domingo, 2 de marzo de 2014

De la clausura de olimpiadas en Rusia a la amenaza de una nueva guerra fría

Alfredo Saavedra

Cerraron el domingo pasado las olimpiadas de invierno en Rusia, con el mismo esplendor de su inauguración 15 días antes, para su elogio entre susurros de la prensa occidental, que se valió de la ocasión para ventilar la animosidad del poder que representa contra esa potencia. Hostilidad intensificada con los sucesos en la vecina república de Ucrania, que han desembocado con la amenaza de un nuevo episodio de Guerra Fría, que iniciada en la posguerra hace más de medio siglo, culminó con la desarticulación de la Unión Soviética y el sistema socialista de ese conglomerado de naciones.

De suerte que el consenso de los atletas participantes, al cierre de los juegos, al expresar su alegría de haber sido parte de ese evento no pasó, en esas circunstancias, por la autocensura de los medios extranjeros, con una masiva presencia de periodistas de los Estados Unidos, Canadá, Australia y muchos otros países. Ese entusiasmo por los juegos fue manifiesto en las entrevistas de la prensa extranjera, cuyas publicaciones en Canadá por ejemplo, no perdieron tiempo en buscarle defectos al acontecimiento y en particular dirigir sus diatribas contra el presidente ruso Vladimir Putin, a quien se le atribuyó haber impulsado los juegos para servicio de su personalidad.

Rusia, como es del dominio público, tiene un gobierno totalmente separado del contexto socialista del pasado y su economía tiene semejanza con el estilo mercantilista de China, que se identifica con el capitalismo regente en las naciones poderosas de occidente. Pero como Rusia es el enemigo de Estados Unidos, por la competencia de poder para dominación en el mundo, los países aliados al gobierno yanqui hacen coro en la práctica de esa política hostil que se expresa de manera definida en los medios de comunicación del bloque capitalista.

Respecto a la fisonomía actual de Rusia, resulta significativa la declaración de los integrantes del polémico y disidente conjunto musical Pussy Riots (Chicas Alborotadoras), quienes manifestaron a reporteros estadounidenses que “en Rusia no hay una política real, no hay discusión de puntos de vista reales y que el gobierno se concentra en ideas nacionalistas de identificación con la iglesia y los deportes”. Declaración que podría interpretarse como desencanto con la actualidad en su país y quien sabe si nostalgia por el pasado o lo que es más probable, encanto con la cultura de occidente.

En la segunda semana del desarrollo de los juegos, se produce el brote de protestas en la capital Kiev, de Ucrania, suceso que atrajo la atención de los medios de comunicación hacia ese país, donde con el entusiasmo que les caracteriza para manifestar su falta de objetividad, concentraron su trabajo en destacar las declaraciones de los protestantes, sin dar oportunidad de exponer su posición a los afines con el régimen, identificado con el gobierno en Rusia.

Logrado el propósito en apariencia no previsto de derrocar al gobierno, luego de una represión que culminó con la muerte de numerosos protestantes pero también de varios policías, en un clima ambiguo hasta el momento, la oposición ha formado un nuevo gobierno tras el abandono del poder por el primer ministro Víctor Yanukovich, quien ha buscado asilo en Rusia. La prensa en Canadá y Estados Unidos, afirma que en la capital ucraniana predomina la posición opositora, a pesar de que en la región sur del país, con una población predominantemente de filiación con Rusia –el ruso es el idioma local- los habitantes repudian lo que denominan golpe de estado en la capital y proclaman su posición del lado ruso.

A todo esto se ha evidenciado que aunque la revuelta en Kiev fue determinada por la oposición de los habitantes a la decisión del primer ministro de ratificar un acuerdo con Moscú, en lugar de firmar uno nuevo con la Unión Europea, todo parece indicar que estaba de por medio una conspiración instigada por los Estados Unidos, lo cual está en correspondencia con el hecho –informado por la agencia de noticias AP- de la intervención de la principal diplomática estadounidense en Europa, Victoria Nuland, quien según el despacho de prensa tuvo conversaciones con la oposición al recomendar para nuevo primer ministro al señor Arseny Yatsenyuk, por considerarlo “el tipo que tiene la experiencia para gobernar”. En efecto, Yatsenyuk asumió y ejerce ese cargo.

A eso se agrega el detalle importante de la llegada a Kiev al principio de la revuelta, del senador estadounidense John MaCain, del partido republicano quien en la plaza principal de esa capital arengó a los protestantes asegurándoles que “contarían con el apoyo de Estados Unidos”. Si eso no se considera intervencionismo, no se sabe qué otro calificativo se le pueda dar. Todo eso ocurría en las cercanías de Rusia, que circunda el territorio de Ucrania, cuyo gobierno de seguro que interpretaría eso como una provocación. Precisamente en conferencia de prensa el viernes desde Rusia, el derrocado primer ministro Yanukovich denunció la ingerencia de Estados Unidos en los sucesos que desembocaron en lo que calificó de golpe de estado.

De ahí que tras la caída del gobierno del señor Yanukovich, favorito de Moscú, no se hizo esperar la reacción del Kremlin, al desplegar sus tropas en las fronteras con el país ucraniano, para disgusto de los líderes de la revuelta, pero para beneplácito de la Ucrania del sur y de la península de Crimea, con predominancia de población identificada con Rusia. Eso se interpretó como medida precautoria para la protección de los habitantes de esas regiones descontentas con los usurpadores del poder en Kiev.

Ante la amenaza de que la intervención de Estados Unidos en el conflicto en Ucrania progrese, agregado a eso el hecho de que el gobierno de Canadá se une a ese propósito al enviar una delegación oficial encabezada por el ministro del interior, señor John Baird, para manifestar el apoyo canadiense a los golpistas, el gobierno de Rusia también parece tomar medidas especiales.

En ese particular, el jueves se dio a conocer extraoficialmente que el gobierno ruso había dispuesto instalar bases militares en Venezuela, Nicaragua y posiblemente en Cuba, en lo que se puede interpretar como “en donde las dan las toman”. Aunque se anunció que ese plan ya estaba programado antes del conflicto en Ucrania, el evento es preocupante por las consecuencias que pueda tener dado que Estados Unidos se acredita la hegemonía sobre el hemisferio.

Consecuencias que ya fueron admitidas por el presidente Barack Obama, al hacer una declaración el viernes desde la Casa Blanca, con una carga de conceptos que más que una advertencia parece una amenaza para con el gobierno de Rusia. Eso ya no deja dudas de que si llegan a concretarse las conjeturas de un enfrentamiento entre Rusia y los Estados Unidos, se estaría ya frente al prospecto de la reiniciación del fenómeno de la Guerra Fría, que mantuvo en tensión al mundo por varias décadas después de la segunda guerra mundial, hasta el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1990.

Siniestro escenario pues el gobierno de los Estados Unidos no está vociferando esa velada amenaza contra una nación en desventaja, sino una potencia de igual o mayor capacidad bélica, que podría degenerar en un conflicto de incalculables consecuencias.

La Quinta Pata

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