Rolando Lazarte
A lo largo de este tiempo en que me he venido situando en el mundo sobre todo como un escritor, he recibido algunos mensajes verdaderamente valiosísimos, de diversas personas, lo que ha sido un estímulo muy grande para proseguir en esta tarea tan comunitaria como solitaria.
Algunos de esos mensajes han valorizado lo que las personas encuentran en mis escritos. Quiero creer –y muchas veces esto me es dicho—que estos escritos y estas personas se reflejan recíprocamente. Otras expresiones se refieren a mi persona, a cualidades que dicen ver en mí, y que considero existan también en quienes me las atribuyen.
Dicho esto, quiero solamente decir un “muchas gracias” bien grande. Un “muchas gracias” que no sé bien como decir para que llegue verdaderamente a todos y a todas que puedan estar leyendo esto.
Porque una cosa es muy cierta: sin esas lecturas, sin esas lectoras y lectores, este que está del lado de acá de la hoja, no sería el que es, no habría llegado a este lugar tan valioso, de estar cara a cara con el mundo, cara a cara con la vida, sintiéndose parte de una familia inmensa, que supera los límites geográficos de Brasil y Argentina, llegando a gente de países de Europa.
No digo esto porque me sienta un “autor de éxito” o un “escritor de éxito”, sino por sentir que en este ritual de alinear palabras y echarlas al viento, el mundo se va estrechando.
La extrañeza, el extrañamiento, van desapareciendo. Sé que este caminar debe mucho a las personas que fui encontrando en mi camino. Mis padres, mi esposa, mis abuelas y abuelos, mis tías y tíos. Mis hermanos, mis amigos y amigas, esa gran familia con la cual comparto la vida.
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