Viviana Demaría y José Figueroa
Cuando está de veras viva,
la memoria no contempla la historia,
sino que invita a hacerla
Eduardo Galeano
“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven”.
Con estas palabras Eric Hobsbawm expone el desafío al que nos empuja este milenio: cómo formar parte de este mundo. Crítica y memoria se convierten entonces en los materiales necesarios para esta labor imprescindible.
El material humano
Si nuestra biología fue dicha por Carl Sagan con la poesía suficiente como para maravillarnos al escuchar que éramos “polvo de estrellas”, es tiempo ya de reconocer que nuestra subjetividad está constituida por el mismísimo material de los sueños. De los singulares y los colectivos.
Es nuestro paso por este mundo – las huellas que dejamos en él – la pluma con la cual se escriben las hojas de la historia. Historia que luego garabatea sobre lo colectivo y lo singular a través de sus relatos de presencias y ausencias, de sus recuerdos y sus olvidos. De este modo, psique y sociedad, se entrelazan produciendo humanidad.
En este sentido, los actos del recuerdo siempre están al servicio de las acciones presentes. Se recuerda para poder sentir, evocar, imaginar, desear, sentirse impelido a hacer algo, aquí y ahora, o en un futuro más o menos próximo. Lo importante es tener a disposición una red significante donde hacer pie en nuestra vida cotidiana. Sea a través de los grandes relatos colectivos, de las mínimas historias familiares o de nuestra cotidiana narrativa identitaria. Lo menos importante es, en definitiva, la exactitud término a término entre el recuerdo y el acontecimiento o el objeto a recordar. Ese territorio pertenece a la pretensión de objetividad que “el pasado” de la Historia – como disciplina científica – intenta restituir.
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1 comentario :
Muy bueno queridos amigos, en esa tarea estamos empeñados. Abrazo y buen comienzo de semana
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