domingo, 16 de diciembre de 2012

Matanza de niños en Estados Unidos: pesadilla en el entorno del “sueño americano”

Alfredo Saavedra

Gran conmoción ha causado el terrible evento ocurrido el viernes en una escuela de la pequeña ciudad de Newtown, del estado de Connecticut, Estados Unidos, con el masivo asesinato de veinte niños y siete adultos, cometido por un joven individuo cargado de armas de fuego, de diferentes calibres, en una repudiable acción, inconcebible en la mayoría de países del mundo, que no se ufanan de ser abanderados de la libertad ciudadana en el orbe.

El triste episodio, que es parte de una cadena de hechos similares en el pasado, en esa nación, lleva dolor a toda una comunidad y por extensión a todo un país y a latitudes más allá de esas fronteras, con el peso de la incredulidad de que en este suceso la mayor parte de víctimas hayan sido infantes, entre los cinco y diez años de edad, cuyo aliento de vida haya sido cortado cuando su existencia despuntaba llena de promesas.

El perpetrador de este abominable hecho, Adam Lanza, de 20 años, llevaba una ametralladora semiautomática calibre 223 y dos poderosas pistolas, identificadas como una Glock y una Sauer, además de acarrear con suficientes proyectiles de recarga, como preparado para una cacería. Arsenal no permitido sin licencia especial, según lo informaron las autoridades al describir los acontecimientos. Se dice que las armas estaban registradas a nombre de la madre del asesino, profesora en la escuela escena del crimen, Nancy Lanza, quien fue ultimada también por el hijo, antes de su desventurada presencia en el recinto escolar.

La bendición del uso de armas en privado la dieron en el pasado los santos patrones del armamentismo particular, actores del cine de pistolas, John Wayne y Charlton Heston, muy amigos de Ronald Reagan, también propagandista de las armas para uso doméstico. Heston, quien se popularizó en su papel de Moisés en la película Los diez mandamientos, fue por mucho tiempo director de la National Rifle Association, una turbia organización que patrocina el uso de armas de fuego por particulares.
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Pero las nuevas generaciones de jóvenes en los Estados Unidos tienen la negativa influencia de la televisión y, en especial, de los juegos de videos que se caracterizan por exaltar la violencia. Ya hubo antecedentes de esa influencia en las matanzas de Columbine, la masacre en una universidad de Virginia, hace seis años que dejó 32 muertos y otros hechos similares, que colocan a los Estados Unidos a la cabeza de sucesos de tal magnitud.

Se ha señalado, y con razón, que otro de los factores que inciden en la ocurrencia de estos hechos, es la facilidad de obtener armas en los Estados Unidos y en particular armas de grueso calibre que se supone no son para justificar el concepto de "defensa personal”, argumento de los defensores de su uso. Pero, además y probablemente factor determinante para el cometido de esos repudiables hechos, la enajenación mental colectiva y que de forma acentuada se manifiesta en los desequilibrados que llegan a horrendos extremos para terminar con la vida de inocentes, acarreando dolor y desesperación a incontable número de familias.

La sociedad estadounidense no ha podido evolucionar para consolidarse como un conglomerado en el que prevalezca la armonía como fórmula de convivencia humana y el gobierno, con sus medios de comunicación como voceros del sistema, se ha venido vanagloriando de propiciar la libertad en todos sus términos, libertad que resulta ambigua si su concepto involucra el derecho de adquirir y usar armas para el exterminio de su propia población.

Un ambiente de congoja se generalizó luego de la matanza en Connecticut, y con razón, al quedar segadas las vidas de la veintena de chiquillos que eran una promesa para el país, como lo puntualizó el presidente Obama, en una sentida comunicación a sus gobernados, pero perturba también la muerte de los docentes y personal de la escuela escenario del crimen, así como también conmueve el dolor que consume a toda esa numerosa cantidad de familias de las víctimas.

La Quinta Pata

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