domingo, 10 de marzo de 2013

Héroes malditos y excomulgados

Agustín Sur

Desde siempre los héroes, los grandes de verdad, incluso algunos santos, fueron demonizados por la santa iglesia católica y el poder corporativo de la economía, las finanzas y la política. Los héroes americanos, los que enfrentaron el colonialismo oscurantista de España, muchos de ellos fueron condenados a la excomunión y el cadalso. Y otros, como San Martín y Belgrano, en el Río de la Plata, para lograr la adhesión de las poblaciones, tuvieron en claro que gran parte de la subjetividad de esas masas estaban ganadas por la religión, la católica en especial.

Visionarios de un mundo mejor, por el cual peleaban en los campos de batallas, también lo hacían en los demás ámbitos donde transcurría la vida cotidiana de los pueblos, entre ellos la iglesia. Cuando, reiteramos, San Martín y Belgrano, y otros revolucionarios americanos encomendaron patronazgos a santos y vírgenes, lo hicieron por táctica (hablamos de la guerra). Las fibras íntimas de las comunidades originarias, cooptadas por deidades ajenas a sus raíces (lo es el catolicismo) debían, forzosamente, emparentarse y así asegurar la adhesión y participación vital con la revolución anticolonialista. Pero el poder católico nunca aceptó socios en los caudales subjetivos de las feligresías. No aceptó, mucho menos el discurso antisistema de los que proclamaban la lucha contra el poder que los tenía – la corona española – como socios y partícipes de suculentos dividendos espirituales y crematísticos. No se aceptan competencias cuando se tiene el monopolio de los réditos. Un ejemplo que detalla objetivamente la reacción cuando el monopolio se siente acosado. El siguiente texto lo hemos transcrito de un capítulo del libro Defensa del Diablo, del escritor mendocino José Luis Menéndez: Decreto de excomunión de Manuel Hidalgo, prócer de la independencia americana (emitido por Manuel Abad y Queipo, Obispo de Michoacán, en 1811)

Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos cánones, y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines y serafines; de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios: Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, ex-cura del pueblo de Dolores.▼ Leer todo
Lo excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todo poderoso Dios, lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no queremos ninguno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de él la luz por siempre jamás. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobe sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios, lo maldiga. Que San MIguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan. Y el resto de sus discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa obra se encuentran aceptables al Dios omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Virgen, lo condene. Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen. Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en donde quiera que esté, en la casa o en el campo, en el camino o en la vereda, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en la vida o en la muerte, en el comer o en el beber, en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y andando, estando de pie o sentado, estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus manos y en sus dedos. Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo de Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven. se levanten contra él. Que lo maldigan y lo condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén!

Hugo Chávez enfervorizaba su fe revolucionaria, la construcción del socialismo del siglo XXI, con una sincera, profunda y sana fe cristiana, la de Cristo, el que echaba de los templos a los mercaderes de todos los tiempos, a los mercaderes del dolor y el sufrimiento de las mayorías. Nunca se lo vio en los templos de la religiosidad del poder.

La Quinta Pata

1 comentario :

Publicar un comentario