domingo, 17 de julio de 2011

Muerte de Facundo Cabral ¿Una mala jugada del destino?

Alfredo Saavedra

Era el amanecer del sábado 9 del corriente mes. A las cinco de la mañana Facundo Cabral estaba preparado para abandonar el hotel Grand Tikal Futura, al suroeste de la ciudad de Guatemala, donde se habría alojado durante su permanencia en el país, para dos presentaciones. La primera fue en la occidental ciudad de Xelajú y la segunda en la capital, la noche anterior a su salida. Se suponía que lo llevaría al aeropuerto internacional, de retorno a la Argentina, un transporte del hotel, pero en cambio lo hizo en un automóvil del empresario Henry Fariña, lo cual parece que selló su mala suerte para morir a eso de las 5.20, a menos de un kilómetro del hotel, acribillado por una ráfaga de balas destinada a Fariña, de acuerdo con la versión oficial de los hechos.

La prensa en Guatemala informó que Fariña es propietario del centro nocturno Elite Night Club, situado en la exclusiva zona 10 de la ciudad de Guatemala y con establecimientos similares en Nicaragua, Costa Rica y Panamá, lugares que, según los medios de comunicación, son puntos de distribución de drogas.

A partir del infortunado suceso que cortara la vida a Facundo Cabral, la prensa en Guatemala principió a especular sobre presuntos vínculos de Fariña con el crimen organizado, que tiene fuerte presencia en ese país centroamericano, donde opera con supuesta impunidad el llamado Cartel de los Zetas, tenebrosa organización con base en México. El diario La Hora , en Guatemala, en su edición del jueves dice que se sospecha de los posibles vínculos del empresario con el Cartel de Sinaloa, de probables conexiones con otras estructuras del crimen organizado.

En esas condiciones es de conjeturar que el contratista de Cabral era un individuo de potencial peligro para ser su acompañante. Y si su automóvil era seguido por una escolta de guardaespaldas bien armados, no cabe duda de que Fariña estaba en antecedentes de la eventualidad de un ataque en su contra. Entonces surgen las siguientes interrogantes: Por qué el empresario dispuso llevar al aeropuerto a Facundo, cuando ya el popular artista tenía disponible un transporte garantizado por el hotel. Y por qué Cabral aceptó ser llevado por Fariñas, apercibido del aparato de seguridad de su contratista, lo cual podría hacer suponer que algún riesgo tendría el empresario.

Como sea, con el correr de los días y con las revelaciones de las autoridades y la prensa, todo hace conducir a la certeza de que el atentado estaba dirigido contra el empresario, dentro de la rivalidad que prevalece en el crimen organizado y porque además las capturas de los supuestos sicarios, hace deducir que habrán confesado su participación en el crimen con los pormenores del caso. Porque estos sujetos, capturados dentro de un eficiente operativo de las autoridades, tras el revuelo que causó en el público el asesinato del artista, resultaron ser matones a sueldo pagados por otros niveles de la delincuencia.
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Pero como estos sicarios, como en ocasiones anteriores, corren el riesgo de ser eliminados aún en la cárcel, queda la incógnita de que si los autores intelectuales del crimen puedan ser descubiertos o en otro caso lleguen hasta ser encubiertos por las propias autoridades. Porque para llegar a esta última conclusión resulta muy revelador lo afirmado recientemente por el editor del diario El Periódico, importante matutino en Guatemala, quien en un interesante documento expone lo siguiente:

A nadie escapa que el crimen organizado ha infiltrado y controlado el estado, desde los tiempos de Lucas García (presidente de Guatemala 1978-1982) hasta nuestros días. Al extremo que, por norma, el nombramiento del general, ungido como flamante ministro de la defensa de cada nuevo gobierno, ha sido producto del sabio consejo, siempre al oído, del siniestro y sofisticado general Ortega, al presidente electo de turno. (¿General Ortega contacto principal con el crimen organizado?)

Álvaro Colom (actual presidente de Guatemala) no fue la excepción: Ortega utilizó a Charly Quintanilla, policía de barrio y millonario albañil del crimen organizado, como títere y operador político para copar la cúpula militar, gobernación, la SAE , SAAS, Migración, puertos, aeropuertos y aduanas, entre otras posiciones clave para el éxito del contrabando convencional, el narcotráfico, el tráfico de seres humanos, el tráfico ilegal de armas y el lavado de dinero.

Por denunciar esa repugnante realidad, a principios de agosto de 2008 fue asesinado salvajemente el general Mauro Jacinto (Gerónimo), quien me ayudó a entender, meses antes, a lo largo de tres maratónicas reuniones, la lógica y los entretelones de los nombramientos de la maquinaria delincuencial. Esa información la publiqué con todos sus detalles. Cinco días después del atroz asesinato de Gerónimo, que sigue bajo el manto del misterio y la impunidad, sufrí un intento de asesinato disfrazado de secuestro, que me llevó a realizar una larga siesta de más de 20 horas, al lado de su majestad la muerte, en El Tejar, Chimaltenango. (Población del altiplano central del país).

Gerónimo me explicó –con testigos que siguen vivos– que entre la primera y segunda vuelta electoral, el entonces candidato Colom recibió más de Q16 millones de los capos locales (Juancho León, los Mendoza y los Lorenzana), por medio de Quintanilla; y más de Q20 millones de los Zetas, a través Obdulio Solórzano, quien, por cierto, era yerno de facto del Loco Turcios, capturado en Belice por la DEA. (Los Mendoza y los Lorenzana son señores de la mafia, al estilo de los de Colombia, en el nororiente de Guatemala).

En tiempos de Portillo, (ex presidente de Guatemala) el propio crimen organizado alcanzó por la vía electoral el Poder Ejecutivo y la mayoría del congreso, y permeó los sótanos más profundos del poder judicial. En el ejército, dejaron estratégicamente colocados a los oficiales que desde el 2004 hasta el 2020, paulatinamente han ido e irán ascendiendo a generales y formando el alto mando, la cúpula militar del momento. Los oficiales escogidos como eslabones de esa enorme cadena son conocidos con el nombre de Durmientes, quienes van “despertando” a su debido tiempo.” (Los Durmientes, nueva filiación del crimen organizado).


Hasta ahí lo que se reproduce de lo documentado por el editor del diario El Periódico, para dar una idea de las vinculaciones del gobierno (estado) con el crimen organizado. Si dentro de ese escenario se produjo el atentado contra Fariña, quien por cierto, al salir herido en el ataque del sábado 9, ha estado en recuperación en un hospital privado, no cabe duda de que Facundo Cabral resultó ser una “víctima colateral” como se estila decir en la actualidad.

Al conocerse la noticia el sábado en las primeras horas de la mañana, la primera impresión que prevaleció en el público fue que el cantautor había sido asesinado por su rol en la canción de protesta. Pero el concepto de una conspiración de esa naturaleza no podía sostenerse por cuanto Cabral había estado ya anteriormente en el país, aún en tiempos de enfrentamiento ideológico, lo cual haría pensar en mayor vulnerabilidad para los artistas como él. Además los grupos de poder, que incluyen a los sectores de la derecha que en el pasado tuvieron aversión al arte de la denuncia social, están ahora más atentos al fenómeno de la violencia provocada por la delincuencia que es en estos tiempos más de temer que los trovadores de coplas y guitarra.

En todo caso la reacción del público fue de indignación y fueron miles de personas que se presentaron al lugar del atentado durante todo ese sábado, colocando ofrendas florales en ese sitio. Al día siguiente se organizó una manifestación en la plaza central de la ciudad de Guatemala, donde los manifestantes expresaron su repudio por el crimen y su simpatía por el artista argentino. Abundaron los rótulos con las leyendas Perdón Facundo, Perdón Argentina, Perdón al mundo.

La ironía es que Facundo, que entre sus aspiraciones, durante su infancia, habría estado la de ser bombero, fue a morir frente a una estación de bomberos, donde en vano quisieron asistirlo en sus momentos finales. El destino de cada uno es indescifrable y en el caso de Facundo Cabral puede decirse, como lo dicen en la cultura inglesa, que su fatalidad estuvo por encontrarse “en un mal lugar, en un mal momento”. Entonces, ¿fue esta una mala jugada del destino?

La Quinta Pata, 17 – 07 – 11

La Quinta Pata

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