domingo, 22 de abril de 2012

Tiene que ver con el pudor

Andrea Stefanoni / Luis Mey

En referencia a la declaración del titular de la revista Ñ del 30 de marzo

Si Luis Gusmán, querido por su fundamental El frasquito, fuera un especulador de Bolsa, creemos estar acertados en decir que estaríamos al borde del crack.
Desconocemos su intención, poco fundada, de declarar que en la literatura hay hoy una especie de pudor, donde todo el tiempo se está dando como una vuelta de tuerca para que lo que te estoy contando no sea lo que te estoy contando.
Francamente nos preguntamos, y no paramos de hacerlo, a qué autores se refiere, con qué libros se cruzó en los últimos años.
Queremos ofrecerle a Luis Gusmán ciertos autores que no tienen aquellas vueltas que sugiere ni, mucho menos, pudor.

Leemos claramente en la nota que los autores nombrados por el elegido para abrir la 38° Feria del libro de Buenos Aires, son: Piglia, Kafka, Lemebel, Lugones, Arlt, Joyce, Walsh, Borges, Genonceaux, entre otros. Sorprende – a excepción de Piglia y Lemebel – para semejante titular, que prácticamente todos los autores estén muertos. Y que, ante su hoy un escritor joven sorprende mucho menos, querríamos saber si, en alguna ocasión, entre discusiones sobre Kafka, alguien, o él mismo, sugirió el nombre de Aurora Venturini, una chica de noventa años, nacida en el veintidós, que hoy aún escribe y que es, efectivamente, literatura actual, y dice cosas tales como: “El diario traía una crónica espantosa y la foto del vecino tirado en el piso del galpón de las papas, las batatas, las hortalizas (….) en un charco grandote de sangre con las piernas abiertas y la boca llena con el pene y lo demás”.

O Alejandro López, en La asesina de lady Di: “Él acabó al instante, un poco arqueado y prendido a mi cabeza con las dos manos (…) Estaba muy emocionada. Fui al baño y volqué todo lo que tenía en la boca adentro de una botellita de tequila”.

O el autor de El Guacho Martín Fierro, Oscar Fariña: “Tenía el garca una jeta / de careta malcogido / que al verlo tan atrevido / le dije: qué lo aproveches; si vo no usaste condón / mi sida te fue en la leche”.
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Si queremos saber algo más sobre el pudor en literatura joven argentina, habrá que animarse a tocarle el timbre a Pablo Pérez y preguntarle por qué le puso a una de sus novelas “El mendigo chupapijas”.
Pero cuidado. No somos tontos. Sabemos que el pudor no siempre tiene que ver con lo sexual.

Podemos también mencionar autores cuyos libros son best sellers. Claudia Piñeiro, en su novela Tuya, resuelve un matrimonio a lo Breat Easton Ellis. Berazachussets, de Leandro Ávalos Blacha se pone al hombro lo mejor del basurero y hace alquimia.
Leonardo Oyola hace rato que es Superman en esto; conoce bien el pudor: lo combate cada día.

Estos, no son más que unos pocos ejemplos, por fortuna, de lo que vemos a diario. Literatura buena, fresca, despojada de “vueltas de tuerca para que lo que te estoy contando no sea lo que te estoy contando”.

¿Será que él ya no lee lo que recién sale? Tendrá que renovar, como librero que fue, aquella pasión por la búsqueda, por revolver hasta casi perder la fe, pero nunca perderla del todo. Justamente, revolver para no poner a todos en un mismo frasco.

Porque así como fue descubierto alguna vez, pensamos: ¿no existe un público grandísimo que aún no descubrió al mismísimo Gusmán?
Tal vez, la falta de fe en encontrar algo bueno en sus propios textos, requiere menospreciar – para resurgir él mismo – los de los demás.


La Quinta Pata, 22 – 04 – 12

La Quinta Pata

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