domingo, 3 de abril de 2011

Las contradicciones en el ataque bélico de la agresora OTAN contra Libia

Alfredo Saavedra

La oposición armada, contra el gobierno de Muammar Khadafi en Libia, en momentos que sufre serios reveses en el campo de batalla, no obstante contar con el apoyo de una poderosa fuerza aérea internacional y el favor de la prensa occidental, ha propuesto un cese al fuego que a todas luces parece ridículo, pues implica obviamente pedirle la capitulación al régimen.

Los rebeldes le exigen al gobierno que retire sus tropas de las principales ciudades, que permita las demostraciones en su contra y, además, como que si fuera poco, que Khadafi se vaya o se entregue, por lo que no será de extrañar que el dictador en respuesta les ofrezca ampliamente extendido hacia arriba el dedo medio de cada mano.

Khadafi no tiene capacidad discursiva y en las cortas entrevistas recientes que los corresponsales de prensa le han hecho, ha desaprovechado la oportunidad de hacer planteamientos válidos, limitándose únicamente a expresar “que el pueblo lo ama” lo cual es cierto solo parcialmente pues es indudable que la población en Libia está tan polarizada como lo están las de Yemen y Siria, por ejemplo.

Pero lo que Khadafi afirmó desde el principio del conflicto y lo cual pareció una declaración distractiva, de que los rebeldes pertenecían a Al Qaeda, ha resultado en cierta forma cierto, pues las mismas fuentes de Washington han aceptado la versión de que hasta un 50 por ciento de la oposición en armas tiene filiación con esa organización musulmana. Un despacho de prensa comenta que las filas rebeldes están compuestas por desertores del ejército institucional, milicias civiles sin entrenamiento militar, muyahidines y afiliados al Hezbollah, siendo estos últimos, con los desertores conscriptos, los que forman la vanguardia de los rebeldes en el frente de batalla.

El líder rebelde Abdel Hakim al-Hasidi, que combate a las fuerzas del gobierno, peleó al lado de los talibanes en Afganistán, en contra de las tropas de ocupación de Estados Unidos y reclutó combatientes para hacer lo mismo en Irak, según reportaje en un diario de Italia. Esa revelación constituyó parte del testimonio ante el senado estadounidense la semana pasada, por parte del almirante James Stavridis, quien reiteró que hay sospechas de que en las filas rebeldes hay elementos de Al Qaeda, Hezbollah y otras facciones.
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Eso, y no las limitantes que contenga la resolución de UN, es lo que ha hecho vacilar a los Estados Unidos y sus aliados para proveer armas a los rebeldes, recordando la experiencia en Afganistán cuando se las dieron a los afganos para combatir a los soviéticos en 1989, para que más tarde esas mismas armas sirvieran para combatir a los estadounidenses. En esas condiciones los que repudian a los Estados Unidos, elevan sus oraciones para que triunfen los rebeldes libios y que después les den con su propia medicina a quienes los apertrechen ahora.

La sospecha de la existencia de Al Qaeda y Hezbollah entre rebeldes no ha sido una novedad para los agentes de la CIA en Libia, en otra revelación que constituye otra contradicción de los Estados Unidos, al aseverar “que no pondría botas” en ese territorio, pero las ha puesto en los pies de la CIA que ya ha consumado la invasión terrestre que el presidente Obama niega. Ya oficialmente el Departamento de Estado admitió el jueves la presencia de agentes de la CIA en el movimiento de oposición a Khadafi.

El viernes la aviación de la OTAN mató varios niños en las proximidades de la ciudad de Bin Jawwad, durante un bombardeo contra un convoy de las fuerzas leales al régimen. Se informó que el bombardeo alcanzó varias residencias de civiles, matando a seis e hiriendo a unos 25. Un despacho de la prensa al lado de los rebeldes, al dar la noticia, aseveró que los padres de los niños muertos “no tenían rencor” contra los causantes del bombardeo, lo cual hay que admitir que es una grosera mentira, pues los libios como todo ser humano son de gran sensibilidad ante la pérdida de un ser querido, mucho más en esas circunstancias, a menos que los padres de esos pequeños asesinados por la OTAN, sean unos verdaderos hijos de puta.

Pero muchas mentiras se han propalado por la prensa virtualmente parcial en servicio de los rebeldes y sus protectores de la OTAN. El lunes, por ejemplo, la corresponsal del diario Toronto Star, Rosie DiManno, al reportar la situación de soldados capturados por los rebeldes en la importante ciudad de Benghazi, escribió que los prisioneros habían declarado que habían recibido órdenes de sus superiores para matar civiles y “violar mujeres”. Para esto último, reportó la DiManno, los soldados “habían sido dotados de grandes cantidades de Viagra”. La reportera no se hubiera hecho eco de semejante patraña, pues es bien sabido que la tal viagra no es un afrodisíaco, independiente de que cae de su peso que los objetivos en un conflicto bélico no son esos, y los oficiales militares lo sabrán muy bien a menos que sean tan brutos como muchos periodistas estacionados en Libia.

Por otro lado hay una fuerte respuesta en los sectores de opinión pública internacional, que condenan el doble rasero de los Estados Unidos y la OTAN, que ignoran la gravedad de la situación en la Costa de Marfil, donde un conflicto interno en la disputa por la presidencia de ese país, ha producido una profunda crisis, mucho mayor que el problema en Libia, sin que se vislumbre ninguna preocupación de los agresores por la miseria de la población en ese otro país africano.

Fuerzas gubernamentales al servicio del presidente Laurent Gbagbo, quien según Naciones Unidas, perdió las elecciones presidenciales el año pasado frente al candidato Alassane Owattara, combaten a la resistencia a favor del que se supone legítimo presidente de Costa de Marfil. La situación se describe muy grave en ese país, donde solo en los últimos meses se ha producido un éxodo de más de un millón de personas y se reporta que la semana pasada hubo 800 muertos por la represión gubernamental.

Los críticos de esa situación afirman que la diferencia en el interés de las naciones comprometidas en la agresión a Libia está en que en ese país están tras del petróleo, que no tiene Costa de Marfil, productora principalmente de cacao. Por supuesto que hay una gran diferencia entre el petróleo, generador de inmensas riquezas y el cacao que es bueno nada más para hacer chocolate, que solo les servirá a los líderes de la OTAN para tomarlo caliente cuando discuten las conveniencias de sus planes de agresión.

La Quinta Pata, 03 – 04 – 11

La Quinta Pata

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