domingo, 11 de mayo de 2014

Evita, la maldita bastarda

Ricardo Nasif*

Sin dudas el lenguaje de las pésimas traducciones al castellano de las películas yanquis ejerció alguna influencia en los juegos de mi infancia. Me veo niño matando indios que escalan y se esconden entre las ramas de un sauce llorón, sosteniendo mi Colt largo y plateado, al grito de ¡mueran, malditos bastardos!

Tremenda expresión en la inocencia de un juego que intuyo haber escuchado y visto de la jeta de esos rubios que en los western siempre miraban a los pieles rojas poniendo los ojos chiquitos, después de darle una larga pitada al tabaco.

Es notable que hasta los negros como yo hayamos sucumbido alguna vez bajo la tentación de ponernos del bando de los blancos zampando balas contra los pueblos originarios.

No son sólo palabras. La clase dominante, en tanto propietaria de los medios de producción, se siente también en el derecho de adueñarse de todo lo demás, incluso de la historia y el lenguaje. “El diccionario lo ha escrito la clase poseedora", decía John William Cooke y, como nos enseña Norberto Galasso, son ellos los que por siglos han maldecido a aquellos que se han atrevido a impugnar el discurso dominante, ya sea cuestionando los mitos políticos y económicos, refutando el relato histórico o reinvindicando a los que han sido premeditadamente olvidados, (Galasso, “Los Malditos”. 2005).

Eva Duarte fue una de las tantas malditas a las que les cayó encima con ese sayo la oligarquía de su tiempo y el juicio de la historia rancia. Y no cualquier maldita, además bastarda.

De acuerdo con el registro oficial Eva nació en Junín, Provincia de Buenos Aires, el 7 de mayo de 1919. Sin embargo, las investigaciones históricas desmienten y ponen en duda su partida de nacimiento. Existe consenso generalizado de que en realidad nació en Los Toldos y hay versiones que señalan que vino al mundo el 26 de abril. De lo que no hay duda alguna es que era una “bastarda”, una hija “natural” o “ilegítima”, tales los términos que se usaban por entonces para designar a los concebidos fuera del matrimonio. Su padre Juan Duarte, además de una familia legitimada por las instituciones morales, religiosas y legales, tenía otra familia con Juana Ibarguren y cinco niños a quienes les dio su apellido.

Vera Pichel en el libro “Evita Íntima” relata como la pequeña Eva a la edad de 7 años, junto a su madre y sus hermanos, fueron expulsados escandalosamente del velorio de Juan Duarte por su viuda legal. Esta escena es rescatada como central por el filósofo José Pablo Feinmann, autor del guión de la película “Eva Perón” de Juan Carlos Desanzo. “La bastardía es el eje central para entender la vida de Eva Perón. La de Evita es la aventura deslumbrante de una pequeña chica de provincia que busca darse el Ser. Ser algo. Tener entidad ontológica. Derrotar su bastardía. Ella, que nació en un lugar que era nada, que tuvo un padre ausente, que no la reconoció, ella, la bastarda, buscará a lo largo de su vida lo que nunca poseyó: la densidad del Ser.” (Feinman, “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”, Tomo I, 2010 ).

Actualmente, en general los hijos de madres solteras, viudas, separadas, divorciadas o que no se han casado legalmente o los hijos desconocidos por sus padres, no poseen menos derechos que los matrimoniales y son comúnmente aceptados sin importar esta condición circunstancial. Esto no siempre fue así, ser natural o ilegítimo era una marca social indeleble. El Estado se encargaba de señalarlo precisamente en las partidas de nacimientos y en muchas de las actas de matrimonios y defunciones. Más allá de los efectos legales, se promovía una estigmatización social notable que acompañaba a estas personas por el resto de sus días.

Nuestra historia fue construida por millones de bastardos, entre ellos grandes personalidades como Evita, de las cuales se desconocen sus orígenes paternos o no son del todo claros.

En el libro “El Secreto de Yapeyú” Hugo Chumbita puso en cuestión el origen familiar de José de San Martín. Para este historiador a contracorriente –otro maldito- San Martín fue hijo de Diego de Alvear y una aborigen llamada Rosa Guarú y no de Juan de San Martín y Gregoria Matorras como afirma la historia consagrada y se les enseña a nuestros niños en las escuelas.

Se dice que Carlos Gardel murió sin conocer íntegramente su identidad. La mayoría de los biógrafos del “Morocho del Abasto” mencionan a Berta Gardés como su madre pero no registran datos certeros sobre su ascendencia paterna.

Con la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y de los Hijos de los desaparecidos hemos aprendido la lección sobre la importancia de la identidad como un presupuesto imprescindible para la construcción de la personalidad individual y de la historia colectiva. Esa misma búsqueda quizá haya sido el motor que impulsó a Eva Duarte a hacerse a sí misma en los brazos del pueblo. Eva Perón, la maldecida y bastardeada por los oligarcas y por quienes se reconocían con un abolengo enraizado en el árbol genealógico de los dueños de todo. Evita, la bendecida y amada por los más pobres y los olvidados de la historia.

¡Viva Evita! ¡Vivan, malditos bastardos!

Audio en Radio Nacional Mendoza

*https://www.facebook.com/negro.nasif

La Quinta Pata

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