domingo, 18 de noviembre de 2012

Moyano y compañía de la mano del enemigo principal

Ramón Ábalo

Las luchas de los trabajadores por los cambios transformadores de la realidad socio-política, revolucionarios, se concretan cuando del ruedo movimientista se traslada al de la política. Y el condimento fundamental es una rotunda vocación de poder. Vocación que no es voluntarismo y menos la derivación de la protesta a tan solo una pelea economicista, tal como se plantea en la actualidad en la Argentina y en gran parte del mundo por un sindicalismo cooptado por las patronales, de pura esencia socialdemócrata que renueva preeminencia a partir de la segunda guerra mundial, la guerra fría, del colapso de la Unión Soviética y "la mundialización del capitalismo".

Sindicalismo que omitió pronunciamiento crítico a las dictaduras genocidas de Latinoamérica, con heroicas excepciones de luchas, como aquel Cordobazo del 69, Agustín Tosco, Atilio López y otros dirigentes de igual envergadura, la CGT de los Argentinos. En Mendoza, Juan Palavecino, ferroviario; Antonio García y Brizuela, vitivinícolas, asesinados en el ‘76; Agustín Espósito, de la construcción; Luciano Baca, de prensa, Martha Rosa Agüero, Florencia Fossatti, Marcos Garcetti y Mauricio López, docentes.

El mismo sindicalismo que acompañó al menemismo en la destrucción de las fuentes de trabajo con las privatizaciones de las empresas nacionales, las más críticas y estratégicas para la soberanía nacional, como lo fueron el transporte, las comunicaciones, la banca y las finanzas en su totalidad; la soberanía alimenticia, la promoción de los monopolios extranjeros. Y la destrucción de las fuentes de trabajo, con una desocupación que superó el 20 %. Todo se remató por nada y se entregó a la voracidad capitalista con el acompañamiento del sindicalismo de la ortodoxia justicialista, pseudo peronista. Dirigentes que se transformaron en capitalistas, siendo el Cassia padre, petrolero, uno de los más emblemáticos de ese sindicalismo burocrático y negociador del sudor y el esfuerzo de sus representados. La crisis de los años 2001 y 2002, puso al país en pie de movilización de sus sectores más vulnerados, los pobres verdaderamente pobres, los marginados. Fue también en el resto de Latinoamérica, con excepción de Chile, Perú y Colombia, con gobiernos que pusieron la visión en la necesaria creación de aquella Patria Grande de Bolívar y San Martín. Y entonces Chávez, Lula, Kirchner, Correa, Evo, Mujica, y la derrota del ALCA.
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Esta incipiente radicalización política que llega al gobierno de estados burgueses en la región, también reabre la discusión de la estrategia para enfrentar al poder capitalista y se salpica con teoremas como los de Toni Negri y John Holloway, que plantean la falsa perspectiva de los cambios estructurales, revolucionarios, sin tomar el poder. Aquello de la horizontalidad y la autonomía, que en la Argentina de la crisis del 2001/2002, suponían eran los nuevos sujetos sociales para el cambio, nacidos en el rescoldo del asambleísmo y el piqueterismo. Finalmente, solo fueron escarceos, con apenas una práctica de cambios evolutivos en el marco de lo nacional.

La historia posterior y reciente tiene semejanzas con aquel primer peronismo del estado de bienestar, que en su momento se lo denominó también la revolución democrático-burguesa, o sea las transformaciones de fondo en el mismo marco del estado burgués. Su crisis y descenso no terminó en el ocaso, paradojalmente, por quienes lo quisieron destruir - el partido militar, el oscurantismo católico y el gorilismo político, con el soporte ideológico del imperialismo yanqui. El peronismo, hoy kirchnerismo, es un fenómeno que no encaja en ningún parámetro de la ortodoxia sociológica y politicóloga, y no tiene parangón en ninguna otra parte del mundo, menos en Latinoamérica. Pero claro, son señales que pueden alumbrar las estrategias para la revolución socialista e internacionalista.

No es el rumbo que van a tomar los Moyano, ni los Barrionuevo, ni los Pedraza, ni los Momo Venegas, ni los Palazzo. La ofensiva contra el cristinismo, es un mejunje de economicismo, muy débil, y un fuerte sacudón político. La estrategia no es construir sino desestabilizar. Destruir lo alcanzado por esta actualizada etapa del estado de bienestar, o como quiera llamársele, de la mano del enemigo principal del pueblo: la Sociedad Rural, los monopolios mediáticos, las corporaciones internacionales, el oscurantismo religioso. Todos bajo el paraguas del imperialismo.

Y por eso la lucha por el pan, paz y trabajo de los pueblos del mundo es una lucha contra el imperialismo, los poderosos amos del mundo. La lucha contra el capitalismo para el logro del socialismo.

La Quinta Pata

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