domingo, 22 de diciembre de 2013

Milicos eran los de antes -(ll)-

Agustín Sur

Seguimos con la transcripción de una parte de un texto de cuentos del libro del gran escritor mendocino Juan Draghi Lucero, que se titula "El tres patas". Tema central es el de la policía de aquellos tiempos, de la "policía brava", como la de ahora.

"…Tanto los de abajo como los de arriba apelaban al matón y ¡créase o no!, las votaciones se las llevaban los más bravos. Subían al triunfo los candidatos que sostenían los comités con vino, empanadas y ¡Matones! Sé que esto que digo revuelve las tripas a los angelitos de ahora. ¡Qué me desmienta alguien con pruebas en la mano! Bueno, después de ganadas las tremenda ¿qué se iba a hacer con los pobrecitos matones? ¡Había que acomodarlos! ¿Dónde, que medio sirvieran? ¿En las oficinas de papelistas? ¡No sabían escribir ni menos guardar modales de decencia! Entonces, pues, mi señor, se les enchufaba uniformes de guardianes del orden, se les daba una rociada de procedimientos policiales, se les recomendaba moderación y buena compostura y se los plantaba en la calle a dar ejemplo de celo y derechura. Esto de día y en barrios del ricaje, pero de noche y en las laderas del Zanjón, la cosa se daba vuelta y media. Allí había que enfrentar a los cabrones desaforados y calientes y, era ganársela con matones uniformados! Entraban esos disfrazados de cataratos a callarla con machete y, en última instancia, con los del calibre 45. Cuando se armaba en los quilombos, riñas de gallos, juegos de la taba, bodegones y cien tapujadas casas de tolerancias con bolineas de a pie, donde se veían chalina envolviendo el brazo izquierdo y tamaño facón en la diestra, entraban en línea de batalla los bravos de la Punta y, ¡jue pucha!...Caían cotudos que daba gusto. Y es que primero la sopapeaban, luego aparecía con machete, y, si la cosa quemaba, bufaban fogonazos los revólveres y el encontronazo terminaba a favor del orden, con el grito finalero y acabador de ¡todos presos! Aunque más de una vez y por vía de sones contrarios tuvimos que abatir banderas y tocar retirada a clarín bajito. Este era el cuadro del 900....Y que no me vengan con quimbas, que yo soy quimbero viejo y no se me despintan las de entonces. ¿Que el gobierno era malo? ¡Tamos de acuerdo! Malos eran el P.E., el Legislativo y el Judicial, a los que llamábamos en nuestra jerga, el Joditivo, porque nos tenía locos en apagar jodiendas: el Palanganativo, por las palanganiadas de los diputaditos, y el Embrollativo, por las gambetiadas de los avenegras. Malos eran, si, señores, pero los de la oposición se cortaban por la misma tijera. La verdad era que los más picaros se acomodaban arriba y los otros bribones ladraban desde abajo. Siempre fue igual. Hasta el más inocenton sabe que en el gallinero las gallinas que duermen arriba cagan a las que dormitan abajo... El día que los dormideros del hombre estén a la misma altura, ¡se acabarán estas gracias! Yo, como zorro viejo, vide y seguiré viendo la mesma cosa. Sólo cambian los modales, aunque me cabe decir que contrarresto muchas faltas memoriando las bonanzas....

"Y es de saberse que aparejado al crecimiento de la riqueza de esta provincia, con ferrocarriles, teléfono, tranguais a caballo, alguna agua corriente y, sobre todo con el dique del río Mendoza, se veía aflorar la abundancia y el dinero. Los gringos primeros que vinieron tendiendo la vía ferroviaria levantaban cabeza. Compraban a cien pesos la cuadra de tierra en Luján, Maipú, Guaymallén.... y plantaron viña francesa. Dejaron el carlón descolorido para ladiarse al tinto fuerte. Así vimos crecer a los Tomba, Giol, Garagantini y cientos de otros. Cierto que corría la plata con empujes al trabajo, pero con esto florecieron más casas de libertinaje, ahora con criollos de nuevo cuño y gringos platudos que, si bien es cierto que la sudaban a lo burro, cuando les daba por la "tarantela" había que pertrecharse de confites de plomo. Bueno, la barriada del Zanjón parecía una romería las noches del sábado. ¡Ay, Señor! ¡Las que se armaban los abuelitos y los bisabuelitos de los jovencitos de ahora! Si la supieran éstos, que se hinchan con agua azucarada y gaseosa de "Se ven la cola, cola", ¡cómo se empinaban los frascos del tinto, del blanco, de aguardiente y ginebra, los del 900! . Y ya comenzaban a caernos las "madames" de París, con francesitas y polacas que deslumbraban a los criollos por sus finezas de salón...Los médicos Semorile, Canale, Ponce, Funes, Pelliza y algún otro, recetaban a granel la piedra infernal y mercurio, y la botica de Sicardi no daba abasto para combatir el mal de Venus. Las crujientes camas del Hospital San Antonio eran una viva llaga por las mordeduras de "la viborita", como se le llamaba al mal de doña Sfilisa...El caso es que teníamos los pobres milicos que aguantar doble ración de machetazos. Bueno, eso era con los pobres criollos y gringos recién llegados, pero cuando hacían su cantora aparición los niños bien, los futres de leva, los tinterillos de las oficinas del gobierno y escribanías, entonces envainábamos al que no se dobla y con palabritas santulonas los hacíamos retornar a la buena senda y pidiéndoles que nos recomendaran a los mandones. Lo cierto es que a estos de la dorada juventud y la no menos pinturriada "vejentud", como les llamábamos a los viejones verdes que echaban sus canitas al aire, los reducíamos con consejos santificadores. Los metíamos en un coche de plaza y el morocho de las riendas los bajaba en su rico portal. Todo en secreto, ¡Que no la maliciaran ni la señora ni las hijas!". (Sigue en otra nota, la III)

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Tercera parte

La Quinta Pata

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