Ramón Ábalo
Tras el juicios histórico a genocidas en la justicia federal de San Juan, se produjo el último jueves, la fuga de dos de los condenados por el delito de lesa humanidad. De los siete condenados hace unos 20 días, dos son los evadidos: Antonio Olivera, condenado a perpetua y Gustavo De Marchi a 25 años de prisión. Este había sido jefe de la compañía comando e integrante del aparato represivo, mientras que Olivera había sido jefe de inteligencia del regimiento 22 de artillería de montaña.
De acuerdo a las primeras investigaciones la fuga se realizó desde el hospital militar central "Cosme Argerich", en la Capital Federal. Ellos habían sido trasladados desde San Juan al penal de Marcos Paz, Córdoba, a unos 1.000 kms. de la provincia andina donde se les hizo el juicio "para hacerse estudios" por cuestiones de salud. Para ese objetivo, el destino siguiente fue el hospital militar central, lo que ya se tiene como un primer indicio de que se desarrollaba una trama armada para facilitar las fugas. Una trama con actores de lo que son retazos de las corpos judiciales y militares que campean aún en función de facilitar la impunidad de los represores condenados. Otro indicio: habían pedido el traslado para ser atendidos por cuestiones psiquiátricas, dermatologías y kinesiologías. Una mezcla de psiquis y estética anatómica. Aún detrás de las rejas con buena presencia.
De inmediato, Agustín Rossi, ministro de defensa de la nación decidió separar a la cúpula que tiene la conducción de dicho hospital, o sea al general Marcelo Carlos Gutiérrez, los coroneles Eduardo Jacinto Alemanzor y Pedro Osores, este director del nosocomio; y el suboficial mayor Osvaldo Oscar Suárez. También prohibió el alojamiento y la atención ambulatoria en hospitales militares de quienes se encuentran con prisión preventiva o están condenados.
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