domingo, 16 de octubre de 2011

Pequeño homenaje a Armando Tejada Gomez y a nuestro idioma “de dos sangres”

Silvina Agüero

A 519 años del gran encubrimiento de América. Autodidacta, escritor, poeta y locutor, este multifacético y prolífico autor mendocino hoy reconocido en el Planeta, está considerado como uno de los cinco autores máximos del folklore argentino y su “Canción con todos” se convirtió en el Himno de Latinoamérica. En su poema Telar de las Palabras, rinde un maravilloso tributo a nuestras raíces y a los orígenes de nuestro idioma.


Nació en “la medialuna” de Guaymallén, pegadito al zanjón, un 21 de abril de 1929, en el seno de una familia huarpe que trabajaba la tierra y donde el dinero que ingresaba era bastante escaso. Armando Tejada Gómez fue el penúltimo de 24 hermanos y una tía suya lo crió, luego que quedara viuda su madre, porque entonces hubo que “repartir a los hermanos…” Fue su tía, precisamente, la que le enseñó a leer y escribir, porque Armando no pudo ir a la escuela y ya desde sus tempranos 6 años de vida, comenzó a trabajar como canillita y lustrabotas.

Cuando a los 15 se compró su primer libro del Martín Fierro, se despertó en él una pasión por la lectura y la poesía que ya no tendría marcha hacia atrás y que sería el inicio de una increíble y prolífica serie de obras de canciones y libros, hoy reconocidos en el planeta.

Fue locutor de radio en la LV10 Radio de Cuyo al mismo tiempo que trabajaba como obrero de la construcción. Por esos mismos años, comenzó a componer canciones junto al mendocino Oscar Matus, el que luego se convertiría en el esposo de esa leyenda mundial, tan nuestra y amada, llamada Mercedes Sosa.

Luego vendría su militancia en el radicalismo intransigente y sus dos primeros libros: Pachamama: Poemas de la Tierra y el Origen, de gran inspiración en la cultura huarpe y, posteriormente, Tonadas de la Piel, ambos textos ampliamente premiados.
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Cuando su infinita e inagotable inspiración giró hacia un profundo compromiso con las problemáticas sociales, nació si inmortal y conmovedor Hay un Niño en la calle.

El 11 de febrero de 1963, Armando junto a Matus y a la entrañable tucumana Mercedes Sosa, dieron a conocer el Manifiesto de fundación del Movimiento del Nuevo Cancionero, que se proponía luchar por convertir la adhesión del pueblo argentino hacia su canto nacional, en un valor cultural inalienable. Este Manifiesto afirma que “el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación” y por eso, buscaba integrar el cancionero popular al desarrollo creativo del pueblo, “para acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, alegrías, luchas y esperanzas.” Sin dudas, este Movimiento se produjo en un contexto sociocultural caracterizado por lo que fue el boom del folklore en nuestro país, el que derivó de la gran migración interna que se produjo desde mediados de la década de 1930.

Tejada Gómez murió físicamente el 3 de noviembre de1992 en Buenos Aires, pero nos dejó a todos su inmortal y riquísimo legado de poemas, canciones y textos en permanente y maravilloso homenaje a nuestras raíces e identidad cultural.

A 519 años del gran encubrimiento de América, el que constituyó el mayor genocidio mundial conocido hasta ahora, he aquí uno de sus innumerables poemas, Telar de las palabras, donde rinde homenaje a nuestro idioma “de dos sangres”:

¿Cómo reptó el idioma por la arena,
malherido y exhausto,
desértico, manchego, solito y solitario?
¿Cómo llegó a la lengua de los Runas,
la Maya, los Aimara,
el Uro indescifrable del lago Titicaca?
¿Era oro el sonido?
¿Lo contenía, como siempre el aire?
La vibración mujer, sustituyó a la Warmi
¿cuándo, en qué suceder
El Tatay pasó a Padre
Y la Mamay a Madre?
¿Era plata el sonido?
¿En qué distancias cósmicas
cayó a las soledades el duro castellano
y fue un canto rodado
y fue un grito rodando
en las extremidades planetarias?
Se le quemó la nao al hombre del idioma.
Cogió la hembra el hombre. La violó
por la sangre
y en el primer vagido mestizado
se le acabó el espacio.



El idioma fue un niño de dos sangres.

Gateó en la lengua
dificultosamente articulado,
se quebraba en las ramas de la música,
desafinó a la muerte,
sonó de un raro modo en lengas legüas
y empezó a hervir de un fuego que no cesa
en la fermentación de la palabra.

Hay un idioma dentro del idioma
que hila el telar y que no tiene pausa.


Armado Tejada Gómez

La Quinta Pata, 16 – 10 – 11

La Quinta Pata

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