domingo, 4 de septiembre de 2011

Romano: tocata y fuga en el Pacífico

Ramón Ábalo

No lo esperaba. O sí. Acostumbrado a la impunidad debe estar cavilando sobre el próximo tramo de un destino que ya transcurre por carriles sin misterios ni sorpresas. Hace apenas unos días el inexpugnable juez, camarista y señor de vidas y haciendas, Otilio Romano, fue reducido en su majestuosidad jurídica a simple desocupado. Su toga será para el recuerdo en las frialdades de una celda. Por ahora, un tribunal ha determinado su destitución de la justicia federal y la siguiente fase será la inculpación por delitos de lesa humanidad. Le falta poco para que empiece a añorar los años dorados posibilitados por sus genuflexiones ante los genocidas entorchados.

Romano, al igual que Miret, y como lo serán próximamente Petra Recabarren, Guzzo y otros más, se reciclaron de simples funcionarios de la justicia en juristas impolutos y severos defensores del derecho, pero lo que estaban construyendo era un ropaje jurídico para amparar las impudicias y las lacras morales y humanas de una caterva de asesinos delirantes. Dieron organicidad e institucionalidad al secuestro y la desaparición de personas, a las torturas y vejaciones en sedes del estado, sea militares, policiales, e incluso en sedes tribunalicias, al latrocinio, la usurpación, la apropiación de bebés y el robo de enseres, joyas y dinero, como botín de exterminio. A la violación y tortura sexual de las víctimas, Muchas de ellas llegaron hasta sus despachos, como Fernando Rule, Luz Faingold, Rosa Gómez, llevadas por sus esbirros, y en clara demostración de los ultrajes recibidos. En las constancias que obran en los expedientes no hay absolutamente ninguna señal de que algunos de ellos hayan detectado, y actuado en consonancia, las huellas tremendas y dramáticas que dejan la picana, el submarino, las golpizas a puñetazos, patadas y garrotazos que los cuerpos mostraban sin disimulos. El Otilio, como Miret, tampoco disimuló su cinismo afirmando que "no sabía lo que estaba pasando" en aquellos tiempos de plomo cuando ya en 1980 una delegación de la comisión de DDHH de la OEA proclama universalmente lo que estaba pasando en la Argentina. Cuando los organismos de derechos humanos de Mendoza habían presentado no menos de 80 habeas corpus por otras tantas víctimas del terrorismo de estado que asolaba estas tierras.

Acorralado, Romano decidió poner "pies en polvorosa", y como un delincuente, que ya lo es, ayer se tomó el avión rumbo a Chile para refugiarse en alguna playa solitaria. Los periodistas locales que cumplen funciones en el aeropuerto lo vieron que levantaba vuelo y es posible que recale en puntos más lejanos. Pero la justicia en la Argentina en este interregno de su vida institucional tiene brazos largos lo que asegura que Miret, Romano y los demás, no van a escapar. La lista, en lo inmediato, lo coloca en la picota a Petra Recabarren, con similares títulos a aquellos, para figurar ya en el listado de los culpables.

La Quinta Pata, 04 – 09 – 11

La Quinta Pata

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