domingo, 15 de junio de 2014

El pueblo de la plaza

Carlos Almenara

Con este título T. L. Friedman, del New York Times, publicó un texto en que analiza algo que describe como: “esas clases medias con aspiraciones, recientemente conectadas, que se han reunido en plazas desde El Cairo hasta Kiev, pasando por Estambul y Teherán, Túnez y Moscú, para exigir más voz en su futuro y una mejor administración pública”.

Por suerte Friedman no se mete con Latinoamérica. Ya sabemos que cuanto más desapercibidos pasemos para el imperio mejor. Hay una correlación positiva entre que los yanquis no hablen de nosotros y nuestra suerte mejore.

No voy a comentar el resto de la nota que es imaginable por el lector: al servicio del Departamento de Estado, preparando el terreno para que los Rambo salvadores restituyan la libertad allí donde estas plazas lo reclaman.

Otro día profundizaremos en los desastres de los Rambo en Siria, Irak, Afganistán y también Ucrania (donde también los mandaron).

Sin embargo me parece que aquí hay un tema para pensar. Por supuesto, para pensar desde otro lado que el de Friedman.

Me parece que hay que desarrollar una Sociología de las plazas. Siento un profundo malestar cuando los agentes de la geopolítica estadounidense pueden esbozar teorías (maniqueas, forzadas, falsas) sobre pueblos pidiendo lo mismo que ellos y mientras tanto yo solo puede balbucear objeciones.

Hay un desafío para las izquierdas, las fuerzas populares, el antiimperialismo: describir estos fenómenos, caracterizarlos, hacer teoría para una mejor práctica.

Algunas puntas que se me ocurren a modo de hipótesis:

1. El fenómeno como hecho discursivo. Hemos comprobado, si se puede hablar de comprobaciones en este terreno, que hay mucho de verdad en aquella aseveración de Nietzche “no hay hechos sino interpretaciones”. La construcción de una plaza pidiendo libertad es un estereotipo de las cadenas de noticias norteamericanas. Detrás hay universos disímiles, está la fijación de agenda, la geopolítica y hasta la reversión de la mirada hacia qué tanta libertad existe en el universo del relator.
¿Hay una tiranía? ¿Hay violaciones a los derechos humanos? ¿Qué dice la CNN?

2. Hay un parecido de familia en las llamadas “revoluciones de colores”, impulsadas todas ellas por “el gran país del Norte”. Igualmente no es satisfactorio afirmar esto a secas y nada más. Se trata de ver cuáles son los factores sensibles sobre los que operan, reconociendo la complejidad social, la legitimidad de muchas demandas populares y el aporte de elementos tecnológicos en materia de comunicación que modifican lo social y lo político.

3. El individualismo radical que impera en esas plazas es un indicador tipológico sobre el que debe meditarse. Individualismo que revierte en acción gregaria en la misma plaza, en general, como negación de lo político previo y de lo político en general. La conclusión fácil de que estos procesos sintonizan con los consumos mediáticos no alcanza a dar cuenta de esta realidad. En todo caso falta una explicación más integral del funcionamiento del proceso.

4. Es sugerente cómo los partidos y los sindicatos, otrora y hoy grandes agentes de la movilización quedan como desactualizados y sin conexión con esta plaza. Mi hipótesis es que no hay nada esencial para que ello sea así. En todo caso recuperar la politicidad de la protesta requiere de esas instancias mediadoras.

5. Los hallazgos en torno al “pueblo de la plaza” no refieren sólo al pueblo de la plaza sino que, sólo por restringirlo a un terreno, tienen consecuencias semióticas, es decir abarcativas del conjunto.

Admito lo tentativo, parcial e incompleto de estas hipótesis que sólo tienen por objeto impulsar la reflexión sobre estos temas. Hay mucho para reflexionar cuando hay derechas movilizando multitudes.

Lo no estoy dispuesto a enarbolar y sobre lo que creo que hay mucho mayor grado de conciencia en las ideologías de izquierda y populares es un discurso antilibertario y contrario al pueblo en la plaza. Por eso urge desentrañar estos eventos.

La Quinta Pata

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