domingo, 13 de octubre de 2013

Juicios: Kafka en el castillo federal

Ramón Ábalo

Josef K es arrestado una mañana por una razón que desconoce. Desde ese momento se adentra en una pesadilla para defenderse de algo que nunca se sabe qué es, y con argumentos aún menos concretos, tan sólo para descubrir una y otra vez que las más altas instancias a las que pretende apelar no son sino las más limitadas, creándose así un clima de inaccesibilidad a la justicia y a la ley. Los pasillos que transita a diario, las oscuras oficinas y los tinterillos ofuscados, tiesos y grises, son a diario para Josef K, de Praga, una pesadilla serial. Los días transcurren en un ida y vuelta por esas catacumbas repletas de gruesos expedientes, pero insiste para que lo dejen cruzar la puerta de la ley. Y así se le va la vida, y al final, en plena agonía, el Guardián le dice "Ninguna otra persona podía pasar esta entrada, estaba reservada sólo para ti. Para cuando expires con un último suspiro. Ahora me voy y cierro la puerta". Josef de Praga expiró esperanzado que en el más allá San Pedro, el que en nombre del Poderoso, abre o cierra las puertas del paraíso le diera el úkase para el disfrute eterno, convencido de que los territorios de donde venía muchos eran los que, como él hurgaban en el destino, y pocos, muy pocos, los que se regocijaban de sus privilegios logradas en las mismas instancias altas de todos los poderes.

En los pasillos alumbran los rayos solares y las lámparas incandescentes resaltan los tonos claros de las paredes. El grupo de mujeres y hombres, nunca más de 5 o 6, son atendidos solícitamente por bellas y bien formadas secretarias y sus sonrisas invitan a un diálogo cordial, recitando edulcoradas respuestas a los petitorios reiterados que desde hace tiempo han dejado plasmado en documentos sesudamente elaborados y consensuados, evitando rispideces que ya no corresponden. La democracia campea en todos los espíritus, incluso en esa fortaleza federal, ámbito impoluto y recoleto, aunque ahora exhalando republicanismo por todos los poros, por ahí algunos descarriados exponen impudorosamente sus veleidades aristocrizantes, interpretando los códigos según las interpretaciones de la Sociedad Rural, los monopolios mediáticos y extranjeros, el consenso de Washington.

El grupo resiste los vericuetos de las respuestas, aún las de las instancias más altas, hasta que logra que una puerta se abra para que la oralidad reitere las peticiones desde la cercanidad de los oídos de sus señorías. Los diálogos transcurren sin estridencias de los peticionantes y sus señorías desgranan sapiensas jurídicas de alto vuelo y cada tanto un ordenanza reitera los pocillos con café. "Doctor, dice alguien de los peticionantes, lo que no entendemos no son los aspectos jurídicos sino lo que es evidente: las demoras y las reticencias son parte de un juego que la clásica discreción de la llamada justicia no logra disimular la esencia tenebrosa de ese juego...porque de lo que se trata, así lo vemos, de que aún sigue imperando la impunidad, esta vez en el marco del transcurrir el tiempo de los almanaques y los relojes para convertirse en valor mortuorio para unos y otros, para los genocidas que morirán impunes y para las víctimas y los familiares, que irán al descanso eterno sin haber logrado la reparación de la justicia..."

La petición requiere que se decida por una magacausa para aventar ese tiempo de impunidad. Abarcaría la posibilidad de condenas a más de cien implicados, la comparecencia de otros tantos testigos en no menos de 30 causas. Y entonces sí SERA JUSTICIA.

La Quinta Pata

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