domingo, 2 de junio de 2013

La educación elemental en Mendoza a fines del siglo XIX

Proseguimos con el viaje por el pasado que nos propicia el Prof. Dionisio Chaca en Tupungato, aunque esta vez su información es útil para tener una noción espacialmente más amplia acerca del valor y reglamentación de la educación elemental. Datos concretos y opiniones que seguramente contrastarán con la realidad actual y que pueden ser indicios sobre algunas causas que fueron generando los cambios que la escuela ofrece hoy. La gentileza de la Biblioteca Popular Mirador de las Estrellas de Tupungato ha permitido esta edición al ceder su material para la difusión pública.
Como es habitual se ha actualizado la ortografía y corregido algunas erratas evidentes.
Eduardo Paganini

Dionisio Chaca

Administración y gobierno de las escuelas
En un principio, las pocas escuelas de la Provincia dependían directamente del Poder Ejecutivo por intermedio de una de sus ramas: “El Ministerio de Gobierno, Justicia e Instrucción Pública’’. Esta disposición se encuentra establecida y claramente reglamentada en el Decreto del 17 de Septiembre de 1858.

El Sr. Ministro, delegaba a su vez la organización, administración y fiscalización de las escuelas en una de sus oficinas: El Departamento de Instrucción Pública a cuyo frente estaba un funcionario con el título de “Inspector General de Escuelas’’. En cuanto a las escuelas mismas, en lo que se refiere a la campaña, la primera autoridad sobre ellas era el Municipio o Municipalidad en los Departamentos en que había esta institución y en donde no la había como en Tupungato, el Sr. Subdelegado. Este señor ejercía las funciones de administrador y de inspector en las escuelas de su jurisdicción. Por supuesto que el pobre maestro no debía de hallarse muy tranquilo bajo la férula de este superior que disponía de sables, de calabozos y de una autoridad casi omnímoda en su feudo.
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Sin embargo, parece ser, que tanto poderío no pesó nunca con carácter tiránico ni absorbente, ni siquiera fiscalizador sobre la escuela. Se conservó siempre un poco alejado y hasta desinteresado de ella y se abstuvo de inmiscuirse en las cosas de la vida escolar: horarios, programas, métodos de enseñanza, disciplina, cumplimiento de disposiciones superiores, dedicación del maestro, ideas sociales o religiosas o políticas del mismo, etc.

Verdad es que para intervenir con eficacia y hacer buen papel en estas cosas, hay que conocerlas bien y nosotros nos inclinamos a creer que la autoridad política del lugar sería muy ducha y hasta infalible en materia de elecciones y de procedimientos policiales y administrativos pero no en achaques de pedagogía y de técnica escolar.

Por eso, el maestro que fue bueno, fue bueno por condición propia y por espontánea inspiración y el que fue malo no tuvo quien lo aconsejara, lo estimulara, lo enseñara o lo corrigiera de inmediato y no cuando las cosas habían empeorado tanto que ya llegaban a ser visibles desde la Oficina del Jefe de las Escuelas. Esta exagerada independencia del maestro por prescindencia de la autoridad inmediata en sus funciones de Inspección es lo que dio lugar a abandonos y negligencias que perduraron durante años. Este sistema de gobierno escolar siguió hasta 1872 en que se crean las “Comisiones Escolares’’ en los Departamentos que carecían de Municipalidad. La reforma, en nada varió la situación de las escuelas y tampoco la de los maestros desde que continuaron dependiendo de la autoridad política del lugar. Esta situación se mantiene hasta el día en que “Departamento de Instrucción Pública’’ anexo al Ministerio de Gobierno se transforma en “Superintendencia General de Escuelas” con autonomía y autoridad suficientes para gobernar, administrar e inspeccionar directamente a todas las escuelas por medio de su personal técnico especializado (Inspectores), substrayéndolas a la tutela poco eficaz de los Subdelegados.

Se nos ocurre ahora esta pregunta: ¿Era buena o era mala esta forma de “asegurar’’ en la provincia el desarrollo de la instrucción primaria? (Artículo 5º de la Constitución Nacional).
Positivamente buena no era como hemos visto en aquellos días y en aquellas circunstancias, no había forma mejor y que encuadrara en los recursos de que se disponía. Las escasas entradas, del Gobierno Central, no alcanzaban para sostener una repartición autónoma costosa y un nutrido cuerpo de empleados e inspectores... para inspeccionar ¿qué?... si en toda la campaña no alcanzaban en 1871 a 30 las escuelas. Para este número, un solo Inspector General ayudado por un visitador y por las respectivas autoridades locales, era suficiente.

La tarea escolar - Ramos de aprendizaje
¿Se creerá tal vez que los niños de entonces no tenían nada que estudiar? ¡Qué esperanza!
Tenían quizás menos materias inútiles en una escuela de campaña y programas más cortos y substanciales que evitaban tanto perdedero de tiempo y excluían la posibilidad de tanto ensayo novedoso de cuanto nuevo método de enseñanza aparece por ahí. En cambio aprendían mejor y relativamente, un conjunto mayor de cosas útiles. Por ejemplo; la urbanidad, indispensable en aquellos tiempos de gran respeto y completamente inútil en nuestro actual ambiente de asombroso… progreso, iba a decir pero encuentro más acertado cambiar el vocablo por el de: salvajismo y general descortesía e incivilidad.

Veamos ahora una muestra de los horarios escolares en vigencia en 1889 implantados por Decreto Gubernativo a instancias del Inspector General de Escuelas.
“Para las Escuelas Fiscales
“Artículo 1º— Desde el 1º de Mayo hasta el fin de Agosto, las escuelas se abrirán a las siete de la mañana y se cerrarán a las dos de la tarde empleando siete horas diarias en la escuela.
“Artículo 2º—En las escuelas de mujeres, el recreo será de media hora para emplear la otra media en labores de aguja.
‘‘Artículo 3º— Los sábados habrá después del recreo media hora de esplicación [de la doctrina cristiana]; se despachará a las 12.
‘‘Artículo 4º— Desde el 1º de Septiembre hasta el fin de Abril, la asistencia de los alumnos a la escuela será desde las 8 hasta las tres.’’

Firmado: Ignacio Rodríguez(1)

Cualquier maestro de nuestros días se caería de espaldas al leer la anterior disposición calificándola de monstruoso sacrilegio pedagógico…
¡Es tan fácil criticar!... sobre todo a los antiguos. Lo difícil y en este caso lo razonable es colocarse en aquella época despojado completamente de todo lo que hoy se sabe en el arte y ciencia de enseñar y de los medios y adelantos científicos que hoy existen para transmitir esta enseñanza y entonces, obrar de modo distinto al que obraron ellos...Pero habiendo una enorme diferencia de medios en favor de la época presente, la comparación y la crítica despiadada de lo antiguo resulta ridícula, presuntuosa e injusta. ¿Que era una herejía tan prolongada permanencia de los niños en la escuela y tan continuada labor mental sin más recreos intermedios?
Así será, pero a mí que fui víctima de esta herejía me consta que ningún niño cayó fulminado, ni se volvió loco, ni vino anémico ni agotado con tanto estudio, tanta estada en la escuela y tan largo sometimiento a tan anticuados y rústicos métodos de educación. Al contrario, en todos había frescura y salud y actividad sobrada y había gusto en concurrir a la escuela.

Es que el trabajo y el estudio no matan ni enferman a nadie si no se tocan extremos censurables y si en nuestros días ocurre que muchos chicos sufren y se alteran a causa de las tareas escolares, ello no se debe a la intensidad sino al diferente estado de nutrición con que concurren a las aulas. Algunos de ellos son verdaderas miserias fisiológicas, que no llegarán a abrirse a causa de las dañosas condiciones de la vida moderna y de tareas y estigmas y gérmenes de ciertas enfermedades que hacen que infinidad de niños de la época actual no tengan la sangre tan pura como los macizos chinitos o chinitas de los campos argentinos de 50 años atrás.
Aquellos muchachos iban y volvían a la escuela lo más rozagantes y contentos volando por los campos en sus caballitos medio redomones todavía y en los recreos comían a dos carrillos hasta la última miga de las meriendas que traían en una bolsita a propósito y que no era nada chica.

El horario anterior fue modificado numerosas veces en pocos años ni más ni menos que como ocurre ahora. Muchas materias nuevas fueron entrando y ocupando sitio en él, mientras otras desaparecían o cambiaban de denominación. Las horas de labor disminuyeron también; se modificó la distribución horaria; se aumentaron los recreos intercalando alguno entre las horas y se cambiaron paulatinamente los métodos de enseñanza. Esto prueba que los Directores de la Educación iban tocando y reconociendo poco a poco los defectos de la obra y corrigiéndolos en la medida que existían los adelantos sobre estos asuntos. No eran entonces tan bárbaros, ni tan faltos de tino, ni tan refractarios al progreso como podría creérseles nada más que porque no hacían una revolución pedagógica todos los días.

En mi tiempo, la hora de entrada era la de las 10 y había más recreos sin suprimir el prolongado para el almuerzo; se salía a las cuatro de la tarde. No había ya tanta religión, la urbanidad era ramo independiente de aquella y de la moral y se enseñaba también un poco de historia y de geografía argentina y con toda intensidad las tablas de multiplicar y el cálculo, Y por último algo de ortografía y de dibujo.

(1) Hoy día, en su homenaje, una de las escuelas primarias del Departamento de Tunuyán lleva su nombre


Baulero: Eduardo Paganini

Usos, costumbres y tradiciones . Capítulo XLI: Historia de la Instrucción Pública en el Departamento en Tupungato: Descripción histórica, geográfica. Buenos Aires, 1941, Edición del autor.

La Quinta Pata

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