domingo, 27 de marzo de 2011

Juicios: la calle y los muros, la voz de los sin voz

Ramón Ábalo

La calle grita más fuerte, mucho más fuerte que todos los medios audiovisuales. Los muros y las paredes más expresivos que todos los diarios juntos. La calle y los muros y las paredes son la guarda de la conciencia colectiva de los sin voz, de los millones de anónimos laburantes, estudiantes, proletarios y clase media, profesionales, académicos, poetas, plásticos, músicos, actrices y actores, maestras, docentes, de muchos doctores y académicos. Todos juntos son ese pueblo innominado en los medios, con identidad propia en la calle y en los muros. Para los oligarcas de todo pelo, es la masa, la chusma, los cabecitas negras, los sin rostro y sin voz. En las paredes y los muros de los barrios mendocinos, en aquel abril de 1972, se llenaron de una breve leyenda: no pague la luz, y ese día 2, las calles céntricas y aledañas se llenaron con la ira popular hasta que una semana después la dictadura lanussiana tuvo que hocicar sus atropellos. Y antes, las calles parieron el cordobazo, el rosariazo, el tucumanazo. Y antes, aquel 17 de octubre de 1944, el de la Patria sublevada, la calle se llenó de furia libertaria y la Casa Rosada rescató la esencia de la patria popular y nacional. La calle, siempre la calle, vibrando por decenas de años, a veces a media voz, con las venas sangrantes, desgarrados los músculos y el esqueleto, transitando y enfrentando el lado oscuro del universo: el dios mercado, el altar sacrosanto de las bolsas, Wall Street, la Sociedad Rural, la UIA y la UCIM, los arzobispados. Y las mazmorras cuarteleras y policíacas de los genocidas del ' 76, las complicidades sin uniformes en las empresas, en las corporaciones profesionales, académicas, partidarias y sindicales.

El tiempo corroe la existencia física, que es mortal. El espíritu sobrevive en la conciencia colectiva del pueblo, y es inmortal. Madres, esposas, hijas/hijos, hermanas/hermanos, militantes de la solidaridad, conformaron, desde el dolor y la bronca, una nueva generación de aquella patria sublevada que tomó la posta de los que cayeron en la lucha. Las paredes ciudadanas resaltaban con trazos gruesos y firmes un grito de combate: paz, pan, trabajo, y ese 30 de marzo de 1982, el terror fue horadado por miles de mendocinos - miles y miles de argentinos en todo el país - y aquella consigna primigenia de la CGT fue sostén de aquella mayor: ¡¡asesinos !!, que se le enrostraba a los genocidas en sus propias narices. Ya no se animaron a reprimir, ni siquiera el más mínimo gesto represivo. En ellos - los asesinos - el espíritu se había bastardeado en las prácticas terroristas y ofídicas. Se sintieron vencidos por la lucha popular, nada menos, y los llevó a lo peor de la condición humana: la cobardía, que lo fue también cuando mataron amparados por las sombras de la impunidad.
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Y aquello de verdad y justicia, ganó también las calles, paulatinamente, y cada 24 de marzo, como hoy, los organismos de derechos humanos: Madres, Abuelas, HIJOS, Expresas y Expresos, Liga Argentina por los Derechos del Hombre, el Movimiento Ecuménico, Casa de la Memoria, Familiares de Detenidos Desaparecidos de Mendoza, APDH San Rafael, y esa conciencia colectiva que paulatinamente se fue alineando bajo aquella consigna verdad y justicia, como aquella otra no olvidamos, no perdonamos ni nos reconciliamos, y todas bajo esta: solo la lucha que se abandona es la que se pierde.

Este mediodía, impulsada por la Comuna de Godoy Cruz, se colocaron en la vereda y el frontispicio de lo que todavía es la Comisaría 7a. de ese Departamento, placas donde se señala que allí funcionó un centro clandestino de detención, en donde se torturó y desde donde desaparecieron militantes políticos y sociales. Y fue Mariú Carrera, actriz y militante de Familiares, quien dijo unas palabras: con la lucha estamos ganando verdad y justicia y a plena luz del día. Y después, concentración y marcha de no menos de quince mil mendocinos, para culminar ante el llamado Palacio Policial, sede del tétrico D2 (inteligencia de la Policía) que fue el mayor centro clandestino de detención, torturas, asesinatos y violaciones en Mendoza. Hoy hemos llegado aquí desde donde por decenas de años venimos dando pelea contra el terrorismo de estado y el genocidio: la calle.

La Quinta Pata, 27 – 03 – 11

La Quinta Pata

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