domingo, 4 de marzo de 2012

Crónica de un periplo carnavalesco

Eduardo Paganini

Tengo los ojos llenos de gente y la piel emulsionada por una humedad gris. Es que anduve por la gran ciudad. Todo fue porque el amigo dijo “vamos pa´l Montevideo a ver las murgas…” Y así fue nomás! Con la patrona de copiloto y el equipo de mate partimos a ver al Momo yorugua.

Pero para llegar hubo que atravesar Cuyo, pampa seca, pampa húmeda y parte de la Mesopotamia… no sin antes meterse en ese enjambre alterado que es Buenos Aires y sus alrededores. A mí ahora me cuesta mucho andar por esos pagos, ya acostumbrado al ritmo cansino y calmo de mi pueblo… Pero, bueh! A levantar la presencia de ánimo y a meterse en el empuje general, a bancarse la contradicción angustiante de circular por autopistas de 12 carriles donde 140 es poco y al instante derivar en una callejuela desierta que colecciona pozos, charcos, basura e incertidumbres, a peregrinar en la búsqueda del micro que atestado de pasajeros nos lleve al punto deseado luego de un periplo más complicado que el de Ulises, comprobar cómo se puede viajar en el mismo tren de la catástrofe rogando que hoy no nos toque la mala suerte a nosotros. Este es el Buenos Aires que no ve el turismo encandilado por teatros, restaurantes, comercios y comodidades que encuentran en torno de las cinco cuadras del hotel céntrico donde paran, creyendo que eso es todo.

Y así fue como los autitos gemelos partieron en busca del paso a la otra orilla: Gualeguaychú, Paysandú, Botnia, triángulo diabólico en cuyo centro está la aduana, justamente para presentar los papeles. Trámite sencillo si los hay, ya que sólo hay que demostrar que uno es el mismo y que no lleva mortadela en los bolsillos. Claro que cuando, en la cola de espera, con el auto al sol durante una horita en la tarde de febrero llegamos a los 52° C me di cuenta que las autoridades no solo hacían un control administrativo de aduanas, sino que por el mismo precio me permitían dos controles más: el de salud y el mecánico, ya que si a esa temperatura nuestros organismos seguían funcionando y el motor del auto insistía en regular era evidente que estábamos – humanos y máquinas – en perfectas condiciones…

Por fin: ¡Montevideo! Con el mismo afán del grumete de Solís, cuando el cerrito echó luz a la desesperanza del viaje. Alojamiento, ambientación, lectura de ojito a los diarios para ver los programas de los tablados y a planear la gira. La ciudad parece se ha tomado en serio el largo feriado y sólo se ve actividad en lugares donde entraría un turista: bar, restaurant, librería, alguna tienda y puntos de interés. Para colmo, la lluvia amenaza y molesta con una presencia intermitente de modo que las calles están más vacías, a tal punto que el lunes de carnaval derivó en miércoles de ceniza porque se suspendieron todos los espectáculos programados – en su mayoría absoluta son al aire libre. ¡Qué otro colmo puede depararle el destino a un habitante del desierto en época de sequía que aguarle el carnaval?
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Y así la cosa… ojeada de cartelera y corridas para allá, después para acá, bah: para arriba y para abajo como diría un buen cuyano. Pero así pudimos acumular un par de espectáculos típicos del Carnaval (y no Carnavales, según puntualizan los orientales). La suerte quiso que pudiéramos ver a cuatro murgas presentándose al concurso anual: Los Curtidores de Hongos, Queso Magro, Falta y Resto, Araca la Cana . Pero no es el murguístico el único género lirico-teatral que se expone en esta época: también hacen su tarea grupos de humoristas, parodiantes, teatro de revistas, lubolos (comparsas de afrodescendientes, que lamentablemente no pudimos ver). Así, el grupo de revista Krisis , los conjuntos de humoristas Los Virgilio´s y S.A. (Sociedad Anónima) fueron parte de nuestros espectáculos. Resulta claro que para las murgas el humor es un trabajo muy serio, y a partir de allí construyen puestas en escena con su estructura coral y sus policromados vestidos estableciendo un vinculo muy particular con el público que pone de manifiesto su aprobación o su tibieza según sea impactado por el mensaje transmitido, donde la realidad cotidiana de su país y sus protagonistas deben ser temáticas insoslayables para que la crítica, desde la más sugerente hasta la más mordaz, sea explicitada y compartida por todos los que allí aplauden.

Hay una primera conclusión, simple pero no ingenua, de índole sociológica (con perdón de la palabra) que dice que es evidente que en Montevideo el Carnaval está vivo; como parte de un negocio, de una costumbre, o de una pasión son opciones de debate que merecen otro esfuerzo y tratamiento. Pero no resulta indiferente, como le sucedió a nuestro país durante mucho tiempo, y está integrado en el modus vivendi del poblador uruguayo. De esta primera, se desprende una segunda que afirma que también es muy visible el nivel desarrollado de cultura teatral insertado en la población, sin distingo de edades, niveles sociales o raciales: llenar un clásico teatro cerrado al estilo italiano o varios tablados semicirculares tipo anfiteatro griego, incluido el Teatro al Aire Libre del Parque Rodó con espacio para 2.500 espectadores (según mi cálculo imprudente) a lo largo de aproximadamente unas quince jornadas implica tener una reserva de espectadores muy preparados y dispuestos que no se encuentra así como así. (Al menos, estoy pensando en la ocasión que vino Pepe Soriano a Tunuyán y presentó El loro calabrés para 18 espectadores…). Señoronas de clase media elegante, jóvenes rockeros, hombres maduros, madres rodeadas de su prole, matrimonios recientes, gays militantes de su condición de género, simpatizantes chicos y grandes de tal o cual murga al mejor estilo del hincha futbolístico, todo un muestrario del paradigma social, reunido allí para rendir culto al arte, al humor y a la crítica social.

Mientras esto escribo, el veredicto del concurso anual del Carnaval 2012 no ha concluido, no se sabe aún quién ganó en su género, habrá que esperar para el festejo o la vuelta al barrio con los tambores al hombro y soñar con la próxima vez...

La Quinta Pata, 04 – 03 – 12

La Quinta Pata

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