domingo, 22 de mayo de 2011

La imaginación al poder

Viviana Demaría y José Figueroa

El virus de la rebelión
El diario británico The Times, envió a su corresponsal a Alemania para entrevistar a los soldados franceses. La gran mayoría eran hijos de trabajadores que cumplían el servicio militar obligatorio. Uno de los entrevistados por The Times respondió a la pregunta de si abriría fuego contra los trabajadores: “¡Nunca! Pienso que los métodos (de los trabajadores) pueden ser algo duros, pero yo soy hijo de un trabajador”.
En su editorial The Times hacía la siguiente pregunta: “¿Puede De Gaulle utilizar el ejército?” y respondía a su propia pregunta diciendo que quizás pudiese utilizarlo una vez . En otras palabras, un solo enfrentamiento sangriento bastaría para romper en pedazos el ejército.

“Como todos los soldados de la leva, estamos confinados en los cuarteles. Se nos está preparando para intervenir como fuerzas represivas. Los obreros y los jóvenes tienen que saber que los soldados del contingente nunca dispararán contra los trabajadores . Nosotros, los Comités de Acción, nos oponemos a toda costa a que los soldados rodeen las fábricas. Mañana o pasado se espera que rodeemos una fábrica de armamento cuyos trescientos trabajadores quieren ocupar. Confraternizaremos . “Soldados del contingente ¡formad vuestros comités!”. Estas declaraciones pertenecían al Regimiento de Infantería Mecanizada estacionado en Mutzig.

El portaaviones Clemenceau que debía ir al Pacífico para una prueba nuclear, dio la vuelta y regresó sin ninguna aclaración convincente a la base de Toulon. Llegaron noticias de un motín a bordo. La disciplina en la marina se descomponía aceleradamente a medida que el tiempo pasaba.

Le Monde publicaba el 13 de mayo una declaración de una organización sindical de la policía que representaba al 80 por ciento de la fuerza en la que la institución “...considera la declaración del primer ministro como un reconocimiento de que los estudiantes tenían razón, y como una renuncia total a las acciones de la fuerza policial que el gobierno mismo ha ordenado. En estas circunstancias es sorprendente que no se buscara un diálogo efectivo con los estudiantes antes de que se produjesen estos lamentables acontecimientos”. Ya no se podría contar con ellos para limpiar el Barrio Latino ni las universidades, radios, fábricas, puertos y usinas tomadas.

El “ala dura” de los servicios secretos y el departamento de inteligencia encargado de la información sobre la actividad estudiantil ha estado deliberadamente privando al gobierno de información sobre los dirigentes estudiantiles, en apoyo de sus reivindicaciones salariales… señalaba el The Times. Ya se habían sumado a la huelga general, siguiendo lo que sus “camaradas” ya habían comenzado a practicar: policías de diferentes comisarías locales se negaron a continuar patrullando las intersecciones y las plazas de la capital.

Papa, cuéntame otra vez
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“Pasaban constantemente filas de personas. Había secciones completas de personal hospitalario con batas blancas, algunos llevaban carteles en los que se podía leer: Oú sont les disparus des hôpitaux? (¿Dónde están los heridos desaparecidos?). Cada fábrica, cada centro de trabajo importante parecía estar representado. Había numerosos grupos de ferroviarios, carteros, gráficos, personal del subte, trabajadores del aeropuerto, comercio, electricistas, abogados, saneamientos, banca, construcción, del vidrio y el sector químico, mozos, empleados municipales, pintores y decoradores, trabajadores del gas, dependientas, oficinistas de aseguradoras, barrenderos, operadores de cine, colectiveros, profesores, trabajadores de las nuevas industrias del plástico, todos ellos en filas, la sangre de la sociedad capitalista moderna, una masa interminable, una fuerza que podía arrastrar todo lo que se encontrara a su paso, si se decidía a hacerlo”. De esta manera, Alain Geismer relataba alucinado, la marcha interminable e infinita del millón de franceses por París el 13 de mayo.

Los dirigentes de los sindicatos esperaban que esta manifestación bastaría para detener el movimiento, no tenían intención de continuar y extender la huelga general. Para ellos la manifestación solo era una forma de liberar presión. Pero una vez que comenzó, el movimiento pronto adquirió una vida propia. La convocatoria de huelga general fue como una piedra lanzada sobre un lago tranquilo. Las ondas se extendieron a cada rincón de Francia. Aunque sólo había aproximadamente tres millones y medio de trabajadores organizados en sindicatos, en la huelga participaron diez millones y comenzó una oleada de ocupaciones de fábricas en toda Francia.

El 14 de mayo, un día después de la manifestación de masas en París, los trabajadores ocuparon Sud-Aviation en Nantes y la fábrica de Renault en Cléon, seguidos por los trabajadores de Renault en Flins, Le Mans y Boulogne-Billancourt. Comenzaron huelgas en otras fábricas por toda Francia, además de RATP (transporte metropolitano de París: colectivos, subte, trenes) y SNCF (ferrocarriles). No se distribuían los diarios. El 18 de mayo, los mineros del carbón dejaron de trabajar y el transporte público se paralizó en París y en otras ciudades importantes. Los ferrocarriles nacionales fueron los siguientes, seguidos por el transporte aéreo, los astilleros, los trabajadores del gas y la electricidad (que decidieron mantener el suministro doméstico), los servicios postales y los ferris que cruzan el Canal de la Mancha.

Los trabajadores tomaron el control de los suministros petroleros en Nantes, negaron la entrada a todos los camiones cisterna que no llevaban autorización del comité de huelga. Se colocó un piquete en el único surtidor de gasolina que funcionaba en la ciudad, así se garantizaba que él único combustible suministrado era para los médicos. Se establecieron contactos con las organizaciones campesinas en las zonas circundantes, se organizaron los suministros de comida, los precios eran fijados por los trabajadores y los campesinos. Un litro de leche se vendía a 50 céntimos comparado con su precio normal de 80 céntimos. El kilo de papas pasó de 70 a 12 céntimos. Uno de zanahorias de 80 a 50 y así sucesivamente.

Los estudiantes, los profesores, los profesionales, campesinos, científicos, futbolistas, incluso las bailarinas del Folies Bergéres salieron a la lucha. En París, los estudiantes ocuparon la Sorbona. El teatro de l'Odéon fue ocupado por 2.500 estudiantes y los estudiantes de secundaria ocuparon los institutos. Dos millones de campesinos bloquearon las rutas y distribuían comida gratis para los huelguistas.

La fiebre de la ocupación afectó a la intelectualidad. Los médicos radicales ocuparon los locales de la Asociación Médica, los arquitectos radicales proclamaron la disolución de su asociación, los actores cerraron todos los teatros de la capital, los escritores encabezados por Michel Butor ocuparon la Societe de Gens de Lettres en el Hotel de Massa. Incluso los ejecutivos de las empresas participaron ocupando durante un tiempo el edificio del Conseil National du Patronat Francais, después se trasladaron a la Confederation Generale des Cadres.

Como las escuelas estaban cerradas, los profesores y los estudiantes organizaron guarderías, ludotecas, comidas gratuitas y actividades para los hijos de los huelguistas. Se crearon comités de mujeres de huelguistas que jugaron un papel destacado en la organización de los suministros alimenticios. No sólo los estudiantes, sino también los abogados profesionales estaban infectados por el microbio de la revolución. Los astrónomos ocuparon un observatorio. Hubo una huelga en el centro de investigación nuclear de Saclay, donde la mayoría de los 10.000 empleados eran investigadores, técnicos, ingenieros y científicos. Incluso la iglesia se vio afectada. En el Barrio Latino, jóvenes católicos ocuparon la iglesia y exigían un debate en lugar de misa. El 25 de mayo, la radiotelevisión estatal, la ORTF, se puso en huelga. Suprimieron las noticias de las ocho de la tarde. Los impresores y los periodistas impusieron una especie de control obrero sobre la prensa. Los periódicos “burgueses” tenían que someter sus editoriales al escrutinio y tenían la obligación de publicar las declaraciones de los comités obreros.

Seudorrevolucionarios y provocadores fascistas
“Pese a sus contradicciones, estos grupúsculos – algunos centenares de estudiantes- se han unificado dentro de lo que ellos llaman “Movimiento 22 de Marzo-Nanterre”, dirigidos por el anarquista alemán Cohn Bendit. No satisfechos con la agitación que conducen en los medios estudiantiles –agitación que se dirige en sentido opuesto a los intereses de las masas estudiantiles y favorecen las provocaciones fascistas- he aquí que estos seudorevolucionarios abrigan ahora la pretensión de dar lecciones al movimiento obrero. De vez en vez se los encuentra a las puertas de las empresas o en los centros de trabajadores inmigrantes, distribuyendo volantes u otro material de propaganda…estos falsos revolucionarios deben ser enérgicamente desenmascarados porque, objetivamente, sirven a los intereses del poder y de los grandes intereses capitalistas”.

Esta fue la bienvenida que el Partido Comunista de Francia le dio a los estudiantes cuando tomaron Nanterre y todo comenzó.

¿Fue una revolución?
Trotsky explica que una revolución es una situación donde la masa de hombres y mujeres normalmente apática comienza a participar de manera activa en la vida de la sociedad, cuando adquiere conciencia de su fuerza y se mueve para tomar en sus manos su destino. Eso es una revolución. Y es lo que ocurrió a una escala colosal en Francia en 1968.

Los trabajadores franceses estiraron los músculos, fueron conscientes del enorme poder que tenían en sus manos. Aquí vimos el poder inmenso de la clase obrera en la sociedad moderna: no se enciende ni una lámpara, no se mueve ninguna rueda y no suena ningún teléfono sin el permiso de los trabajadores. Mayo de 1968 fue la respuesta final a todos los cobardes y escépticos que dudan de la capacidad del proletariado para cambiar la sociedad.

La correlación de fuerzas de clase se expresó aquí, no como un simple potencial o una estadística abstracta, sino como un poder real en las calles y en las fábricas. En realidad, el poder estaba en manos de los trabajadores, pero no lo sabían. Como cualquier otro ejército, la clase obrera necesita una dirección. Y eso es lo que estaba ausente en mayo de 1968.

Aquellos que deberían haber proporcionado la dirección, los dirigentes de las organizaciones de masas de la clase, los sindicatos y el Partido Comunista, no tenían la perspectiva de tomar el poder. Su única preocupación era terminar la huelga lo más rápidamente posible, devolver el poder a la burguesía y regresar a la “normalidad”.


La Quinta Pata, 22 – 05 – 11

La Quinta Pata

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