Rolando Lazarte
Julio Cortázar nos invita a que encontremos esto, lo que está aqui, y a que tratemos de encontrar, también, el ser que cada uno de nosotros es. Esto lo digo a partir de lo que he leído en su último poema en prosa, “Después hay que llegar”, donde nos convoca a que tratemos de llegar. Llegar no se sabe bien a qué, pero llegar. Se puede empezar de cualquier cosa, pero después hay que llegar.
En “Del sentimiento de no estar totalmente”, en La vuelta al día en 80 mundos, Cortázar registra que solamente se encontraba por entero en los libros, nunca del lado de acá, nunca del todo en las relaciones, en la vida cotidiana. En “Manual de instrucciones”, de Historias de Cronopios y de Famas, Cortázar nos llama a prestar atención a lo que está aquí, nuevamente. A ver la mujer que está a nuestro lado cuando despertamos, el par de zapatos al pie de la cama, y la calle. Pero no la calle pensada, sino la calle, que está dispuesta a saltar sobre nosotros como una magnolia.
Hoy estaba mirando por la ventanlla del ómnibus que me llevaba hacia las cataratas del Iguazú, y me vinieron estas exhortaciones de Cortázar. Veía los árboles, los cables al lado del camino, los asientos, la gente, y pensaba: esto es lo genérico, no es lo que está aquí. Lo que estaba allí empezó a mostrarse cuando empezamos a bajar por los caminos de piedra entre las plantas, los coatís andando entre nosotros, y después, las cataratas. Las caídas de agua, en chorros casi rectos en algunos lados. Las nubes de gotículas levantándose hacia el cielo. La gente fotografiando todo. Entonces me di cuenta de qué es lo que Cortázar nos trata de hacer ver.
No hay comentarios :
Publicar un comentario