domingo, 2 de marzo de 2014

Nacimiento del jazz

Eduardo Paganini

Casi 20 años atrás una institución educativa como AMICANA decide editar una publicación institucional para dar a conocer sus proyectos, en su interior un artículo del especialista Oscar Araya ofrece un breve panorama acerca del nacimiento del jazz, ese extraordinario movimiento musical que renovó los cánones establecidos y revolucionó la concepción del género.


El jazz es un arte afroamericano que nació y maduró determinado por circunstancias del más variado calibre, las que integraron en un caldo generador que nunca volverá a darse.

Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta las inmediaciones de 1920, esa música se desarrolló como una planta de salud envidiable, cuyas raíces se nutrían con muchas centurias de cultura. Una de ellas, la del África Occidental, arribada con el tráfico de esclavos a los Estados Unidos y a las costas del Caribe a partir del siglo XVIII, es la raíz maestra del jazz, la esencia de su prehistoria.

Sin lugar a dudas, esto es muy sabido; pero es interesante recordar que el lenguaje de los negros del oeste africano es esencialmente musical y que, a su vez, para ellos la música es una forma de comunicación sorprendentemente parecida a la palabra (tambores).

Esta forma de comunicación también contribuyó a que los dueños de las plantaciones de algodón del estado de Louisiana, prohibieran a sus esclavos tocar instrumentos o batir tambores. Más de una sangrienta rebelión había sido organizada hasta sus más mínimos detalles y las órdenes transmitidas a todos los implicados mediante el uso de cantos de trabajo, guitarras, banjos o cualquier tipo de percusión.

La reprimida musicalidad del pueblo negro encontraba cauce legal en los cantos religiosos, cuidadosamente supervisados por amos blancos. Sin embargo, ese control no pudo impedir que tales himnos sufrieran las transformaciones que los negros imprimían a todo material cultural que llegaba a sus manos, entre otras, una que se transmitió al jazz: el “call and response” (llamado y respuesta), modalidad típicamente africana que consiste en la conjunción rítmica de una voz líder y un coro que contesta o apoya.

Un particular tratamiento a los himnos religiosos, tras sucesivas etapas, dio nacimiento a los “negros spirituals” y posiblemente le dio vida al “blues”: expresión de melancolías profanas a cargo de una voz solista que a veces inventaba los versos a medida que los cantaba, a la manera de nuestros payadores.

Este proceso se produjo casi exclusivamente en áreas rurales.

Hacia fines del siglo XIX (1890), las piezas del rompecabezas empezaron a ajustarse para dar origen al JAZZ.

Los blues rurales llegaron a la ciudad y adoptaron la temática propia del suburbio —igual que en nuestro Tango— la falta de trabajo, los problemas para poder pagar el alquiler, la veleidosa amante que se escapa con un negro más rico, y podríamos continuar...

Los pianistas descubren el blues... Las bandas callejeras (brass bands) incorporan un piano a su formación y ya no pueden desfilar. Y poco a poco se fue perfilando en el escenario la banda básica del jazz tradicional: una sección rítmica compuesta por piano, banjo o guitarra, batería y contrabajo o tuba, una sección melódica integrada por corneta o trompeta, clarinete y trombón a vara.

Cuenta la historia que el más legendario cornetista de jazz fue un peluquero llamado Budy Bolden, cuyo fraseo y potencia, dicen, solía oírse en millas a la redonda. Budy había nacido en Nueva Orleans en 1868.

Otro de los pioneros fue Tony Jackson, quien en más de una vez se tranzó en duelos pianísticos con otro genio del jazz, quizás el más completo de todos: Ferdinand Joshep La Menthe, más conocido por el apodo Jelly Roll Morton quien decía ser el inventor del jazz.

Estos duelos, como las payadas pampeanas glosadas por José Hernández, acababan con la humillación de uno de los contendientes y no era raro terminar a los balazos hasta astillar el correspondiente Honky-Tonk - despacho de bebidas donde había un piano.

A comienzos de siglo dos orquestas habían llegado a la fama: la de Kid Ory notable trombonista, y la de Joe Oliver, quien había obtenido el título de King al ganarle una batalla musical al cornetista Budy Bolden. Se dice que Oliver protegía a un chico bastante dotado, que recientemente había salido del reformatorio, adoraba y copiaba todos los trucos de su maestro… el muchacho se llamaba Louis Armstrong.

En 1917, Estados Unidos entró en la Guerra Mundial y el Departamento de Marina estimó que la vida disipada de Nueva Orleans no condecía con la austeridad de los tiempos que habrían de correr en adelante.

Una disposición clausuró el Barrio de las Luces Rojas, Storyvelle, de la capital de Louisiana y con el cierre de bares, burdeles y casas de baile se acabó la principal fuente de trabajo de los músicos. Empezó entonces un éxodo hacia otras ciudades, muy especialmente hacia Chicago, donde el jazz alcanzó sus esplendores máximos.

Por ejemplo, la Creole Jazz Band de Joe Oliver reunió al maestro y a su alumno Louis Armstrong como segunda corneta. Allí estaban también los hermanos Dodds, Johnny en clarinete y Baby en batería, quienes fueron cumbres absolutas de su especialidad.

En el trombón estaba Honoré Dutray, quien a pesar de haber sufrido en el frente francés los efectos de ataques con gas, que le causó daño permanente a sus pulmones, producía uno de los más exquisitos tailgate que hayan podido escucharse jamás.

BilI Johnson tocaba el contrabajo y el banjo, el piano había quedado en manos femeninas: las de Lilian Hardin, quien poco tiempo después habría de convertirse en la segunda esposa de Louis Armstrong.

En 1925, con el único propósito de grabar, Armstrong convocó a dos formaciones que muchos consideraban inigualables y únicas: los Hot Five, integrados por Louis en corneta, Kid Ory en trombón, Johnny Doods en clarinete, Lili Hardin en piano y Johnny St. Cyr en banjo.

Poco después reunió a los mismos músicos, más Baby Doods en batería y Peter Briggs en tuba, y serían conocidos como los Hot Seven.

En esa época, Louis cambió la corneta de sonido cálido y pastoso, por la trompeta más brillante y sin duda más protagonista.

En la segunda mitad de la década del veinte, hacía historia también una formación de Jelly Roll Norton cuyos integrantes variaron, y que se llamó Red Hot Peppers.

Si nombré a estos pocos músicos de los centenares que lo merecen, es por seguir simplemente un criterio orientador en la narración... que continúa pero seguramente será motivo de una próxima nota.

Oscar “Cacho” Araya, Historia del jazz: Sus comienzos en Amicana’s Voice, Mendoza, 1997, A.M.I.C.A.N.A. Coordinadora Gral: Patricia Bruno

La Quinta Pata

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