domingo, 24 de noviembre de 2013

Ranqueles en Mendoza

Eduardo Paganini

Aseguran que el tiempo amortigua las emociones, pero en casos como este la regla parece resquebrajarse, puesto que a la distancia y con mayor conciencia de lo acaecido en la época de la publicación (pleno gobierno de la dictadura militar), provoca intenso estupor observar cómo —con el pretexto de un centenario— se expresaba el regodeo por el éxito castrense de una desequilibrada campaña de exterminio (contra naciones indígenas), mientras contemporáneamente y entre las sombras se estaba llevando a cabo otra, no mucho menos desequilibrada.

Pero más allá de estos datos del contexto de edición, el documento conlleva valor por sí mismo, que merece destacarse; por ejemplo: el dato, poco frecuente, de la presencia de los ranqueles en la provincia de Mendoza; su denominación “ranquelche”(que no resulta contradictoria, a sabiendas que el sufijo “che” en varias lenguas aborígenes de la zona, especialmente el mapudungun, significa ‘gente de’), la jerarquizada presencia femenina entre los caciques convocados (“la cacica María Josefa”), la voluntad de diálogo y no de confrontación por parte de las autoridades españolas del momento y de los jefes indios (aunque parece el tratado no se respetó) [i], según emerge del espíritu del acta.

El Excelentísimo Señor Marqués de Avilés, actual Virrey y Capitán General de estas Provincias, deseoso de perpetuar la paz en estas fronteras, no ya por medio de la sangre y la devastación sino por el de las negociaciones y tratados celebrados con las parcialidades de indios que antes las invadían con gravísimos daños de sus moradores y del comercio; oyó con gusto la súplica que a su tránsito por Mendoza hicieron a su Excelencia los indios pehuenches amigos de Malargüe con su gobernador el cacique Pichicolimilla, cuando vinieron a rendirle la obediencia, solicitando fuese admitido a nuestra amistad el cacique principal caudillo de la nación ranquelche llamado Carripilum; y en su consecuencia me ordenó tomase todas las medidas convenientes y que contemplase necesarias a efectos de que se verificase cumplidamente el deseo de estos indios. En su cumplimiento despaché al indio cacique llamado Marcos Goico, pariente inmediato de Carripilum, con otro compañero ambos de las parcialidades amigas dándoles un soldado que los acompañase y mandé decir con ellas a aquel caudillo que podía venir con la mayor seguridad a presentarse en esta frontera a celebrar conmigo los tratados de paz y amistad que deseaba. Y con noticia que tuve a su tiempo de que sin detención alguna se puso en marcha para verificarlo así, ordené con el Capitán de Amigos Dn. Francisco Barros al cacique Pichicolimilla que reuniéndose junto con toda su indiada pehuenche al citado Carripilum se presentasen todos en esta Plaza a celebrar en la forma y publicidad acostumbrada el parlamento y tratado de paz solicitado por ellos con el referido caudillo ranquelche. Y en seguida me avancé hasta esta Plaza con el número de doscientos cincuenta soldados de milicias y sus oficiales correspondientes que hiciesen de testigos y autorizasen el tratado.

Antes de partir de la ciudad pasé un oficio al Ilustre Cabildo dándole noticia de mi marcha y del motivo ya para su inteligencia y ya también por si gustase diputar alguno o algunos de sus vocales que quisiesen asistir a este parlamento, como de facto lo determinó así comisionando desde luego al Sargento Mayor Dn. Miguel de Teles, Alcalde Ordinario de Primer Voto.

El día 29 de junio entré en esta Plaza y el 30 entró el cacique Carripilum con su comitiva reunida ya a la indiada pehuenche. El 1º, 2º y 3º día del corriente se emplearon en explorar los ánimos a los caciques y dar a la gente algún descanso. El 4º se señaló el parlamento para el día de ayer cinco en que habiéndome presentado en la Plaza con el Sargento Mayor Alcalde diputado el que lo es de la Villa y Capitán Dn. Juan Morel; los Capitanes de Caballería Dn. Francisco Barros y Dn. Sebastián de Undiano; el Ayudante Dn. Francisco Javier Lorea; los Tenientes Dn. José Ferrari, Dn. Felipe Segura, Dn. Nicolás Barros, Dn. José Marcos Álvarez y Dn. Lucas Anzorena; los Subtenientes Dn. Antonio López, Dn. Pedro Puebla, Dn. José Dávila, Dn. Pedro Serrano y Dn. Bartolomé Juárez y el Presbítero Dn. Eduardo de la Reta que como Capellán de la partida ocupó también su lugar correspondiente en esta función.

Colocado cada uno en su puesto respectivo y circulada la Plaza con la tropa que conduje para este efecto, llamé a los indios para que ocupasen los asientos prevenidos de antemano bajo de un gran toldo construido al intento, lo cual ejecutaron prontamente el cacique gobernador Pichicolimilla, su teniente Paiñichiñe, Carilef, luego Carripilum y enseguida los caciques Millanguir, Butacolimilla, Caripan a nombre del cacique Antepan que no pudo venir por hallarse con su mujer gravemente enferma; la cacica María Josefa por sí y a nombre de su anciano padre el cacique Roco; Leviom, Leviguegue, Antepan Barvas, Marcos Goyco, Liguiñan, Caronao, Catruel, Guanquenecul, Caniur, Pentin y Peutiñan y los capitanejos Millanao, Ignacio Carilef, Cumiñan, Vicente y José Goyco, Fermín Cayumir, Ragullan y otros mocetones de menos nombres e indias hasta el número de trescientos treinta y cuatro individuos.

Y colocado en su lugar el Intérprete General y Capitán Dn. Antonio Barriga, dirigí mi primer razonamiento al cacique gobernador Pichicolimilla dándole gracias por su obediencia y puntualidad en concurrir con todos sus indios a este parlamento, significándole al mismo tiempo el gusto que sentía al ver en esta junta al cacique Carripilum con quien en tan bella ocasión podían todos los pehuenches olvidando cualesquiera motivo de sentimiento congratularse estrechando más los vínculos de su antigua amistad, para que procediendo de conformidad se aumentase y asegurase la paz en la tierra y pudiesen oponerse de acuerdo a las incursiones de sus enemigos los güiliches; a que contestó Pichicolimilla que confirmando de nuevo su obediencia reconocía desde luego su vasallaje al Rey nuestro señor y a sus ministros en su nombre, y así había acudido luego a mi llamado y prometía hacer lo mismo mientras viviese.

Por lo que respecta al caudillo ranquelche Carripilum, dijo que él también celebraba grandemente tener esta ocasión en que echar nuevos lazos a su amistad y estaba pronto a entablar más estrechamente su correspondencia y proceder de acuerdo con él para velar sobre los movimientos de sus enemigos los güiliches, avisándonos de la menor novedad que hubiese en la tierra como a buenos amigos. Preguntados en los mismos términos uno por uno, todos los caciques y capitanejos pehuenches respondieron en la misma conformidad que su cacique gobernador, y con esto quedó entre ellos y Carripilum y los suyos afirmada una paz estable y duradera con aclamaciones Y abrazos que se dieron recíprocamente con general alegría de todos.

Enseguida prometió el referido principal cacique Carripilum mantenerse fiel amigo nuestro del mismo modo que lo era en la frontera de Córdoba según el tratado que celebró en ella por medio del cacique Cheglen su íntimo aliado delante del Señor Marqués de Sobremonte el día diez y siete de noviembre de mil setecientos noventa y seis, y del que conserva una medalla que lo acredita y presentó en el acto.

Que así como se obliga a ser perpetuamente nuestro amigo lo será del mismo modo de nuestros amigos y enemigo declarado de nuestros enemigos. Que en cualquier tiempo que tenga noticia de algunos movimientos de hostilidad de los indios enemigos hacia cualesquiera de las fronteras de Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Reino de Chile o esta será obligado a darme noticia por esta frontera con la mayor diligencia por el conducto que se le presente más inmediato; y que de todos modos propenderá por su parte con el mayor empeño a mantener la paz y tranquilidad en toda la tierra de su dependencia. Con lo cual y nueva repetición de abrazos y marimaris y uno muy estrecho que di yo al citado Carripilum quedó concluida la función de este día.

En este de la fecha por la mañana convocados nuevamente en la Plaza todos los indios y los sujetos arriba nombrados, los soldados de milicias sobre las armas y los de la guarnición del Fuerte sobre la muralla, se leyó este instrumento en alta voz y ratificándole el cacique ranquelche Carripilum y sus compañeros con el gobernador Pichicolimilla y los demás caciques y capitanejos de las parcialidades pehuenches, di a reconocer con salva de artillería y repetidas aclamaciones al referido Carripilum por cacique gobernador y principal caudillo de la nación ranquelche amigo de nuestros amigos y enemigo de nuestros enemigos; y en señal de ello puse en su mano en nombre del Rey un bastón y le presenté los regalos que los Ministros de Real Hacienda me entregaron para este efecto, como también repartí entre todos los demás indios de todas edades y sexos los que venían destinados para ellos y enterados y satisfechos de todo y de lo contenido en este documento lo firmaron haciendo cada uno su señal y le firmé yo con el diputado de la ciudad y demás oficiales en esta Villa de San Carlos a seis días del mes de julio de mil setecientos noventa y nueve años. José Francisco de Amigorena, Miguel Teles Meneses, Juan Morel, Francisco Barros, Sebastián de Undiano, Eduardo de la Reta, Antonio Barriga, Javier Lorea, Felipe Segura, José Ferrari, Nicolás Barros, Lucas Anzorena, José Marcos Álvarez, Antonio López, Pedro Nolasco Puebla, José Dávila, Bartolomé Juárez, Pedro Serrano. Aquí siguen las señales que hicieron los indios.

José Francisco de Amigorena [ii]

José Francisco de Amigorena, Tratado de paz con Carripilum en Las campañas del Desierto y del Chaco, Mendoza, 1979, Gobierno de Mendoza, Ministerio de Cultura y Educación.

[i] Para mayor información véase http://es.wikipedia.org/wiki/Frontera_ind%C3%ADgena_sur_del_Virreinato_del_R%C3%ADo_de_la_Plata
[ii] Archivo Histórico de Mendoza, Cap. 30, Doc. 46.

La Quinta Pata

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