domingo, 1 de junio de 2014

Juicios: el pudor a puertas cerradas

Ramón Ábalo

Lo decidió el Tribunal, pero a pedido de la testigo, que este último viernes testificó en los juicios que se llevan adelante contra los genocidas que cometieron felonías en Mendoza. Para resguardar el pudor de la testigo fue que se decidió que se realizara el testimonio a puertas cerradas, con tan sólo el Tribunal, los querellantes y los defensores, como asimismo un mínimo grupo de contención emocional. La víctima había sido detenida en el 77 por un grupo de tareas y entregada al D2, la sección inteligencia de la policía local, donde se llevaban a cabo las técnicas investigativas y de interrogación, teniendo en cuenta el manual correspondiente elaborado con las experiencias de la invasión francesa contra la resistencia argelina y, más recientemente, por la "didáctica" de los cursos en la Escuela de las Américas por parte de profesores yanquis a oficiales de los ejércitos latinoamericanos. En síntesis, la tortura y los vejámenes más inauditos e inhumanos para "hacer cantar" y aniquilar a los que ese terrorismo de Estado consideraba subversivos.

En esas prácticas el interrogador pretendía dar muestras de valor y virilidad. Pero ¿valor y virilidad? Solamente sofisticación de un colectivo -uniformados muchos y de traje y corbata, otros-castrados mentales, morales y más que nada el placer irracional de la violencia, antivalores incrustados para satisfacer, fundamentalmente, el resentimiento de la autoestima, la frustración sentimental y afectiva en la relación con el otro sexo. Insatisfacción social y búsqueda de identidad. En realidad, la patología de ser y sentirse nada.

El relato de la víctima ese viernes fue centrado exclusivamente en las violaciones sexuales que
sufrió durante su cautiverio en el D2. Y no fue mera imaginación, porque quienes estuvimos en las inmediaciones esperando que se diera término a la sesión, pudimos comprobar inclusive en los abogados defensores que salían inmediatamente después de la víctima, un rictus en el rostro como el de haber recibido un fuerte impacto en sus fibras más íntimas sensibles espiritualmente. Porque además la víctima ha tenido el valor moral más alto, porque de lo que se trata es de que se haga justicia, se tenga conocimiento de los costados más oscuros a lo que puede llegar un ser humano influido por la impunidad que le ofrece un Estado del sistema capitalista para cometer los actos más aberrantes en nombre de la "seguridad y la defensa de los valores cristianos".

Represor con prisión domiciliaria pasea muy orondo

El ex-comisario de la policía de Mendoza, Orlando Gerardo Gutiérrez, procesado por delitos de lesa humanidad, bajo prisión domiciliaria, fue filmado por Mariano Tripiana, hijo de desaparecidos, paseándose por un complejo de cabañas en San Rafael. Tripiana denunció que Gutiérrez no sólo sale de su casa sino que hasta va a misa en la capilla de Lourdes en ese Departamento. En tanto, la Cámara Federal de Mendoza ya hace más de siete meses que demora en revocarle la prisión domiciliaria.

Las funciones de Gutiérrez durante la dictadura se habían ventilado en el 2012, donde se dejó constancia que en 1976 hizo un curso de "instrucción contrasubersiva", y se lo acusa por delitos contra 63 víctimas, de las cuales 14 están desaparecidas.

Se están llevando juicios en todo el país

Prácticamente en todas las jurisdicciones de la Justicia Federal en el país, se están llevando a cabo juicios contra los genocidas del '76. Se desarrollan aquí en Mendoza, y en Tucumán, en ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, Neuquén, La Rioja, San Luis, La Plata, Rosario, provincia de Buenos Aires y Salta. En la ciudad de Buenos Aires se juzga a 68 represores acusados de haber cometido 789 secuestros, torturas y homicidios en la ESMA, que tiene entre los involucrados a 8 aviadores navales partícipes directos en los "vuelos de la muerte".

La Quinta Pata

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