domingo, 20 de marzo de 2011

El gobierno mete otra vez la cuarenta y tres

Alberto Atienza

El fracaso de la Fiesta de la Vendimia
Fue y es el peor traspié de la historia vendimial. La metida de pata más señera. Única. Acaso insuperable. Los responsables del acto central, del área de gobierno, son los artífices del enorme fracaso. La misma impericia y soberbia con que manejaron los reclamos de los médicos, otros capitostes, pero igualmente desconocedores de las necesidades y sentir de la comunidad, fue la característica de la “negociación” con bailarines y actores.

Funcionarios, comenzando por el gobernador, venidos de lejanos y bellos pueblos, pero ignorantes totales del profundo amor que genera la Fiesta de la Vendimia en los mendocinos de este lado. Especialistas en chivos con cuero, en la venta de miles de hectáreas de tierra malargüina a malayos. Por ejemplo. no saben quién es en la historia de la música mendocina el talentoso intérprete, compositor y maestro llamado Talquenca,. Tiraron por la borda, por pura petulancia, la repetición de la fiesta más querida por la gente de estos pagos.

Lo que les correspondía a esos empleados nuestros trepados en cargos rimbombantes, muy bien pagos, era sacar la fiesta adelante. No emperrarse en negar los reclamos, como hicieron con los profesionales de la salud mientras la gente sufría esperando una intervención quirúrgica. Creyeron y se equivocan que culpando a los artistas de la no concreción del espectáculo quedarían eximidos de responsabilidad. No es así. La función de ellos era hacer la fiesta en la cantidad de repeticiones planificadas. Fracasaron. Deberían haber transado con los reclamos, de alguna manera y luego, llegar a un acuerdo definitivo con la fiesta ya instalada en el alma de la gente. No. Arruinaron todo. Y ahora esgrimen sanciones. Se hacen los justicieros ante una gran cantidad de pueblo dolido, decepcionado.

Personalmente, tengo 30 vendimias en mi haber y jamás he asistido a tan gigantesco desatino, como se dijo, por parte de nuestros empleados transformados en ignaros hijos del rey sol. Asistí a amenazas de paro por un sándwich. A reclamos de diverso tipo. Sufrí fiestas espantosas como la de Bergman y Singer en los 70. Llegué al cielo de los espectadores con la “Vendimia de Cristal” de Abelardo Vázquez. La ruptura del escenario a la italiana de ese genial autor y director. El uso de los cerros. El enorme piso transparente, que cambiaba de colores y acompañaba a la música. Sus textos de elevada poesía, no en lenguaje culterano y “césarbrutesco” como está de moda ahora.
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Recuerdo a una cosa redonda, ridícula, que apareció en el escenario presentándose: “Buenas noches, yo soy uvita” y de ahí en más la banalidad, el lugar común y la somnolencia (Hualpa Acevedo)

A otra fiesta que en el segundo cuadro naufragó y se convirtió en un plomo absoluto (Shewen, Chravalovsky and Co.)

Y una en que los bailarines danzaron bajo un torrencial aguacero, con los cables de energía eléctrica cerca de ellos. Cuando alguno patinaba en el agua acumulada en el escenario el público aplaudía, premiaba ese esfuerzo y pasión que siempre demostraron los artistas de vendimia.

Todas esos espectáculos, malos y buenos, se concretaron. Las asperezas se limaron antes o quedaron para después. No hubo intolerantes en las discusiones. Y la gente volvió contenta a sus casas

Circula toda clase de rumores. El habitante, que se siente engañado, a quien le falta algo y para siempre: asistir a un acto central, habla, comenta, escucha. Se dice que los planificadores del desastre, artistas que se negaron a actuar, fueron una ínfima minoría. Arrastraron a los demás que estaban de acuerdo en participar y los problemas resolverlos después. Ahora bien, ¿cómo es posible que una docena de danzarines, actores y figurantes incida en los demás? “Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos” dijo Winston Churchill al término de la Segunda Guerra Mundial ¿Habrá ocurrido algo parecido con estas repeticiones nonatas? Se sabe que los bandos de “águilas” y “palomas” de los artistas se enfrentaron en agria discusión en el ámbito de la Secretaría de Turismo. Los últimos le endilgaban a los primeros la culpa de que no cobraban ni un peso. Y que cuando les paguen será con un sensible descuento, pues dos espectáculos murieron antes de nacer. Acaso por incumplimiento de contrato, algo que ocurrió por parte de los artistas, no les tiren ni una rupia. Si eso ocurre, costará montar la próxima fiesta en el teatro Romero Day.

La voz de la calle consigna, cierto o no, que hubo influencia política en los bailarines huelguistas. Que fue una puesta en escena dedicada a un gobierno que se sabía, por lo torpe de su esencia, que mordería el anzuelo. De ese modo se tiraría encima, como está ocurriendo, una mano de bleque. Otro rumor da cuenta de sabotajes dentro de los camarines, como el robo del vestuario perteneciente a los artistas “leales” para que no salieran a escena. Se habla de micros sin frenos. De pésima alimentación. Todos hablan. Lo concreto es que las repeticiones de la fiesta, más allá de excelente, regular o pésima, esa es otra historia, no se hicieron. Y a miles de mendocinos les quedó “un vacío imposible de llenar”


La Quinta Pata, 20 – 03 – 11

La Quinta Pata

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