Continuamos con el trabajo que Draghi Lucero efectuara sobre la tonada y su característica singular: el cogollo. En esta oportunidad se pone cierre al tratamiento sobre el tema, pero se ilumina la exposición con el registro de cogollos originales recopilados en la tarea de relevamiento antropológica que hiciera allá por las primeras décadas del siglo XX el autor.
Eduardo PaganiniJuan Draghi Lucero
Hay tonadas que tienen su cogollo prefijado y que, además, se cantan antes.
Tal la pieza picaresca dialogada: La Chinita. Pero casi todas adicionan su cogollo al final del canto, como ésta: «Señorita de... del cielo caigan tres rosas, dos se queden en el aire, ¡y en usted la más hermosa!».
Autores de hoy escriben letras de nuevas tonadas. Para ostentar matiz regional nativo, apelan al uso de músicas folklóricas. De no hacerlo así le restarían todo sabor cuyano. Lo folklórico parece residir más en la música que en la letra: no es concebible que una tonada de reciente hechura tenga música de jazz o melódica. No pocos aficionados al canto nativo modernizan las tonadas, apartándose del remanido argumento antiguo para ser novedosamente descriptivos. Exaltan el lugar del nacimiento, las viñas, la cosecha, la bodega, el vino; las costumbres y los barrios suburbanos, etc. Estas nuevas derivaciones argumentales, señalan cierta fidelidad a lo tradicional pero muy enriquecido con paisajes. Para consuelo de los «puristas» recordemos que tradición es lenta modificación.
El folklore sanjuanino ostenta mayor pureza que el mendocino por albergar en su ámbito menor cantidad de elemento migratorio.
De los cientos de tonadas registradas en canciones, sólo se cultivan en la actualidad menos de una docena.
Como broche final, es de justicia recordar que son los músicos y cantores de orientación viva la llama de nuestro noble folklore.
Escuchar "Mi tonada cuyana"
Cogollos
Canto a dos manos que enlazan
en lo más alto del cerro;
son la huasa y gaucha mano
olivo y gala ofreciendo,
y al honor vuelvo a decirlo:
en alto vihuela y pecho.
Por sierra adentro, voy a tu encuentro...
Las cordilleras del Ande
dan sus aguas a dos lados:
por ser hijo ‘e cordilleras
igual se ruedan mis cantos
y si me alzo por Naciente
¡sigo del Sol voz y mando!
Ahora y cuando vamos andando...
Su caudal entregue el río
a labradas heredades
y el cantor de sentimiento
saque a lucir sus verdades;
en esa güella mi pié
y diay no me saca naide.
Vengan las buenas, vengan las malas.
No bien llueve en serranías
es ver plantas remozadas;
así refresco razones
en las bien criollas tonadas;
para los pechos hermanos:
flor y espinas hermanadas.
Quien quiera tunas, al cerro vaya.
Mis títeres no se mueven
si razón no les alcanza;
sin ver la cara que ponen
tiro puyas y alabanzas...
Con su luz, el lamparero
a paso en la noche avanza...
Venga a pulsiarla si ha de cambiarla.
Avíseme el pecho mío
si ofendo en falso un sentir:
borraré con llanto y ruego
cualquier traspié en mi decir.
El que da frente en un cerro
solo de frente ha de herir...
Soy gaucho y huaso; voy hasta el fin...
En los tiempos venideros
tengo puesta la mirada:
quieran mis criollos ver claro
lo que dicen mis tonadas
que quien se duerme en la gloria
¡en barriales despertara!
Arrope y paila, al fuego bailan.
No sigo sendas agenas
corto campo pa’ llegar,
yo no me dejo decir
-Tarde piaste en tu cantar-
Fundamentos huaso y gaucho
¡por ellos vengo a peliar!
De cordilleras sale mi afán...
Son flores del pensamiento
que traigo de serranías;
de cuando en cuando lamentos
lo demás, fina alegría.
Con las flechas que me clavan
hago ramo ‘e fantasía...
Lloro mis penas por serranías...
Baulero: Eduardo Paganini
Cancionero popular cuyano, Mendoza, 1997, Ediciones del Canto Rodado
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