domingo, 19 de septiembre de 2010

Progres grasas y biempensantes

Hugo De Marinis

A riesgo de fastidiar con este tema al que ya parece no caberle un renglón más, y un poco tardón, traigo a colación algo quizá demasiado ancilar. El cantor Carlos Barragán – el de 6, 7, 8, el de la TV pública – esta semana se mandó una definición sorprendente por su sencillez y sagacidad, de la que me quedó, mal o bien, lo siguiente: los progresistas no se engrasan.

Está en esas cinco palabras el retruécano (juego de palabras) que alude sin poses eruditas a peronistas grasas y a progresistas de guantes sedosos que tiran para el lado de los gorilas cuando la realidad les pide una toma de posición. Más allá del retruécano, que los progres no se engrasen es una falta perenne en ellos de considerables proporciones a la coherencia de mantener ciertas ideas ya que se revelaría nítido que del dicho al hecho...

En tanto, los compañeros también progres – pero grasas – que simpatizan con la actual gestión del gobierno nacional han entendido que hay que engrasarse, es decir, como suele repetir el entrañable amigo Ramón Ábalo, “para hacer política es necesario embarrarse las botas”. De no embarrárselas se pasa el tren, se permanece en el limbo de una torre equívoca, demasiado transparente e insípida para después andar vociferando la demanda de un cambio – precisamente – progresista.

Asumido lo anterior, se vio asimismo en la tele el sábado 11 del corriente que el pelado de TVR – Sebastián Wainraich – se trenzó en picante intercambio con el vozarrón intimidante de Eduardo Aliverti sobre el sacrilegio de “correrse un centímetro” de la oficialidad en la evaluación de la administración actual. Los que lo hacen, según el pelado, se ligan palos a granel de los grasas progres y se agencian además el mote de ser “funcionales a la derecha”, problema que ya advertimos hace un par de meses en un artículo sobre un chivo de Walmart en 6, 7, 8.

¿Hasta dónde puede llegar esta puja – usaré “crispación” solo para afanarle ese término tan estimado de la vulgata derechosa – entre los del palo y los de la madera sin caer en el absurdo?
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Hubo un tiempo en que untarse de progresismo – grasa o gorila – era un quemo olímpico, un insulto. Una (indis)posición a la que se le disparaba como a la sarna, obvio, que desde el atril en que se situaban los otrora adherentes a la revolución. Nostalgiosos tiempos idos. Una macana que no ocurran más, no obstante el acercamiento a ellos por el fenómeno del renovado asomo de la política en la hora actual.

Esta hora actual se ha venido con el confuso centro-izquierda, donde entran muchos, de varios y dudosos pelajes, como opina Sandra Russo en el Página del sábado 18. La columnista alienta ahí mismo a abandonar la neutralidad, lo cual es atendible y debería ser probado por las generaciones involucradas y persuadidas de los avatares del cambio. La neutralidad, no está de más recordarlo, es una ilusión, más un mueble viejo que una toma de posición.

Habrá que extenderse en el asunto de las mentadas crispaciones: el debate no es accesorio – ni ancilar. Sí las desconfianzas mutuas entre los propios, porque si insistimos en ellas con quienes no debiéramos, erramos en la identificación del enemigo que indudablemente sigue siendo enemigo y no simple adversario o contrincante político, con democracia parlamentaria y todo. Identificarlo: no perecer en sus redes. En este sentido recomendamos la lectura del artículo de Emilio Marín publicado en el diario pampeano La Arena y que reproducimos en esta tanda de notas del domingo 19.

Hablar de socialismo, hoy en día, plantearlo como alternativa, como posibilidad futura, incluso desempolvar vestidos y vientos de revolución, no tiene tanto de malo, ni son anacrónicos todos sus proponentes, sean grasas, biempensantes o se autoproclamen revolucionarios. Eso, a pesar de que en la sociedad contemporánea haya muchos – también entre los nuestros – que se esfuerzan en naturalizar su desprestigio.

La Quinta Pata, 19 – 09 – 10

La Quinta Pata

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