Silvina Agüero
El cuadro pintado por Edvard Munch, significó el comienzo de un verdadero proceso revolucionario para el mundo artístico y la obra cumbre que daría origen al movimiento de vanguardia expresionista. Friedrich Nietzsche realizaría luego un rico análisis antropológico del significado de esta pintura para una sociedad que comenzaba a transitar los trágicos destinos bélicos del nuevo siglo XX.
Corría 1893 y el amante público del mundo del arte contemplaba asombrado la obra que Edvard Munch lanzaba a la humanidad, El grito. Esta pintura significó, en 1905, el inicio de una vanguardia que acentuaba sentimientos de angustia y horror; el expresionismo y también el primer escalón en un profundo proceso de transformaciones en una sociedad que abandonaba la alegría y todo lo apacible por lo dinámico, la problemática y lo belicista que significaría la primera guerra mundial en los inicios del siglo XX, junto con la llegada del automóvil y de los anuncios luminosos.
Edvard Munch nació en 1863 y su familia prontamente murió víctima de la tuberculosis. Esto generó en él una gran angustia y depresión, las que volcaría en casi todas sus obras. Vivió toda su vida en Alemania y murió en absoluta soledad en 1944.
En su obra El grito, podemos observar un paisaje en fuertes colores naranjas-rojizos, que envuelven a la figura protagonista, la que toma su rostro con sus propias manos ante el horror que siente. Aunque en el año de la creación de esta obra, 1893, el expresionismo aun no había comenzado, esta pintura marcó un verdadero antecedente de esta vanguardia, que nacería en 1905.
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