domingo, 10 de marzo de 2013

Viviendo

Rolando Lazarte

Como no tenía nada que hacer, me ponía a escribir. Me gustaba ver las letras apareciendo en la hoja, formando palabras. Es una forma como otras, de pasar el tiempo. Hay gente a la que le gusta mirar la gente pasar. Hay otros que miran el paisaje por la ventanilla del tren o del ómnibus. Yo escribo, y al escribir, me escribo y me leo. Yo sé que esto le pasa también a otras personas. Todo lo humano es asemejado, no es igual, pues lo nuestro es lo diverso. Somos espejos en continua reflexión. Un ricocheteo de haces de luz que van y vienen en todas las direcciones. Esto es lo humano. Un tejido continuo y contradictorio. Hasta lo malo acaba haciéndonos bien, pues nos fortalece, nos vuelve más humildes, nos hace buscar con más ahínco lo que es bueno. Nos hacemos conscientes de nuestras debilidades y limitaciones. Escapamos de la omnipotencia, al darnos cuenta de nuestra finitud, de que estamos todo el tiempo al borde de la muerte, y que esto es común a todas las personas. Este vivir en la inminencia de que todo acabe, nos hace más tiernos a cada pequeña cosa de nuestro mundo. Una mirada de alguien que amamos. El recuerdo de tanta gente querida. Las flores que encontramos en nuestro camino. Los lugares que conocimos. Todo lo que nos fue dado vivir hasta este instante. Y sabemos que en cada semejante, hay algo tan parecido, y sin embargo tan diverso. Hay veces que uno se siente tan anidado, tan acogido por la vida, por el mundo alrededor. Es como si la vida misma, como si el día, te fueran llevando de la mano, envolviéndote. El aire que respiras, tus sueños, la canción toda de la vida y del mundo. Todo eres tú y tú eres ese todo que se disuelve y se concentra y vuelve a dispersarse constantemente. Viviendo.

La Quinta Pata

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