domingo, 22 de junio de 2014

No hablo, no miro, no escucho

Sergio Peralta

En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo.
Mario Benedetti

Él habla

Leopoldo Lugones, escribió en 1906 YZUR, un cuento que es de una crudeza y tristeza únicas. En él, un personaje propio del Iluminismo de principio del siglo XX compra un mono en un remate de circo. En determinado momento y leyendo un informe naturalista da con una frase que dice “los monos no hablan para que no los hagan trabajar”. A partir de ese momento se desencadena una historia terrible.

En la búsqueda por los orígenes del habla, el hombre ha husmeado en la garganta de muchos animales; las dudas deben haber sido tremendas al escuchar a un plumífero pronunciar unas pocas palabras, más cuando el chimpancé, del que nos separan solamente un 1,6% en el genoma es incapaz de pronunciar una sola. Estos seres están presentes, asociados al hombre desde siempre, se los ha considerado dioses, demonios y hasta comestibles. Hasta su designación de simio viene de la palabra latina simia, similitudo, parecido. De África llegaban historias de los “hombres peludos de la selva” y hasta el siglo XX no se separaron a los orangutanes, gorilas y chimpancés de los pigmeos.

Darwin con sus enunciados espantó a los puritanos; decir que éramos parientes del mono desencadenó debates que aún hoy, en congregaciones religiosas de Estados Unidos, se llevan adelante y buscan a descendientes de Charles para meterlos alegremente en la hoguera.

En 1891, Eugène Dubois encontró en Java un cráneo de Homo erectus; en 1924 Raymond Dart encontró restos de un Australopithecus en Sudáfrica; Davidson Black descubrió el “hombre de Pekín” (Homo erectus) en 1926. Se han buscado y se siguen buscando a nuestros primos por todos lados.

Como para corroborar datos, un informe de la Universidad de Duke indica que la ausencia de un gen transportador de la serotomina, produce trastornos de ansiedad social y rasgos ezquizoides en el hombre y en el macaco rhesus.

Él lee

La escritura le abrió la puerta a la historia. De los símbolos de la escritura Jiahu, grabados sobre caparazones de tortugas y que datan del siglo VI a.C. o la protoescritura del Indo del milenio IV a.C. que fueron el comienzo de lo escrito, a los mensajes que hoy se escriben desde los teléfonos móviles, ha pasado un río de frases y símbolos bajo el puente de la humanidad.

Nacida por una necesidad económica, según los arqueólogos, para otros la escritura nació por la necesidad de plasmar en arcilla los misterios del alma. Pese a las divergencias, tratan de dar forma histórica a un hecho ocurrido en el Antiguo Oriente Próximo, cuando sobre tablas de arcilla y mediante cuñas se grababa una escritura logográfica basada en elementos pictográficos o ideográficos. Los sumerios desarrollaron un anexo silábico a la escritura que reflejaba la fonología y sintaxis del idioma que hablaban.

De todas maneras son muchas las formas de escritura que se han utilizado y se utilizan para darle forma al pensamiento. La pictográfica representa mediante un dibujo algo concreto; en la ideográfica cada signo es una palabra entera, por ejemplo la Japonesa Kanji. En esta escritura, cada carácter tiene un significado preciso. En el caso de la fonética: un sistema representa cada sonido con el que se pronuncia cada palabra de una lengua y que puede adaptarse y utilizarse para representar distintas lenguas. Tienen su apartado también los jeroglíficos, y la piedra de roseta que permitió su traducción, la escritura árabe que parece dibujada para ser disfrutada y leída al mismo tiempo. Los logogramas con que los mayas nos contaron su historia y muchas, muchísimas formas en las que el hombre a lo largo de su errante camino ha dejado marcado el signo.

Él mira

El diccionario define el espejismo como: Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, con lo cuál los objetos lejanos dan una imagen invertida por bajo el suelo como si se reflejasen en el agua, lo que sucede principalmente en las llanuras de los desiertos.

Con los medios puede enriquecerse esta definición. Ahora no surge la ilusión de agua en el desierto, sino imágenes deformadas de la realidad que se tornan verdaderas.

Los espejos ondulados cóncavos y convexos causan gracia en los parques de diversiones, pero desinforman e inducen a error, cuando son los medios los que utilizan el espejismo para difundir con insistencia sus imágenes aberrantes de la política, de la economía, de la sociedad. Si la gente no advierte que son deformaciones de la realidad en tanto pretenden instituirlas en verdades únicas, y las aceptan influidos por el presunto prestigio de estos medios, los resultados pueden ser – cuanto menos- penosos. Si se les toman por ciertas, lo más probable es que, como los espejismos en el desierto, el espectador en lugar de tomar agua coma arena.

Son muchas las personas que a lo largo de la historia han buceado buscando y rebuscando para dar con respuestas que nos aclaren porqué somos como somos. Miramos y podemos asombrarnos, por ejemplo, al ver volar un colibrí. Leemos, misteriosamente leemos y la historia entra por los ojos. Finalmente hablamos, sin necesidad de usar el método del protagonista del cuento de Leopoldo Lugones, aprendemos ha hablar.

La conjunción de estas condiciones y otras, que por ahora no se nombran, son las que nos hacen diferentes. Quizás en un futuro no muy lejano, los multimediáticos dueños de los medios se dejen quebrar por la magia de la comunicación y justamente en ese momento podamos encontrarnos.

La esperanza, es uno de esos componentes que nos separan de los animales, y no tiene, ni necesita explicación.

La Quinta Pata

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