Guillermo Almeyra
Llama la atención en la intervención imperialista de la OTAN en Libia que, a diferencia de lo que sucedió en los bombardeos al pequeñísimo Kosovo, los ataques aéreos se concentren sobre las ciudades y sean casi 10 veces menos numerosos que los que se abatieron sobre Serbia. Además, las refinerías y los campos petrolíferos no fueron atacados porque ya desde hace años, gracias a Khadafi, pertenecen a empresas italianas, francesas y británicas, las cuales esperan seguir produciendo combustible dentro de sólo unos días (a fines de septiembre, dice el ENI).
Todo parece indicar que el carácter y la magnitud de los bombardeos derivan de la decisión de amedrentar y golpear sobre todo a la población civil en los centros donde Khadafi tiene base (tribal o política) y de no desorganizar demasiado ni al ejército ni a la policía, para utilizarlos después en la reconstrucción política y material del país, a diferencia de lo que hicieron con el ejército y la policía baasistas en el Irak pos Saddam Hussein.
Como se ve en la televisión, los antikhadafistas no han recibido medios militares pesados de ningún tipo, como artillería de campo o tanques, y se desplazan en camionetas reacondicionadas para llevar ametralladoras o lanzacohetes. El armamento de sus milicianos consiste en piezas livianas, lo cual sugiere también que la OTAN desea alargar los plazos de la eliminación del régimen de Khadafi para poder llegar a acuerdos con algunos tránsfugas del mismo y con las tendencias más conservadoras y proimperialistas del Consejo Nacional de Transición (CNT). Y también, fundamentalmente, que los imperialistas saben perfectamente que una cosa es negociar con ex ministros de Khadafi – reciclados a última hora– o con monárquicos, comerciantes y bandidos de todo tipo, y otra muy diferente tratar con tendencias islámicas antiimperialistas o con militares y militantes nacionalistas marxistizantes presentes no tanto en el CNT (donde estos grupos están en minoría) sino en la masa de combatientes armados y los chehabs (muchachos) que ya han declarado al comienzo de la rebelión que no tolerarán la invasión de tropas extranjeras y que acaban de repetir que no aceptarán ni siquiera cascos azules de la ONU.
Esta – trascendió – tiene un plan que la prensa italiana ya hizo público: el mismo plantea convocar en ocho meses una constituyente y realizar elecciones generales en un plazo de 20 meses, que serán muy pocos porque estarán jaloneados por los juicios a los responsables de crímenes de guerra y de delitos económicos contra el país y porque en Libia jamás existieron partidos ni experiencias electorales y subsistirá el enfrentamiento inter tribal. Para que pueda haber un mínimo de orden, la ONU espera destacar en Libia a 200 supuestos observadores militares desarmados (en realidad, agentes de las potencias especializados en comprar apoyos tribales y políticos) y 190 policías que trabajarán entrenando y capacitando a la nueva policía surgida del derrumbe khadafista. Todo eso, sin duda, será resistido en nombre del antiimperialismo por la población (khadafista o antikhadafista) y por sectores importantes (comerciales, regionales, tribales o políticos) de las mismas clases dominantes libias.
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