León Guinsburg
No hay restas que sumen, según los marcos científicos. Pero en política es diferente, porque las restas de la oposición suman para el gobierno en este año electoral.
Pero la suma es esporádica, mínima, temporal. En cambio la resta resulta gravosa para la calidad política argentina cuando el país merece debates trascendentes y profundos desde el contexto ideológico para enriquecer en continente y contenido.
El papelón marcado por el ex presidente Duhalde respecto a su singular interna por la candidatura presidencial del Peronismo Federal con el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá, señala lo endeble del funcionamiento cívico de esa fuerza, en lo que parece más una comedia de enredos que una justa política.
Las desafortunadas declaraciones de Fernando Solanas en relación a las elecciones salteñas y las reivindicaciones de los trabajadores despedidos del diario Clarín avisan de un cauce demasiado confuso para una pretendida representación del centro izquierda.
La propuesta de Mauricio Macri de amuchar a toda la oposición bajo una misma candidatura presidencial reafirma las insuficiencias intelectuales de las que adolece el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ya demostradas en otras oportunidades.
El comicio de Chubut, impregnado de groseras irregularidades, pulverizó las aspiraciones presidenciales de Mario Das Neves y comprometió seriamente su futuro político. No fue una elección a suerte y verdad, sino infectada por el virus que produce anemia espiritual en el complejo organismo de la política, que requiere el alimento de la calidad dirigencial.
Leer todo el artículoLas izquierdas dogmáticas, sin proyecto de poder, fragmentadas y resumiendo su accionar a reivindicaciones de sectores ajenos a su marco colándose en sus protestas, no atinan a conformar el polo ideológico que cubra un espacio vacío y necesario del espectro político nacional.
Los casos de Ricardo Alfonsín y Julio Cobos ya entran en lo desopilante cuando el primero, luego de mostrar virtudes histriónicas imitando a la Presidente, dijo convencido que esperaba gran cantidad de votos peronistas para su centenario y alicaído partido. El segundo, sin pudor, discernió ser el primer radical que después de varias décadas logra terminar un período presidencial.
No pocos esperan que Elisa Carrió reaparezca con alguna espectacularidad luego de un estudiado mutismo, suplido por las poco creíbles reiteraciones de Patricia Bullrich, signada por un versátil historial.
El desaliño opositor es conteste a su falta de profundidad en un debate ausente y que amerita el verdadero republicanismo. Esa deuda para con la nación implica perjuicio al pueblo, patéticamente irrepresentado en cuanto a pensamiento dispar de el del oficialismo, que si bien cómodamente podrá triunfar en la próxima contienda electoral, no tan cómodo aparece lidiar con un Congreso que no acuerda ni aporta, oponiéndose sistemática y hormonalmente a todo lo posible, a todo lo probable y a todo lo tangible.
Y peor aún, haciendo muchas veces el caldo gordo o actuando en consonancia con factores económicos que no persiguen precisamente el bienestar general.
La política de vacío de una oposición que no demuestra aptitud para llenarlo encumbra a esos espacios a factores económicos de cuya nocividad el tiempo dio hartas pruebas, así como dio pruebas de su notoria inescrupulosidad.
Los embates para lograr un estado inerte que sirva a sus fines son historia vieja y reiterada, sea por coacción a gobiernos elegidos o por fomentar golpes de estado catastróficos para el devenir de los argentinos.
Como las democracias falentes no sirven porque no dejan saldo positivo, la potenciación de las diferentes vertientes ideológicas de la ciudadanía ya constituye un deber de la clase política, esencialmente de quienes representan las distintas variables de los intereses populares, fuera de las que –existieron, existen y existirán – las que se desempeñan en favor de elites o clases sociales poco proclives a favorecer a las mayorías y a defender el patrimonio nacional.
Por último, es bueno recordar que el pueblo siempre acompaña a quien lo representa bien, y cuando se confunde o equivoca, remedia el error impulsando al ostracismo y al olvido político a quienes lo defraudan.
Télam, 17 – 04 – 11
La Quinta Pata
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