Évelin Torre
En julio de 1981, se celebró el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe en Bogotá (Colombia). Allí se declaró el 25 de noviembre como Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.
En el encuentro las mujeres denunciaron sistemáticamente la violencia de género, desde agresiones domésticas a violaciones y tortura sexual o violencia de estado, incluyendo los abusos sufridos por prisioneras políticas.
Se eligió el 25 de noviembre para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), conocidas como las “Mariposas” Mirabal, tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 en manos de la policía secreta del dictador Rafael Trujillo, en la República Dominicana. Sus cadáveres destrozados aparecieron en el fondo de un precipicio y a partir de allí, las “Mariposas” Mirabal, se convirtieron en símbolo de la lucha feminista.
La situación en Latinoamérica En general, respecto de la violencia contra las mujeres, en Latinoamérica existe una importante carencia de datos confiables y con valor comparativo a lo largo del tiempo, ya que la mayoría de los países no recopilan datos con regularidad. Del mismo modo, el problema relacionado con el insuficiente número de denuncias es otro factor que complica la recolección de datos.
Sin embargo, se puede afirmar que América Latina es la segunda región con los índices más altos de muertes de mujeres por violencia, tanto en el ámbito rural como en el urbano, y que la mayoría de los abusos físicos y psicológicos provienen de parejas o personas con las que se ha mantenido alguna relación.
¿Y qué pasa en la Argentina? Según datos difundidos por la Oficina de violencia doméstica que depende de la corte suprema de justicia de Argentina, las denuncias vinculadas con la violencia de género crecieron un 75% en dos años, y en un 78% de los casos las víctimas son mujeres.
Leer todo el artículoAsimismo, de acuerdo con la organización La Casa del Encuentro, que asiste a mujeres víctimas de violencia, el año pasado se registraron en Argentina 260 feminicidios, un 12,5% más que en 2009. Y respecto del 2011, el Observatorio de Feminicidios reveló que cada 30 horas ha sido asesinada una mujer, una frecuencia que supera aún la del 2010.
De manera que la violencia contra las mujeres es un flagelo que persiste en el tiempo y que peor aún, se agrava. Además, su peligrosidad radica en que no distingue fronteras, culturas, etnias o clases sociales.
Por otro lado, es importante destacar que violencia contra la mujer es todo tipo de violencia ejercida contra la mujer por su condición de tal. De manera que no se limita al maltrato físico, sino que presenta numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física o psicológica y el asesinato.
Merece nuestra especial atención un aspecto de esta violencia, la violencia sexual. Esta existe desde que la cultura de dominio patriarcal se instaló en nuestro mundo y sus principales víctimas son las mujeres y niñas.
El 90% de las violaciones envuelven amenazas de golpes o la utilización de la fuerza y muchas veces conlleva una doble victimización, pues se hace responsable a la mujer de lo sucedido, acusándola de provocar la violación con su forma de vestir o sus acciones.
Además, la violencia sexual parece haberse convertido en una de las herramientas predilectas de tortura, en distintos hechos de violencia y conflictos armados.
En nuestro país fue una práctica generalizada y sistemática realizada por los represores de la última dictadura militar, llegando a constituirse en una verdadera arma de terror. El objetivo era el castigo psíquico y físico.
Al respecto, podemos traer a colación que el pasado 23, la cámara federal de Mendoza calificó como delitos de lesa humanidad a los abusos sexuales cometidos contra víctimas de la represión ilegal, y estableció que formaron parte del plan sistemático de secuestros y desapariciones. Es el primer fallo en el país con estas características y sienta un importante precedente.
Esta calificación determina la imprescriptibilidad de esos delitos y permite responsabilizar penalmente tanto a los mandos medios e inferiores como a los superiores. Los primeros, como autores directos de las violaciones. Los segundos, por haber permitido que se creara el clima y el escenario para que los abusos fueran cometidos.
Otras facetas preocupantes de esta problemática son la prostitución y la explotación sexual.
Hoy asistimos a un grave proceso de cosificación de las mujeres que las convierte en mercancías o prestadoras de un servicio, situación que naturaliza y banaliza las prácticas prostituyentes. Esta situación se manifiesta incluso en el lenguaje. Al decir que una mujer “ejerce la prostitución” la cosificación aparece relativizada e incluso negada, dando a entender que “ellas se prostituyen”, “ellas eligen” y olvidando que es una frase sin sentido pues, equivale a decir que “el esclavo ejerce la esclavitud”, o que “el trabajador ejerce la explotación”. El hombre es el que prostituye y la mujer es el “objeto” de esa acción. No es posible que alguien se prostituya a sí mismo.
Sin embargo, la prostitución ha tomado en la actualidad una dimensión más importante: la trata de personas con fines de explotación sexual. Se trata de un delito transnacional que, en la actualidad, supera en todo el mundo al tráfico de armas en cuanto al volumen de dinero que maneja, y que quedó solo un escalón por debajo del narcotráfico.
Las mujeres son secuestradas y trasladadas hacia los centros de prostitución en contra de su voluntad, con el claro objetivo de comercializar con ellas. Desaparecen, nadie las encuentra, no tienen documentos porque se los quitan, están encerradas y aisladas, y son torturadas e incluso asesinadas.
A modo de síntesis… La violencia contra las mujeres es un fenómeno social de múltiples y diferentes dimensiones. Es la expresión de un orden social basado en la desigualdad, como consecuencia de la asignación de roles diferentes a los hombres y a las mujeres en función de su sexo.
Para combatirla es necesario abordar cada caso de violencia contra la mujer, no como un hecho aislado, sino como parte de una problemática generalizada, de manera que la sociedad entienda que es un problema de todos y todas.
En este sentido debemos seguir alentando las campañas de sensibilización, que ponen en el tapete la problemática y crean conciencia sobre la magnitud de esta que es la violencia contra la mujer, que hasta ahora sigue siendo el crimen más permitido en la historia de la humanidad.
La Quinta Pata, 27 – 11 – 11
La Quinta Pata
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