Atilio Baldini
*
En 1918 se produjo el primer cruce en avión de la cordillera de los Andes en su parte más alta de la historia universal; el aparato partió de Chile y aterrizó en Lagunita, dentro del departamento de Guaymallén.
“En las primeras horas de la mañana de ayer difundiose por todos los ámbitos de la ciudad la gran noticia de que un esforzado soldado del ejército chileno, el teniente del cuerpo de aviación de la nación trasandina, don Dagoberto Godoy, había aterrizado en la Lagunita (Guaymallén) después de atravesar la cordillera de los Andes en un solo y arriesgado vuelo que, desde luego, otorga al aviador chileno una posición culminante entre la pléyade de hombres que han expuesto su vida, no ya en aras del adelanto científico, sino también por el mayor renombre de su país”.
El día de referencia era el 12 de diciembre de a918 y este era el primer párrafo con que comenzaba la crónica de la edición del día posterior el diario
Los Andes.
El ámbito: la montaña El más extraordinario montaje hasta el día de hoy – el italiano Reinhold Messner – alguna vez refiriéndose a su pasión por la montaña dijo que era “porque la montaña está allí”. Y de algo estoy seguro: la majestuosidad, la grandeza de la montaña quizá solo sea comparable con la inmensidad de la pampa argentina.
Esta sensación debe haber sido experimentada por aquellos aviadores de la era épica de la aviación y aún por muchos de aquellos que hasta el día de hoy enfrentan al Andes majestuoso desde el aire.
Ya en los primeros tiempos de la aviación se sintió la necesidad de superar el macizo andino por su parte más elevada, llamada Cordillera Central o Cordillera Real, que alcanza su punto máximo en el Centinela de Piedra, el Aconcagua, cuyos 6.954 metros de altura lo hacen el pico más elevado de los Andes y del continente americano y a la vez es el cordón de montaña más elevado del planeta después del Himalaya.
Leer todo el artículoParte de aquella fascinación por cruzar la Cordillera de los Andes derivada del afán de todo hombre de superar cada vez más las distintas dificultades que la naturaleza presentaba a la actividad aérea y paralelamente existía el interés de superar la montaña porque a ambos lados de la misma se encuentran asentadas las más grandes ciudades que existen en todo el extenso límite natural entre Argentina y Chile: Mendoza y Santiago, separada por unos 200 kilómetros de montaña.
Por su situación geográfica, Mendoza fue sitio de preferencia para iniciar o terminar empresas aéreas importantes. Esta atracción estuvo presente en el espíritu de los aviadores argentinos y extranjeros, siendo Jorge Newbery el más entusiasta para encarar la empresa, hasta que la fatalidad del 1° de marzo de 1914 terminó con su anhelo.
Los primeros cruces
Quienes primero cruzaron la cordillera por el aire fueron los argentinos Eduardo Bradley y Ángel María Zuloaga en el globo “Eduardo Newbery” el 24 de junio de 1916 uniendo Santiago de Chile con Uspallata.
El primero que la cruza en un avión es Luis Candelaria – también argentino – el 13 de abril de 1918 entre Zapala, provincia de Neuquén y Cunco en territorio chileno. Había cruzado los Andes por el sur, entre la latitud 35-39 grados.
¿Y las altas cumbres? Esas se mantienen imbatibles y solo el cóndor se enseñorea sobre ellas. Existe el acuerdo tácito de que la gloria será para quien realice el cruce en avión entre los 31 grados y los 35 de latitud sur, donde se alzan los más temibles picachos con alturas que superan los 6.000 metros.
La travesía
Como compensación a la requisición de buques de guerra chilenos en astilleros ingleses durante la Primera Guerra Mundial, Inglaterra entrega a Chile una partida de aviones para su aviación militar. Entre ellos una dotación de aviones Bristol M.1C, que fueron armados bajo la supervisión del oficial inglés mayor Victor Huston.
Estos aviones monoplanos fueron destinados a la entonces 1ª. Compañía de Aviación del Ejército, habiéndose efectuado su primer vuelo en Chile el 19 de noviembre de 1918.
Menos de un mes más tarde y casi sin gran experiencia con este nuevo material aéreo, el entonces teniente Dagoberto Godoy Fuentealba, piloto instructor de la Escuela Militar de Aeronáutica, iniciaba con el BristolM.1C N° 4988 el jueves 12 de diciembre de 1918 la histórica travesía desde el Aeródromo de El Bosque, Santiago de Chile a Mendoza, a ravés de los Andes por su parte más alta.
A las 5 de la madrugada del 12 de diciembre Godoy se ubicó en la cabina. Huston le dio las instrucciones finales, al término de las cuales le golpeó cariñosamente al aeronauta la espalda y le señaló la cordillera.
El Bristol despegó gallardo y en espiral fue ascendiendo hasta alcanzar en pocos minutos la altitud requerida para franquear la inmensa mole. A casi 6.000 metros vuela junto al majestuoso Tupungato.
La velocidad fluctuaba entre 180 y 190 kilómetros por hora y la máxima altura registrada fue de 17.300 pies (5.275 metros).
Pasada la frontera reduce el motor para planear y se produce un momento de zozobra cuando la bomba automática del carburante deja de funcionar y debe hacer llegar el combustible con la bomba de mano con lo cual el motor recupera su funcionamiento normal.
Para encontrar a la ciudad de Mendoza, Godoy se guía por el curso del río del mismo nombre, y al cabo de algunos minutos divisa a lo lejos la población, cuyos detalles no se distinguían debido a la densa bruma reinante.
Muchas son las personas que temprano en la mañana se sorprendieron con la aparición del aeroplano, el que después de hacer recorridas por parte de la ciudad y el departamento de Guaymallén, se dirigió hacia Las Heras por sobre la parte este de la ciudad, donde desapareció.
El aterrizaje
Conocedor el teniente Godoy de las propiedades del campo de Los Tamarindos para el aterrizaje, había resuelto hacerlo allí, pero no pudiendo encontrarlo se dispuso hacerlo en un campo de la Lagunita, donde debido a su poca extensión, el aparato luego de sortear una alambrada, tuvo un choque con una acequia, sufriendo la rotura del tren de aterrizaje, la hélice y una de las alas.
La finca donde se produjo el aterrizaje era de propiedad del señor Bertoletti (que en el diario La Montaña se menciona como Bertini).
Eran las 6:35 de la mañana y luego de 90 emocionantes minutos con una temperatura de varios grados bajo cero, carencia de oxígeno y combustible por terminar, un sueño largamente acariciado por argentinos y chilenos se ha cumplido… ¡Había cruzado los Andes!
La gloria
Una de las personas que desde que notaron la aparición del aparato no lo dejaron de perder de vista fue el entusiasta sportsman Héctor Mackern, quien en pocos minutos encontró al teniente Godoy y después de felicitarlo efusivamente por la hazaña que acababa de realizar, lo llevó en su automóvil hasta el consulado chileno.
Esa misma noche se lleva a cabo un gran banquete en obsequio del flamante héroe. Idénticos agasajos han de prolongarse ininterrumpidamente todos los días hasta que Godoy regresó a su patria en el tren ferrocarril Trasandino el día 16.
En tanto el aeroplano con que había cruzado la cordillera fue desarmado el mismo día 12 y embarcado en un vagón del tren que partió el sábado 14.
Es interesante destacar que el día siguiente de su arribo, los jefes y oficiales del Regimiento 16 de Infantería y el 1° de Artillería invitaron al teniente Godoy a realizar una gira en automóvil por varios puntos de la provincia. Primeramente se dirigieron a la bodega Arizu donde fue agasajado, después se dirigieron al campamento del Plumerillo a objeto de hacerle conocer la ubicación del lugar de aterrizaje allí existente y que no había logrado avistarlo el día anterior desde el aire.
Homenaje del amigo
Once años más tarde de la hazaña del teniente Dagoberto Godoy el dueño de la finca donde aterrizó, de nombre Umberto Bertoletti, hizo erigir un monolito de dos metros de altura en el lugar del descenso con una inscripción alusiva a la hazaña de Godoy.
Este consiste en una lápida de granito gris azulado en la que hay exquisitamente tallado en la parte superior un círculo y rodeado a ambos lados por una rama de laurel – que es figura de la victoria – aparece una hélice de avión sobre un fondo de los altos picachos de la cordillera.
Debajo del mismocon nítidas letras sobre un fondo claro la leyenda:
Al intrépido aviador chileno teniente Dagoberto Godoy que primero cruzó los majestuosos Andes el 12 de noviembre de a918 aterrizando en este sitio Umberto Bertoletti este homenaje dedica MCMXXIX.
Y una rareza, involuntaria al momento de la confección del monolito pero que constituye lo que este autor considera una “malversación histórica” señala como mes de la hazaña a noviembre y no diciembre.
El monolito se encuentra ubicado en el distrito El Sauce del departamento de Guaymallén y se accede al mismo luego de transitar por el carril Mathus Hoyos pasado la estación Lagunita del ex Ferrocarril General San Martín unos 1.500 metros a mano derecha nace la calle Nuestra Señora del Carmen y a unos 800 metros, justo al inicio del barrio Cooperativa Bermejo en una de las esquinas de un sitio eriazo.
Aparentemente no sería el lugar exacto del aterrizaje porque según algunos historiadores de Chile en alguna época el monolito habría estado cubierto de malezas y quizá derribado por lo que el autor de este artículo agradecerá a aquellas personas que puedan aportar datos que contribuyan a preservar la exactitud histórica.
Finalmente ha sido interesante observar las distintas denominaciones con que se distingue el lugar y entre otras cosas se ha notado: Lagunita, tal como aparece en el cartel y galpón de la estación ferroviaria; la Lagunita, así mencionada en las crónicas de la época; Lagunitas, como es conocido en Chile; Lagunillas, según algún autor argentino; etc., pero en todos casos, del departamento de Guaymallén.
Guaymallén. Historia y Perspectivas. Pablo Lacoste (compilador) Págs. 94 – 97. Diario Uno, 30 – 05 – 96
La Quinta Pata
No hay comentarios :
Publicar un comentario