Alberto Atienza
El fracaso de la Fiesta de la Vendimia
Fue y es el peor traspié de la historia vendimial. La metida de pata más señera. Única. Acaso insuperable. Los responsables del acto central, del área de gobierno, son los artífices del enorme fracaso. La misma impericia y soberbia con que manejaron los reclamos de los médicos, otros capitostes, pero igualmente desconocedores de las necesidades y sentir de la comunidad, fue la característica de la “negociación” con bailarines y actores.
Funcionarios, comenzando por el gobernador, venidos de lejanos y bellos pueblos, pero ignorantes totales del profundo amor que genera la Fiesta de la Vendimia en los mendocinos de este lado. Especialistas en chivos con cuero, en la venta de miles de hectáreas de tierra malargüina a malayos. Por ejemplo. no saben quién es en la historia de la música mendocina el talentoso intérprete, compositor y maestro llamado Talquenca,. Tiraron por la borda, por pura petulancia, la repetición de la fiesta más querida por la gente de estos pagos.
Lo que les correspondía a esos empleados nuestros trepados en cargos rimbombantes, muy bien pagos, era sacar la fiesta adelante. No emperrarse en negar los reclamos, como hicieron con los profesionales de la salud mientras la gente sufría esperando una intervención quirúrgica. Creyeron y se equivocan que culpando a los artistas de la no concreción del espectáculo quedarían eximidos de responsabilidad. No es así. La función de ellos era hacer la fiesta en la cantidad de repeticiones planificadas. Fracasaron. Deberían haber transado con los reclamos, de alguna manera y luego, llegar a un acuerdo definitivo con la fiesta ya instalada en el alma de la gente. No. Arruinaron todo. Y ahora esgrimen sanciones. Se hacen los justicieros ante una gran cantidad de pueblo dolido, decepcionado.
Personalmente, tengo 30 vendimias en mi haber y jamás he asistido a tan gigantesco desatino, como se dijo, por parte de nuestros empleados transformados en ignaros hijos del rey sol. Asistí a amenazas de paro por un sándwich. A reclamos de diverso tipo. Sufrí fiestas espantosas como la de Bergman y Singer en los 70. Llegué al cielo de los espectadores con la “Vendimia de Cristal” de Abelardo Vázquez. La ruptura del escenario a la italiana de ese genial autor y director. El uso de los cerros. El enorme piso transparente, que cambiaba de colores y acompañaba a la música. Sus textos de elevada poesía, no en lenguaje culterano y “césarbrutesco” como está de moda ahora.
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