domingo, 12 de enero de 2014

Debate para el 2014: la ley de semillas

Évelin Torre

Las semillas son el resultado del trabajo colectivo acumulado de miles de generaciones de agricultores, que las han domesticado, criado, seleccionado, mejorado, conservado e intercambiado desde épocas ancestrales.

En la Argentina, hoy está vigente la ley de semillas n° 20247, sancionada durante el gobierno de facto del general Lanusse en el año 73, pero desde hace más de 10 años, la empresa Monsanto está intentando modificarla.

El objetivo de Monsanto se enmarca en un proceso mundial de apropiación del proceso alimentario por parte de las grandes corporaciones, que buscan imponer derechos de propiedad intelectual sobre la semilla a través de lo que se conoce como “derecho del obtentor“.

El derecho del obtentor es un derecho de propiedad intelectual que reconoce el mejoramiento genético hecho por una persona en una semilla siempre y cuando este mejoramiento sea, además de innovador, estable, homogéneo. De esta forma se le otorga al obtentor el monopolio sobre la semilla, monopolio que funciona igual que el derecho de autor de una obra artística. Es decir, este derecho hace que el autor sea la única persona que puede comercializar e incluso compartir la semilla, olvidando que éstas son una creación campesina de hace 10.000 años.

A su vez, la legislación que se intenta impulsar, establece que los agricultores sólo pueden utilizar aquellas semillas que están debidamente registradas y certificadas. De aprobarse la normativa, se verían obligados a pagar regalías de por vida a las multinacionales por el uso de sus semillas certificadas y, quienes no lo hagan, perseguidos y castigados como criminales, por robar genes patentados.

Por otro lado, los estándares exigidos para la certificación de las semillas son muy altos y sólo pueden cumplirlos las grandes empresas multinacionales. En este sentido, cabe destacar que las semillas patentadas se han transformado en el tercer negocio más rentable del mundo.

Para entender la cuestión…

De acuerdo a la forma de polinización, la clasificación de las plantas se divide en autógamas y alógamas. Las plantas autógamas son aquellas que se reproducen sexualmente por autofecundación. Lo relevante de esto es que no hay mezcla de genes, de manera que la semilla que se genera es exactamente igual a la anterior. En cambio, la alógama, es mezcla de genes (hibridación), por lo tanto la composición genética del grano es totalmente diferente a la de la semilla.

La importancia económica de este fenómeno es que los derechos de propiedad de una obtención vegetal están naturalmente protegidos en el caso de las plantas alógamas (por ejemplo, el maíz) y no así en las autógamas, porque un productor puede comprar una semilla mejorada genéticamente y replicarla las veces que quiera sin perder las propiedades o características de la primera.

De allí por qué se reclama un sistema de protección de las obtenciones vegetales en el caso de plantas autógamas, como la soja y el trigo.

Lejos de ser ciencia ficción.

Aunque la cuestión parece la trama de alguna novela de ciencia ficción, en realidad está más cerca de la realidad de lo que podemos imaginar. De hecho, en Colombia ya se dictó una resolución, la 9.70, que prohíbe a los campesinos sembrar semillas que no sean certificadas, obligando con ello a la compra de semillas propiedad de alguna empresa en cada ciclo agrícola, al tiempo de criminalizar la resiembra de semilla y el intercambio de la misma. Al respecto, la periodista Victoria Solano ha realizado un documental titulado “9.70”.

El documental analiza los impactos de la resolución tomando como ejemplo el caso de Campoalegre, un pueblito arrocero al sur de Colombia donde se aplicó esa medida hasta las últimas consecuencias. En el 2011 el organismo encargado del control agropecuario en Colombia (ICA) llegó hasta el municipio e incautó 70 toneladas de arroz. Luego regresó en un violento operativo con fuerza pública y finalmente destruyó la semilla en un basurero por considerarla ilegal. En total 70 mil kilos de comida fueron arrojados a la basura, y los campesinos dueños del arroz tuvieron pérdidas millonarias y fueron judicializados.

También México sancionó en 2007 una Ley de Semillas que obliga a que toda semilla a utilizar debe ser de producción propia o comprada, no existe otra alternativa. Eso significa que intercambiar o regalar semillas pasa a ser ilegal y no hay excepción. El regalo y el intercambio de semillas es ilegal porque en ese caso la semilla que se tiene no es ni propia, ni ha sido comprada.

Podría pensarse que la gente que tiene semillas propias puede fácilmente comercializarlas, pero en realidad la ley tiene una serie de artículos que hacen exigencias imposibles de cumplir, o que matan lo mejor de las semillas campesinas e indígenas. Por ejemplo si alguien decide vender semilla tiene la obligación de guardar un registro estricto de cómo produjo esa semilla y además guardar una muestra de esa semilla para pasar cualquier inspección que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Alimentación determine a través del Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas. Eso a veces ni las empresas logran hacerlo, menos aún lo va a hacer la gente en el campo. En otras palabras no solamente se prohíbe el intercambio y regalo, sino que también se prohíbe la comercialización campesina.

La ley también impone el concepto de que la semilla de buena calidad debe ser uniforme, es decir igual e invariable y además estable, es decir que no cambia en el tiempo. La calificación de semilla de buena calidad incluso para ser certificada, no incluye para nada el comportamiento agronómico. Es decir, con tal de que salga pareja, toda igual, si funciona mejor o peor que otra no tiene ninguna importancia. Sabemos que solamente la semilla producida por las grandes empresas semilleras es toda igual, y que sea toda igual no significa que sea mejor.

Agrega la ley que las semillas tienen que ser estables y para mantener un nombre no deben cambiar. Eso significa, en un país como México, que de alguna forma se le impone a las semillas nativas la obligación de no seguir evolucionando. Las semillas campesinas y de los pueblos indígenas de México se han mantenido justamente porque han ido evolucionando en el tiempo.

Por su parte, en Venezuela se intentó presentar a primera discusión en la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, el proyecto por la nueva Ley de Semillas, calificada por algunos como “Ley Monsanto en Latinoamérica”.

Gracias a la organización y el accionar inmediato de más de 100 organizaciones conformadas por campesinos, indígenas, consejos comunales, estudiantes, medios alternativos y artistas que el 29 de octubre de 2012 se consolidaron como Red de Guardianes de Semillas en Monte Carmelo, estado Lara, el intento de discusión de la “Ley Monsanto” en Venezuela logró detenerse y la Asamblea Nacional se vio obligada a elaborar un proyecto de ley dirigido a prohibir el uso y consumo de alimentos transgénicos, una normativa que deberá pasar por una consulta pública con el sector productivo y que será debatida en todas las instancias del poder popular antes de su aprobación en el pleno legislativo.

¿Y qué pasa en la Argentina?

La nueva ley es un lobby concreto de Monsanto. En el 2003 la empresa empezó a pedir que se cambie la ley de semillas. Pero en ese entonces no encontró ecos en el gobierno, y anunció que se retiraba del país y que no generaría más eventos hasta que no se cambiara la situación. Entre otras acciones, Monsanto frenó embarques enteros de soja transgénica en puertos de Europa porque contenían genes de su propiedad y Argentina no admitía pago de sus regalías. Esa demanda la ganó Argentina. Pero en el año 2010-2011, el gobierno nacional empieza a replantear su postura sobre el tema.

A mediados de junio de 2012 en un discurso Cristina Kirchner afirmaba en el Consejo de las Américas su reunión con representantes de la empresa Monsanto y la intención de la empresa de volver a hacer inversiones. Ocurre eso a mediados de junio y a mediados de agosto Pablo Vaqueros, director de Monsanto Argentina y Norberto Yahuar, ministro de agricultura, anuncian en conferencia de prensa el lanzamiento de la soja RR2 Intacta.

En el mismo acto, el titular de la cartera agropecuaria nacional anunció las intenciones de enviar al Congreso un proyecto de ley de semillas con la intención de “proteger la propiedad intelectual del proceso de desarrollo”[i] que estaría listo en los próximos meses. Sin embargo, el año pasado y como efecto de las propias internas dentro del kirchnerismo, la discusión quedó paralizada pero Yahuar anunció que tendría lugar luego de las elecciones de octubre.

Con estos antecedentes, es de esperar que el debate se plantee en el transcurso de este año.

A modo de conclusión…

La semilla es el primer eslabón de la cadena alimentaria, y, por consecuencia, es la piedra angular de la autonomía y soberanía alimentaria de los pueblos, así como gran parte de su cultura.

La legislación sobre el patentamiento de las semillas que se trata de imponer, está diseñada para que empresas multinacionales tomen el control de la alimentación a nivel mundial. Así, a través de la invención de la “bio piratería” se busca arrebatar los derechos ancestrales que hemos recibido de la naturaleza, patrimonio colectivo de la humanidad.

Esto implica otorgar un certificado de defunción a las semillas naturales, que serán reemplazadas por semillas transgénicas de propiedad de las grandes empresas, y que para su correcto desarrollo, requieren de insumos (químicos, pesticidas, abonos, etc.) que las mismas empresas proveen en forma monopólica.

No es una cuestión menor el tema de la calidad de las semillas transgénicas. Muchos son los estudios científicos imparciales que piden que se pare de introducir alimentos modificados genéticamente en la cadena alimentaria. [ii]

Intentan convencer a la población de que las semillas transgénicas han sido perfeccionadas para beneficio de las personas, pero en este orden de ideas, Monsanto creó las llamadas "semillas suicidas" (también conocidas como “terminator”) gracias a la modificación genética: semillas programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia fuera estéril y evitar así que el agricultor las pudiera volver a sembrar, revelando así los espurios intereses económicos de la empresa.

No olvidemos que las semillas que nos regala nuestra madre tierra son verdaderos e irremplazables tesoros de la humanidad y cada una de ellas guarda en su código genético miles de años en su historia de evolución.

Y hay un hecho que revela la importancia de la cuestión: la construcción de una verdadera fortaleza blindada, en el interior de una montaña en la isla de Svalbard (Noruega), que funciona como el banco mundial de semillas conocido como la “Bóveda del fin del mundo”. Su objetivo es salvaguardar la biodiversidad de cultivos alimentarios, haciendo una copia de seguridad de todas las semillas que existe en el mundo y programadas para ser usadas en un nuevo amanecer de la especie humana, ya sea por catástrofes naturales o autodestrucción propia del hombre. Y no son precisamente semillas transgénicas las que allí se almacenan, sino semillas naturales proporcionadas por la naturaleza.

Y no es curioso que detrás de ese proyecto se encuentran grandes empresas multinacionales y entre ellas, paradójicamente, Monsanto.

También han financiado el proyecto multimillonarios como Rockefeller y Bill Gates. De hecho, hay teorías que hablan de un intento de control global de la población a través de métodos eugenésicos (el padre de Bill Gates, William H. Gates Sr., ha estado fuertemente involucrado en la eugenesia con el grupo Planned Parenthood, una renombrada organización que nació de la Sociedad Americana de Eugenesia). [iii]

Como Sociedad, el desafío será construir una nueva consciencia alimentaria y ambiental y no delegar esa función en los gobiernos, que defienden a las multinacionales y se muestran orgullosos de sus planes de desarrollo biotecnológico. Permitir que se adecúe la legislación a las necesidades de la industria semillera, equivaldrá a permitir una privatización de la vida misma.

A continuación, el documental 9.70 de Victoria Solano

[ii] Algunos de estos estudios son los siguientes: -Del Hospital Universitario de Quebec: http://www.usherbrooke.ca/gnec/pj/Article%20paru%20dans%20Reproductive%20Toxicology%20(document%20PDF).pdf , -Universidad de Oporto en Food Policy: http://dx.doi.org/10.1016/j.foodpol.2010.11.016, -José L. Domingo, Catedrático de Toxicología de la Universidad Rovira i Virgil: http://dx.doi.org/10.1016/j.envint.2011.01.003 , -El propio Comisario de Agricultura de la UE, Dacian Ciolos, afirmaba recientemente que la agricultura europea no debería estar basada en la producción de alimentos baratos a cualquier coste y que los transgénicos no cumplen con la calidad que exigen las personas consumidoras (http://www.fwi.co.uk/Articles/2011/05/05/126645/EU-farm-commissioner-slams-GM-crops.htm



La Quinta Pata

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