domingo, 10 de abril de 2011

Cobos, triste, momentáneo y nadie

Ramón Ábalo

Por varias razones era previsible para los analistas agudos de la condición humana que las volteretas del Cleto Cobos en la política y en lo institucional, acabarían por marginarlo de toda posibilidad en una carrera en que la traición es un pecado irredimible. Las mieses que le deparó esa noche en el congreso nacional el "mi voto no es positivo" fue lo que decía una anciana jubilada: esas mieses son pan dulce para hoy y pan duro para mañana. Entre esas razones, la principal sería la de la soberbia al estimar el Cleto que su proeza lo erigía como el ganador exclusivo del Gran Hermano, donde se dirimen primacías mediante las artes más oscuras de esa condición humana. En ese ámbito los límites morales han quedado en lo externo de la casa para desplegar lo peor en pos de la premiación mayor: estupro, maledicencia, desparpajo, sexualidad colectiva, engaño, envidia, traiciones, latrocinio. Se sintió acompañado en la trapisonda con un Buzzi que abjuraba – traicionaba – del pasado popular y épico de la Federación Agraria, a la que representaba vergonzantemente en el banquete de los desclasados.

Transitó los primeros tiempos - no más de un año - recibiendo reverencias y honores de los countries, la Sociedad Rural, Clarín, La Nación, TNT, Los Andes, el UNO, la embajada yanqui, de la Lilita, el Duhalde de la DEA, Felipe Solá, Grondona, la Bullrich, el Macri, el Carlos La Rosa, el Correa, el Gabrielli. Un rejuntado con ínfulas de modernidad pero adheridos como felpudos al pasado nefasto de la globalización neoliberal, el genocidio y bendecidos por el dios mercado. Pero tan áurea alumbró la esencia de una personalidad autosuficiente para lo pequeño, lo mínimo. Alumbró, vaya paradoja, lo escuro de su mediocridad. No pudo responder a las honras con actitudes esperables para resguardarlas en los meandros triunfalistas que le exigían el quiebre del poder político en manos de las fuerzas K. El poder real de las corporaciones mediáticas, económicas, financieras, jurídicas y culturales lo elevaron en el pedestal de los incondicionales para ser ariete de la consecución de la hegemonía del poder, pero cojeaban por el faltante político.

Como en el truco, Cobos creyó que con el as de espada le alcanzaba para ganar la partida. Pero enfrente, el adversario, le respondió con 33 de mano y una flor: el bicentenario, la ley de medios, la jubilación mínima, los subsidios de la ley universal por hijo, las reservas, la potestad sobre el banco central, y todo lo que viene hasta octubre. Y también después de octubre en el marco de las políticas nacionales y populares de un gobierno que se sacudió a tiempo y con resolución y sapiencia con olor a pueblo, se expresa en aquel tango: no avives giles que se te pueden volver contra...

Reiteramos lo que dijimos inmediatamente después de la 125 lo de este Cobos, que deviene de una primera traición, a sus correligionarios radicales y a su padre putativo, el Mula Iglesias: su futuro es el de una estrella fugaz en un firmamento apenas azul, más bien oscuro. Desde ahora es de aquellos a los que alguna vez se refirió Borges: a los tristes, momentáneos y nadies. O algo por el estilo

La Quinta Pata, 10 – 03 – 11

La Quinta Pata

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