domingo, 10 de agosto de 2014

La Difunta Correa II

Tapa de la novela La Difunta Correa de Agustín Pérez Pardella
Eduardo Paganini (Baulero)

Concluimos en esta entrega con el texto iniciado en el número anterior de EL BAÚL, correspondiente a Deolinda Correa, su culto y su historia. Este complemento está dedicado a la proyección artística que mereció el culto, breve recorte dedicado a un poema del poeta puntano León Benarós, que transcribimos fidedignamente.

Proyecciones en las artes

El tema de la Difunta Correa ha sido llevado al cine, al teatro, la radiotelefonía. Lamentablemente no fueron producciones que perdurarán, aunque debe destacarse que han tenido una muy buena acogida popular en diferentes partes del país.

También el tema fue proyectado por numerosos artistas a expresiones plásticas. Pero la repercusión fue mayor en la obra de poetas de las distintas provincias, quienes han exaltado la legendaria figura de la Deolinda. Entre ellos se destaca la de León Benarós, que se transcribe a continuación:

No hay corazón en San Juan
que, por curtido que sea,
no haya sentido la muerte
de la difunta Correa.

En todo Angaco, seguro,
no hubo muchacha más linda.
Donosita era la moza
y se llamaba Deolinda.

Con honra el pan de su casa
se avenía a compartirlo
cuando a don Pedro,
su padre, entraron a perseguirlo.

Ni su valor los detuvo
ni su mérito sin fin.
(En Chacabuco fue el hombre
guerrero de San Martín)

Allá, cerca del cuarenta,
no tuvo paz su persona,
cuando terminó el gobierno
de su amigo Maradona.

No le mezquinan pesares
ni ahorran barbaridad.
Y para peor, la muchacha
entraba en florida edad.

¡De dónde la pobrecita
les va a merecer perdón!
Como la urpila del monte
en aquella situación...

En un cariño sentido,
con ansiedad, se recuesta.
En la iglesita del pueblo
se ha casado con orquesta.

Pero no mucho después,
en un ataque afrentoso,
montoneros de Quiroga
le llevan padre y esposo.

Allí quedó la Deolinda,
allí la desventurada,
considerando los males
de su vida desgraciada.

Entre tanta desazón
para compaña, de fijo,
Dios, en esas soledades,
la bendice con un hijo.

Más ni con ese suceso
se apacigue la jauría.
Acosan al pobre rancho
aves de carnicería.

Un amanecer de hielo
la moza no pudo más.
Se largó para La Rioja
para no volver jamás.

Ya pisa la travesía.
Ya muestra los pies llagados.
Le va faltando la luz
en los ojos apagados.

Cayendo una y otra vez
cruza el arenal ardido.
Sólo advierte algún chañar,
como de harapos vestido.

Engañándole esperanza
mira la verde jarilla que,
por burladora gala,
luce su flor amarilla.

Como puede sigue andando
con el corazón deshecho.
Ya ni siquiera se queja
su triste hijito de pecho.

Ya el aliento la abandona
y, en esa muerte segura,
alza los ojos pidiendo
por aquella criatura.

Ruega al cielo que no seque
de sus pechos la vertiente;
que viva ese manantial,
aunque ella incline la frente.

Pues de ese modo, a su hijito,
al darle su último adiós,
sustento le dejaría
hasta que quisiera Dios.

Rendida de hambre y de sed,
de cara al cielo infinito,
se durmió en lo alto de un cerro,
no lejos de Vallecito.

Unos arrieros encuentran
la criatura abandonada,
bebiendo en el pecho vivo
de la madre, ya finada.

Allí entierran la difunta
y le rezan un bendito.
El más rudo se hace blando
para abrigar al chiquito.

Nada sé del chiquilín.
Lo habrán criado con esmero
y, ya ganado a mocito,
sería también arriero.

Término halló la Deolinda
a su vida sin regalo.
La sepultan en la cuesta
de la sierra Pie de Palo.

Ya se ganó la sencilla
devoción del pueblo fiel.
Los más humildes le llevan
coronitas de papel.

A ella pide protección
la madre desesperada.
Hasta los rudos arrieros
la toman por abogada.

Y más de alguna mujer
—quizá enferma o enteca—
con crianza dificultosa,
si es que el pecho se le seca.

En este punto, señores,
termino esta relación.
Que la difunta Correa
los tenga en su devoción.


La actriz Lucy Campbell en el papel de Difunta Correa, en el film homónimo de Reynaldo Mattar (1975)

Fuente:Félix Coluccio, Cultos y canonizaciones populares de Argentina, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1986. Colección Biblioteca de Cultura Popular.

A continuación, compartimos dos canciones dedicadas a la Difunta Correa: “Difunta Correa”, por José Cafrune y “Pobrecita la Deolinda”, interpretada por José Larralde

Difunta Correa by Jorge Cafrune on Grooveshark 06-Pobrecita La Deolinda.mp3 by José Larralde on Grooveshark

La Quinta Pata

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