Ramón Ábalo
Me voy a referir, en un intento que pretendo no sea fallido, a la esencialidad de un hecho histórico cultural de la creación artística en esta Mendoza del Cuyum - arena y piedra, sol, nieve, alturas. Y, claro, del espíritu de la viña, nuestro vino, provocador de sueños. Y esa esencialidad tiene que ver - lo afirmamos desde la dialéctica de esa historia - con los rompimientos verticales de lo que fue y ya no es, para ser lo nuevo, lo distinto, lo contrario. Sí, lo contrario. Como el 25 de Mayo de 1810, con aquella asamblea del año 13, y ese 9 de Julio de 1816, hitos históricos, hitos libertarios y fundantes de pueblos y naciones. Hitos o señalamientos que devienen de la epopeya de nuestros ancestros originarios contra el colonizador de la cruz y la espada. Aquellos Túpac Amaru de las venas abiertas y sangrantes como abono de la tierra mujer-hombre, significantes de que somos animal humano. Y entre nosotros fue el Armando que lo siguió afirmando, lo siguió con su canto trazado a dolor del cuerpo y del alma en el primer poemario, adelantado de su ya gran rebeldía contra la miserabilidad de los poderosos de la muerte. Rebeldías compartidas en largas tenidas en los bares de la Calle Larga con sus iguales en carencias y que refleja en su primer libro: Pachamama , la madre tierra, principio y fin del universo y del animal humano, hembra y macho para construir los tiempos futuros. Y así lo dice el primer verso de la Pachamama :
Estaba / Era anterior / Como fuego y solo como fuego / Eran caparazones andando / para fósiles / fémur como caminos Costillas como abrazos / Esternón donde estaba el temor como un hueso/ tal vez un clamor ciego / Un alarido solo / Tal vez / Primera carne animal y pesada / Sobre lo que ya estaba anterior / Bruscamente: / Desde cuando la tierra se ensanchaba, girando / por entre torsos ígneos / Con triunfos de volcanes, cráteres, cordilleras / Violentas como espaldas / Tal vez ya preguntando por la hierba y el agua/ Estaba / Era anterior.
Y era la tierra, el agua, la luz, esa cintura cósmica del sur, nosotros. Y entonces el canto deja de ser doliente y quejoso, para ser como la tierra: redención y rebeldía. Y el Armando, nosotros, el canto de todos. El canto del origen ahora es nuevo, que ya era y estaba en la sangre de las venas a de la América dolida. Y entonces, el país y la América que nos dolía - nos duele - y el hombre de maíz, el de la caña de azúcar, el de las viñas, el minero, el campesino, el obrero. Y la mujer como tierra en partos de futuro. Y fue entonces también el canto nuevo que convoca para que los padeceres sean banderas de rompimientos. Y entonces, un poco antes, el canto primero del Martín Fierro y nuestro Gualberto Godoy, gritos de denuncias y protestas contra el poder de los usurpadores de la madre tierra. Y también Don Ata, el payador perseguido, en soledad, respondiendo con el canto acusador: las penas son de nosotros / la vaquitas son ajenas... Y antes las montoneras libertarias como vanguardias fundantes de la identidad nacional, latinoamericana. Y siempre el canto, las bagualas, los cielitos como gritos emancipadores, liberándonos de la infamia colonial, como capítulo de la historia universal de la infamia.
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