi, cuando tropas del gobierno estaban a punto de una victoria segura con la toma del último reducto rebelde.
Pero en ese momento cambió la dirección de ataque de la coalición, que lanzó su poderío bélico contra las fuerzas terrestres del ejército de Khadafi, causando destrucción casi total de tanques, armamento y transporte militar del régimen, con lo cual la coalición agresora le regaló una victoria postiza a los rebeldes. Por cierto que los rebeldes tuvieron al principio como comandante al general Abdel Fattah Younis, hasta pocos días antes de la rebelión ex ministro del interior de Khadafi. Sin embargo dicho general ha desaparecido del escenario de guerra, tal vez desconfiando que dentro de los rebeldes puedan entregarlo a Khadafi, para recibir la recompensa de cuatro millones de dólares, puestos sobre su cabeza por el dictador. Ese general Younis hasta el día en que se produjo su deserción, perteneció al círculo de militares cercanos a Khadafi, por lo que su ausencia del protagonismo rebelde también pueda ser por falta de confianza en los rebeldes.
La parcialidad de la prensa desde el inicio del conflicto ha sido más que evidente. Cuando los rebeldes habían tomado ya varias importantes ciudades, incluyendo el importante centro petrolero de Sans Lanuf, la noticia sobre sus “éxitos” ocupaba los titulares de la primera plana de los periódicos y los principales espacios de la televisión en los países bajo el denominador del imperio. Cuando las fuerzas leales al régimen los hicieron retroceder y reducir casi hasta la derrota, desaparecieron de la noticia hasta quedar relegados a gacetillas sin notoriedad. Reaparecieron en la nota importante, ya protegidos por los ataques de la coalición, que les ha abierto de nuevo el camino hacia su meta final que es Trípoli, según lo alardean, felices de tener la protección de los agresores.
El papel de la prensa al servicio del imperialismo es ocultar, negar y distorsionar los hechos. En ese aspecto los medios mienten y su lenguaje periodístico pierde objetividad. A los rebeldes en este caso se les llama, en reflejo de la voz oficial, “luchadores por la libertad” en contraste con la denominación de los movimientos revolucionarios contra las dictaduras afines al imperio, donde los combatientes son calificados de “terroristas”. No causa asombro que la prensa tome partido por los rebeldes en Libia, si se toma en cuenta que los medios de comunicación pertenecen a los consorcios del capitalismo, aliado incondicional del imperio.
En el mismo Trípoli, donde preside Khadafi, calificado de “dictador brutal” por esa prensa, operan corresponsales de los medios de los países agresores, sin que al parecer tengan temor de esa dictadura, por lo desafiantes que son sus despachos. Por ejemplo, el corresponsal de la ABC, de los Estados Unidos, Mark Phillips, en sus reportes para esa cadena de televisión desde esa metrópoli, tiene marcada tendencia a dar versiones teñidas de parcialidad y desfavorables al gobierno local. No extraña entonces el papel de parcialidad del canal de televisión Al Jazeera, que no difiere de la posición noticiosa de CNN en Estados Unidos y la BBC de Londres, ya que tiene el patrocinio del gobierno de Qatar, país árabe que ha entrado al conflicto bélico para atacar a Libia.
Prensa que ha dado énfasis a las declaraciones del presidente Obama, en Estados Unidos y el primer ministro Cameron en Inglaterra, cuando se han referido a la presunta amenaza de Khadafi, en el caso de la ciudad de Benghazi, de “pasar casa por casa asesinando civiles”. Pero los medios han minimizado amenaza similar de los rebeldes, quienes a través de uno de sus voceros el fin de semana pasada, en su primera ocupación de esa ciudad, advertirían que “limpiarían” esa localidad de los “comités pro Khadafi”. Amenaza que siniestramente estará pendiente en el supuesto triunfo sobre las fuerzas gubernamentales. Será tenebroso, porque esos comités en realidad existen dentro del esquema de gobierno “socialista” del coronel Khadafi.
No será una victoria definitiva de los rebeldes, si la logran gracias al poderío destructivo de la OTAN, que por cierto ya ha causado bajas dentro de la población civil, no sólo porque se vaticina una sangrienta y prolongada guerra civil, como en Irak, sino porque aunque la prensa occidental lo trate de ocultar, los partidarios de Khadafi se cuentan por miles dentro de la población en general. El poder de convocatoria de Khadafi, lo que un funcionario inglés calificó de culto a la personalidad, es incuestionable dentro de un conglomerado, que aunque la prensa pro imperialista lo oculte, ha sido favorecido dentro de un programa populista, como resabio de esa intención de Khadafi de crear un estado “dirigido por las masas”.
Precisamente el origen del encono de los Estados Unidos para con Khadafi, fue resultado de la proclamación de una política antiimperialista y el establecimiento de un estado socialista, al inicio de su revolución luego del destronamiento del rey Idris, en 1969. Eran momentos del auge de la guerra fría, cuando el gobierno de los Estados Unidos ejercía con fuerza su papel de policía del mundo y no estaba dispuesto a permitir el surgimiento de movimientos socialistas en el área bajo su vigilancia. Recuérdese el caso de Guatemala, cuyo intento de realizar un gobierno socialista en los años 50s le costó el derribamiento de su incipiente régimen, en una intervención descarada de los Estados Unidos. Khadafi no llegó a consolidar su presunto proyecto socialista, dentro de un movimiento que en su famoso Libro Verde proclamó como una tercera vía, desvinculada del capitalismo y el comunismo, como lo asentó en ese documento político.
La prensa pro occidental afirma de forma mendaz que los rebeldes pelean entre otras razones por el desempleo prevaleciente. Pero eso será porque no quieren trabajar, porque en Túnez están refugiados ahora, en espera de retorno a Libia, más de 40 mil trabajadores inmigrantes, que por el conflicto tuvieron que abandonar sus puestos en ese país petrolero. Aparte de otros tantos millares de trabajadores procedentes de la India y otros países asiáticos, que buscaron refugio en Egipto al producirse el problema.
Libia produce uno de los mejores petróleos del mundo y tiene una posición de tercer país exportador de ese producto en el mundo, lo cual explica que como industria mantiene ocupada a una población que rebasa la oferta de mano de obra de sus propios habitantes. La industria hidráulica tiene también grandes proporciones pues el país cuenta con enormes recursos de agua dulce que han generado proyectos gubernamentales de grandes alcances, lo cual supone también otra inmensa fuente de trabajo.
Los aliados y sus impulsores son hipócritas, porque como lo señala en su columna del viernes el analista internacional Haroon Siddiqui, están jugando un doble standard en su acción de guerra contra Libia. Mientras que azuzados por sus gobiernos lanzan la agresión contra ese país, cierran los ojos ante los sucesos de insurrección en Bahrain y Yemen, el primero invadido por tropas de Arabia Saudita para atacar a los manifestantes antigubernamentales y en Yemen donde una semana sangrienta en contra de las protestas ha dejado un saldo de muertos y heridos. Ambos gobiernos son complacientes con los Estados Unidos.
También en Siria y Jordán, protestas en contra de sus gobiernos tuvieron la última semana un balance de muertos, en particular en Siria país con el que la coalición (la OTAN) no se atreve a meter, más por miedo que por prudencia, mientras que Jordán está protegido por su incondicional alianza con Estados Unidos. Tanto Bahrain, como Yemen, Jordán y Siria, no parecen objetivos de los agresores de Libia pues sus gobiernos no están en la categoría del gobierno de Trípoli, destinado a ser destruido por la voluntad del imperio.
En todo este contexto llama la atención la hegemonía de los Estados Unidos sobre las Naciones Unidas, cuyo secretario general, el surcoreano Ban Ki-moon, ha surgido como una figura política de sumisa obediencia para con la gran potencia del Norte, igual que numerosos de sus antecesores, llevados hasta ese alto cargo impuestos por el gobierno estadounidense. Es importante recordar que cuando la voluntad de los Estados Unidos no fue respaldada en el pasado para la imposición de secretario general de la ONU, se produjeron conatos de amenaza de retirar la proporción económica de esa nación para con ese organismo y hasta la de ponerle las valijas en la puerta a las delegaciones desafectas.
Pero también mal paga el diablo a quien bien le sirve, porque en la agresión participan Francia, de forma directa, cuyo presidente Nicolás Sarkozy es deudor de Khadafi, quien le habría hecho un préstamo personal de varios millones de dólares para financiar la campaña que lo llevó a la presidencia. Porque el dictador Khadafi ha sido generoso no solo para con su pueblo sino con extraños como Sarkozy, quien todavía en noviembre del año pasado durante una reunión de líderes de países de África del Norte, le sobó la espalda en muestra de afecto al líder libio y ahora traiciona esa amistad, tal vez feliz ante la idea de que el eventual tumbamiento de Khadafi lo libre de esa deuda.
Por su parte el presidente de Italia, Silvio Berlusconi, amigo de Khadafi hasta el momento de producirse el conflicto, también es su deudor pues no solo le habrá hecho favores personales sino que le rescató del desastre financiero a la industria Fiat, que de no ser por la cartera abierta del ahora en desgracia líder árabe, hubiera ido a la bancarrota definitiva. Pero la amistad de Khadafi para con Berlusconi ha tenido otros perfiles, porque según nota del diario Toronto Star, de este sábado, los ha unido su afición por los jamborees, o sea estrepitosas aunque privadas fiestas con mujeres, que le han ganado al gobernante italiano el mote de Bunga Bunga, denominación que según la misma nota se le debe a Khadafi, quien le daría ese nombre, tal vez del lenguaje árabe vulgar, a esos festivales de encierro, al estilo de las orgías paganas del pasado. Todo eso muy alegre, pero en contraste con la guerra que habrá de costar mucho dolor al pueblo libio, gracias a la despiadada agresión imperialista.
La Quinta Pata, 27 – 03 – 11
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