Eduardo Paganini (baulero)
No hay muchos indicios, pero el seudónimo Álex parece esconder la pluma del poeta Abelardo Vázquez (factótum de la revista Pámpano) quien así firma el cierre de su volumen Nº 5 con esta crónica originada en el terrible terremoto que había asolado poco tiempo antes a la ciudad de San Juan. La nota además de su valor testimonial nos ofrece un importante catálogo de la creación artística en Mendoza, el cual indica la intensidad de la actividad expresiva del momento y simultáneamente señala sus niveles de calidad —dada la trascendencia que han tenido la mayoría de los artistas mencionados—. Asimismo denuncia cierta indolencia para con la sensibilidad artística en el público medio mendocino, de quien se esperaba mayor entusiasmo estético y solidario —conste que el comentario remite a 1944…—
Sobre San Juan
La catástrofe de San Juan, que acaba de sacudir el alma nacional, ha afectado de modo irremediable el local de la Biblioteca Franklin de San Juan, una de las más nutridas y mejor organizadas del interior del país.
Algunas paredes y el techo del amplio salón de lectura, han caído sobre los vastos anaqueles, las mesas y las sillas. Adviértese, así, desde fuera, un destrozamiento completo de muebles y un desorden impresionante de millares de libros. Son volúmenes afanosamente adquiridos, clasificados y cuidados durante más de setenta años. Porque la citada Biblioteca fue fundada por don Domingo Faustino Sarmiento, allá en los años de su dinámica gobernación. Para ella eligió el gran sanjuanino el nombre de una de sus más fervorosas admiraciones: Franklin, el perspicuo estadista del Norte.
La casa, propiedad de la misma Biblioteca, entidad particular, puede considerarse definitivamente perdida. Desaparece, de ese modo, un modesto pero importante edificio, cuya adquisición costó innúmeros sacrificios a las beneméritas autoridades que rigieron los destinos de la misma.
Entretanto, es urgente que el Gobierno de San Juan, proceda —si no lo ha hecho ya— a poner a buen recaudo el valioso contenido de la referida Biblioteca, Ínterin se construye el nuevo edificio que ella requiere, no tanto por su nobilísima tradición, como por la eficiencia cultural que ha prestado y habrá de seguir prestando a las numerosas generaciones de sanjuaninos, quienes, por lo demás, le profesan, con toda justicia, un cariño entrañable.
A ese efecto, la entidad de referencia ha obtenido de la Librería El Siglo Ilustrado, de la firma Sucesores de Juan Verdaguer, la cesión de un escaparate para la exposición de aquellos. Además, dicha casa se encargará de la venta con carácter gratuito.
Han donado libros para esta venta de beneficencia, los siguientes autores: Alfredo R. Búfano, Tiempos de creer; Juan Solano Luis, Ángelus y Alondras; Vicente Nacarato, Sol indio, Canto vernáculo y Rumor de acequia; Américo Calí, Días sin alba; Abelardo Vázquez, Advenimiento; Jorge I. Segura, El problema eléctrico de la ciudad de Mendoza; A. Santa María Conill, La ciudad de barro; Pedro C. Corvetto, La buena palabra y Mendoza pulsada por sus hijos; Serafín Ortega, Prólogo al cielo; Rosa Franco de Lestard, Carlota Bernaín y La mujer del portón cerrado; Alberto Daneo, Vida del hombre desconocido; Antonio Toscano, Lejanías; Ángel Fragapane, El sentido vital; Mario Graci Larravide, Sacrificio de Amor.
Fuente: Alex, Crónica en Pámpano, Mendoza, 1944
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