domingo, 27 de enero de 2013

Destituyentes versus revolucionarios

Ramón Ábalo

Los primeros fermentos de las luchas populares en el mundo contenían un fuerte componente de violencia como respuesta a la violencia de los dueños del poder, hasta que paulatinamente ese componente se aproxima a lo que fue, ideológicamente, la lucha de clases, aunque orgánicamente apenas si alcanzaban a ser mínimos movimientos de protestas…

Y antes de la llamada revolución industrial, a comienzos del siglo XVIII y en el XIX, con cambios profundos en los modos de producción, en lo laboral y cultural, se agudizan los enfrentamientos. La súper explotación por la nobleza y el clero, provoca, aunque esporádicamente, en varios territorios europeos movimientos reivindicativos, la mayoría de ellos aplastados por aquel poder: Clemente de Metternich, canciller de Austria (1809) , símbolo de la restauración del absolutismo en Europa después de la Revolución Francesa (1789: "la Revolución Francesa no es sino la predecesora de otra, más grandiosa y que será la final" – [Del Manifiesto de los igualitarios]), afirmaba que esta, la revolución francesa, "era una hidra de las fauces abiertas, pronta a engullirse el orden social". Y, por lo tanto, había que aplastarla.

Una ola de rebeldías azotó a la Europa en 1848 (el Manifiesto Comunista de Marx y Engels empezaba a conocerse). Las condiciones laborales, fundamentalmente, tuvieron caracteres dramáticos: la explotación de mujeres, ancianos y niños - más dóciles y baratos - fue uno de los rasgos peculiares en las fábricas (inglesas y franceses en punta) del siglo XIX. En varios países dominados por la monarquía, se producían revueltas de los dominados, en su totalidad pequeños burgueses, campesinos y una incipiente organización de trabajadores de la industria. Pero mucho antes - siglos antes - se produjeron revueltas o guerras de campesinos. Eran revueltas populares en el sacro imperio romano germánico de los años 1524 y 1525. Consistió en revueltas tanto económicas como religiosas, que afectaron también a áreas de Austria y Suiza. En total fueron unos 300.000 campesinos insurgentes, que dejó como saldo la muerte de unos 130.000 de ellos:
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...Frente a la mesa el espacio era más grande. Joss solo veía cabezas que giraban...Luego, tropezando, avanzó un campesino. La víctima había llegado. Sus ropas se habían desgarrado por los lanzazos de los soldados; lo habían encontrado en el sótano del convento en llamas, acostado bajo la canilla abierta de un tonel, completamente dormido. Los burgueses del tribunal lo observaron con desprecio. El señor comenzó a reír a carcajadas: -¿Sabe éste lo que recibirá en la nuca? Con su cerebro en brumas el borracho ...alzó la mano y palmoteó alegremente, a cada uno de los que lo rodeaban: al verdugo, que aún no había sacado su espada...y a los artesanos que se hacían señas como si dijeran "así es la chusma". ...Entonces el campesino se puso a cantar; cantaba un padrenuestro obsceno sacudido por el hipo: -Santo y Loco Padre Nuestro que estás en Roma, que tu nombre maldito sea borrado, que acabe tu reino. El terror de los burgueses era sincero, pero el campesino, en el apogeo de su embriaguez, no gozaba de la vista de los rostros aterrorizados sino únicamente de la canción maligna: "no nos dejes sucumbir bajo el yugo de la simonía, más líbranos, Señor, de los monjes y de su astucia". Amén, dijo entonces Joss desde lo alto de su escondrijo...el verdugo avanzó blandiendo su espada y se situó detrás del campesino...de pronto el acero resplandeció bajo los rayos del sol...El campesino cayó hacia adelante. Por un segundo, la cabeza se mantuvo dentro de la corona de sangre que brotaba de su cuello, luego el tronco se inclinó haciendo rodar el cráneo hasta el pie de la mesa…" (La Pasión de Joss Fritz, novela de Gustav Regler, un dramático texto de una historia que refleja la esencia libertaria de todos los pueblos del mundo y desde siempre. Joss Fritz, era un dirigente de esa revuelta en contra de la nobleza y la cúpula papal, que a fuerza del látigo y la sangre de los campesinos de Europa, regimentaban una de las mayores estructuras del trabajo esclavo).

En todo el territorio de la América colonial, las rebeldías de los pueblos originarios contra sus conquistadores fueron exterminadas a sangre y fuego, reapareciendo con las luchas por la independencia, y en nuestro país, recién después de 1853, con el constitucionalismo de por medio y un desarrollo mercantilista precapitalista, y con las grandes corrientes migratorias desde la Europa. Aunque legítimamente podrían ser incluidas las revoluciones por la independencia, y el dictado de ciertas normas que preanunciaban un cambio estructural, precario es cierto, como lo fue la asamblea del año 13 en la Argentina incipiente, que declaraba la libertad de vientres. En adelante nadie nacería esclavo.

Con las corrientes migratorias llegaron los flujos de fuerte esencia ideológica, como la que trajeron inmigrantes y perseguidos políticos, tales los anarquistas y socialistas italianos, españoles, franceses, alemanes y otras identidades nacionales de Europa, preanunciando la revolución bolchevique del ‘17. La oligarquía y los burgueses entraron en pánico, e implantaron la llamada ley de residencia (la 4.144 en 1912) con la que pretendieron erradicar el "mal ejemplo" de ese extranjero que levantaba las banderas de la redención proletaria. Hasta entonces los signos de la rebeldía social contra el poder omnímodo tenía apenas una representación simbólica: la del gaucho, el que finalmente fue dominado para servir en la leva que fue el brazo armado de la oligarquía que exterminó al indio y le sustrajo su pertenencia más identitaria: la tierra.

Después de mediados del XIX, empieza a tener auge la organización de varios sectores de trabajadores argentinos con sacrificio y sangre derramada. En 1887, se funda el primer gremio, que fue el de los tipógrafos (gráficos), o sea la Unión Tipográfica, la que sostuvo la primera huelga, que duró más de un mes. Triunfó y se estableció, entre otras cosas, que la jornada en invierno sería de 10 horas, y en verano de 12. También en 1887 se funda la entidad ferroviaria la Fraternidad, con un fuerte tinte mutualista, y le siguen los panaderos, textiles, costureras, comercio. Uno de los forjadores de esta orgánica obrera lo fue Errico Malatesta, inteligente y audaz dirigente anarquista quien agitaba y llamaba a combatir por "el mejoramiento intelectual, moral y físico del obrero, y su emancipación de las garras del capital"(hasta aquí hemos tomados datos de quien fuera un consecuente dirigente obrero, Martín S. Casaretto, que vuelca en su libro "Historia del Movimiento Obrero Argentino (Tomo I - 1946).

Como ya hemos señalado, Mendoza para nada fue ajena a los embates proletas, que se daban especialmente en Buenos Aires, reflejados en las luchas, como fueron aquellas huelgas de los ferroviarios, del ‘12, ‘15 y el ‘17, la de los panaderos, la de los inquilinos de los conventillos, la de los docentes, la de los obreros de las bodegas y toneleros, la de los contratistas de viñas y el peón. La de los docentes. Enfrente, las políticas represivas, brutales, salvajes y mortales, sin ningún miramiento por la dignidad humana: la aplicación de la picana, el cepo, los grilletes, las palizas, el extrañamiento a otros lugares de la residencia de la víctima, las ejecuciones en cárceles y comisarías, el fusilamiento, que lo era cotidianamente enfrentar a un enemigo que paulatinamente se hacía más fuerte y peligroso: la lucha popular. La crueldad de la respuesta expresaba el volumen de la protesta. Después vendrían las resistencias a la "década infame", al gorilismo, a los golpes de estado, al partido militar, a las oligarquías, a las burguesías entreguistas. Y al imperialismo de todo signo: español, inglés y todavía yanqui.

Las épicas populares en la Argentina (proletarios, campesinos, estudiantes, empleados, profesionales, pequeños y medianos empresarios) tienen sus hitos en la época moderna, tales el yrigoyenismo, el peronismo primero, la lucha armada de los ‘60 y ‘70, el Cordobazo, el Rosariazo, el Mendozazo, los movimientos por memoria, verdad y justicia, la prisión de los genocidas en decenas de juicios en todo el país, ejemplo en el resto del mundo.

Los procesos de cambio
Aquel "destino manifiesto" de los yanquis lo era por la fuerza de las armas, a lo que le siguió, en las últimas décadas, aquello de la "doctrina de la seguridad nacional", siempre con el objetivo estratégico del dominio económico-financiero y la apropiación de los recursos naturales. Al interior de nuestros países se valieron fundamentalmente de los aliados internos - oligarquías, altas burguesías - y la cooptación de segmentos populares y la de algunos líderes sociales, gremiales, políticos y culturales. La lucha que alcanzó su clímax con la resistencia armada de los ‘60 ‘70, que fue aniquilada por el brazo armado de los aliados interiores del imperialismo.

No obstante, las contradicciones al interior del capitalismo y con los procesos libertarios de los pueblos de la periferia, pone en evidencia la decadencia imperialista, con los Estados Unidos a la cabeza. Latinoamérica inicia cambios estructurales en lo económico-financiero que tienen que ver principalmente, con la agudización de las exigencias populares, nacionales y anticapitalistas, que aquellos imperios están impedidos de enfrentar con acciones tradicionales.

La lucha cotidiana por pan, paz y trabajo debe llevar implícita la lucha por el cambio de sistema. El capitalismo por el socialismo. Y de ella va de la mano, la conciencia y el espíritu de masas revolucionarias identificadas, con niveles de política e ideología que le permitan identificar al enemigo principal: que se expresa en la Sociedad Rural, los monopolios extranjeros y nativos, la concentración de la economía y las finanzas, y, por ende, de la riqueza. Que no hay solución a las exigencias de cambios profundos, revolucionarios, si no se vence a ese enemigo.

Y claro, que a lado de ese enemigo principal, los prendidos a los faldones de la Sociedad Rural, Clarín, las multinacionales, la Mesa de Enlace, tales los Moyano, los Buzzi, los Pino Solanas, y cuantos más que aparecen como "progresistas" y no son más que reproductores de las exigencias desestabilizantes de aquellos poderosos. En la Argentina solo hay dos categorías político-ideológicas: destituyentes o revolucionarios.

La Quinta Pata

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